Tradicionalmente, en nuestra vida cotidiana y en la cultura popular, la oficina ha ocupado un lugar preeminente. Es mucho más que un espacio físico; el sitio donde trabajamos, donde pasamos buena parte del día, donde hacemos amistades, formamos equipo, enfrentamos la adversidad o el tedio de la rutina. Es también, típicamente, el último lugar donde queremos estar si podemos elegir.
Todo eso había comenzado a cambiar gradualmente con las tecnologías digitales, pero sin duda fue la pandemia la que aceleró el cambio a niveles casi revolucionarios. El teletrabajo fue una imposición y, aunque en algunos aspectos complicó la existencia de millones de trabajadores en todo el mundo, también ofreció una oportunidad liberadora. Y los efectos siguen evidenciándose aún cuando el mundo ha retornado a su vida “normal”.
El estudio “Más allá de la revolución híbrida: La paradoja del trabajo flexible en Latinoamérica”, se preocupó de constatar las dimensiones del fenómeno en nuestro continente. Realizado por las empresas internacionales WeWork y Michael Page -dedicadas a los espacios flexibles de trabajo y los recursos humanos, respectivamente- el sondeo consultó a más de 8.000 personas en seis países de Latinoamérica, incluyendo Chile, para entender los nuevos hábitos, prioridades, demandas y valores de los trabajadores. Y la gran conclusión es que entramos a la era del trabajo híbrido, es decir, una combinación entre la oficina y el hogar u otros lugares intermedios.
Según el estudio, si antes de la pandemia el 84% de los encuestados en Chile trabajaba de forma presencial, hoy el 74% lo hace bajo el esquema híbrido. Además, apenas un 17% retornó a la presencialidad y sólo un 9% se mantiene remoto. Según este trabajo, un 74% de los encuestados en Chile actualmente está trabajando bajo la modalidad híbrida, y el 87% de los consultados dice sentirse más feliz y saludable compartiendo su jornada entre la oficina y su casa.
Para comentar estos resultados hoy en El Café Diario conversamos con Víctor Parra, country manager de WeWork.