Desde hace más de 10 años, en China se vive una especie de fiebre por la cereza chilena, de una calidad muy superior a las de otros países. Símbolo de prosperidad y buenos augurios, regalarla para el Año Nuevo chino -en febrero- es un obsequio de todo gusto para las clases emergentes, que pueden pagar 20 dólares por un kilo de esta fruta. Y Chile, pensando en este mercado de 1300 millones de habitantes, se ha enfocado al menos desde 2008 en profesionalizar su técnica de producción. Actualmente, nuestro país es el principal exportador mundial de cereza y produce unos 70 millones de cajas al año. De ellas, un 91% viaja en barco a China, a donde llega justo a tiempo para la celebración tradicional de mayor importancia del país.
Pero justamente en la época de cosecha, entre noviembre y marzo, un inesperado conflicto preocupa a los productores nacionales, que tienen plantaciones en más de 30.000 hectáreas. Luego de que en la temporada pasada las autoridades agrícolas chinas detectaran por primera vez un virus particular en partidas de cerezas chilenas, en octubre pasado comenzó a regir un nuevo protocolo con China para enfrentarlo. Es un virus fitopatógeno, normal en las cerezas, que no impacta al ser humano y tiene baja repercusión en el producto, pero el protocolo es exigente: hasta el momento, ya se han requisado 300 cajas de cerezas chilenas.
Los productores observan este episodio con cautela. En el peor de los casos, dicen, pueden desviar las cerezas a otros destinos. Pero subyace un problema de fondo: la inquietante sospecha de que todo esto pueda tratarse de una represalia de las autoridades chinas por la decisión del gobierno chileno en un tema totalmente distinto. En noviembre, el Registro Civil anuló el proceso de licitación de sus cédulas y pasaportes que se había adjudicado a la empresa china Aisino. Desde entonces, los exportadores chilenos han manifestado su preocupación por eventuales represalias del gobierno chino. Ahora, la especulación de que eso esté detrás del celo frente a las cerezas chilenas produce inquietud.
Conversamos sobre este caso con María José Tapia, periodista de Pulso, de La Tercera.