La crisis de seguridad pública en el país se viene incubando desde hace años y tiene varias causas y protagonistas. Pero en el último tiempo han sido las organizaciones delictivas de migrantes las que han concentrado la preocupación de policías y autoridades, y las razones son claras. Por un lado, se han hecho notar con delitos que antes escasamente se veían a una escala considerable, como el sicariato, la trata de personas para la explotación sexual, descuartizamientos y otros despliegues de violencia inéditos. Por otro lado, son bandas difíciles de detectar y controlar a tiempo, al estar asociadas a ciudadanos sin registro de ingreso y sin historial en el país. Además, representan un peligro por su capacidad de acción y organización intracarcelaria, y son imitados en sus métodos y delitos por las bandas locales.
Dentro de ese oscuro panorama, hay un grupo organizado que preocupa más que el resto, dado su alcance, su peso y los niveles de violencia que ejercen: El Tren de Aragua, banda venezolana que ha extendido sus operaciones por los países de la costa del Pacífico aprovechando la diáspora desde ese país.
Hace algunos días en un episodio de El Café Diario hablamos de cómo la explotación sexual de mujeres migrantes se había transformado en la principal fuente de ingresos del grupo. Ahora volvemos a hablar con el periodista autor de esa investigación para comentar un segundo reportaje sobre la banda criminal, publicado este fin de semana en La Tercera. Francisco Artaza describe la estructura y el funcionamiento del grupo en el país, y relata la investigación en la Región de Tarapacá que ha llevado a la detención de algunos de sus líderes en Chile.