Que Chile sea el lugar elegido por grandes instituciones y consorcios astronómicos para emplazar acá algunos de los telescopios más potentes del mundo no es novedad. Desde luego es algo que ha tenido un enorme impacto en el desarrollo de la astronomía y de otros campos del conocimiento asociados a ella, como la ingeniería, en nuestro país. Pero también es interesante mirar a este universo con otro lente: observar quiénes son los grandes astros y por qué toman las decisiones que toman. En otras palabras, en qué competencia está Chile siendo un campo de juego.
Se trata, desde luego, de una carrera con efectos virtuosos, no sólo para Chile. Al final de todo está la lucha por conocer más, por ver más allá, por avanzar y generar un conocimiento de beneficio para todo el planeta. Pero en el camino están las instituciones y gobiernos que hacen eso posible y que compiten entre sí con diferentes estrategias. Y como en el resto del espacio, las cosas están cambiando.
Es algo que a fin de cuentas no sólo requiere de ciencia sino también de gestión política de la ciencia, de diplomacia científica y, también, de poder. Hace un par de semanas nos visitó el director de un actor importante en este panorama: ESO, por las siglas de European Southern Observatory, es un consorcio que agrupa a 16 estados europeos y que maneja algunos de los observatorios más poderosos del mundo ubicados en Chile. Entre ellos, Paranal y el radiotelescopio ALMA.
El astrónomo catalán Xavier Barçons vino a firmar un convenio de cooperación científica y tecnológica con la Agencia Nacional de Investigación y Desarrollo, ANID, relacionado con un megaproyecto actualmente en construcción. El ELT, o Extremely Large Telescope, será el observatorio más grande del mundo que trabajará en los rangos óptico e infrarrojo cercano. Emplazado en el Cerro Armazones, junto a Paranal, El ELT recolectará más luz que 200 telescopios espaciales Hubble. Su entrada en operaciones o “primera luz” se espera para 2027.
Conversamos con Xavier Barçons sobre cómo está cambiando todo este paisaje y sobre las enormes constelaciones de disciplinas, fórmulas y operaciones que se requiere construir para hacer ciencia de frontera.