Desde su desaparición el 5 de junio, sus rostros comenzaron a circular en redes sociales, y en lienzos y gigantografías en las calles. El activista medioambiental brasilero Bruno Pereira y el periodista británico Dom Philips estaban en el valle del Yavarí, en una zona de la Amazonía brasileña cerca de la frontera con Colombia y Perú cuando se les perdió la pista.
Se trata de un territorio donde viven indígenas sin contacto con el resto de la civilización, pero también es un terreno donde operan mafias de contrabando, pesca ilegal, tala ilegal, minería de oro clandestina y narcotráfico. La semana pasada, uno de los sospechosos detenidos confesó a la policía haber matado y enterrado a Pereira y Philips, y dio las indicaciones para el hallazgo de sus restos.
La policía ha identificado a ocho sospechosos en conexión a este crimen, tres de los cuales ya han sido detenidos.
No se trata del primer crimen de estas características en una región donde la operación de bandas criminales amenaza a quien se interne. Pero esta vez el asesinato de Pereira y Philips ha vuelto a poner el foco en la controversial política del gobierno de Jain Bolsonaro sobre la explotación económica del Amazonas y sobre los pueblos indígenas que habitan en esas regiones. Y el impacto del crimen ha servido para crear conciencia en Brasil sobre un problema que tradicionalmente parece preocupar más a las organizaciones internacionales que a los propios brasileños.Para conversar sobre este caso y su importancia, hoy en El Café Diario hablamos con Sylvia Colombo, periodista del diario Folha de São Paulo.