Las cerca de tres mil toneladas de nitrato de amonio que explotaron en el puerto de la capital libanesa, almacenadas ahí por años a pesar de su peligrosidad, se transformaron en la última evidencia de una corrupción generalizada que ya estaba enfureciendo a buena parte de la población.
Mientras, la comunidad internacional, en un esfuerzo coordinado por el gobierno francés, ha asegurado una ayuda económica de 300 millones de dólares. Pero no se trata, advierten, de un cheque en blanco.