Tuvo que morir una niña de 11 años para que las irregularidades y negligencias en el servicio nacional de menores, Sename, espantaran a todo el país. La muerte de Lissette Villa visibilizó decenas de otras muertes, y cientos de otros abusos. El sename se transformó en tema de discursos, de promesas, de campañas. Y cuando Sebastián Piñera asumió la presidencia por segunda vez, puso a cargo del servicio a una ejecutiva de confianza.
Ayer, esa mujer, Susana Tonda, renunció, aduciendo a que no contaba con la confianza del ministro de Justicia. Fueron dos incidentes los que terminaron por gatillar la salida de Tonda: la firma de un convenio con la agencia de inteligencia del gobierno y un escandaloso caso de abusos al interior de un hogar dependiente del servicio.