En las últimas semanas, en varias partes del mundo, algunas de las vacunas desarrolladas en tiempo récord para hacer frente a la catástrofe del covid 19 han hecho noticia por motivos no tan felices. Más allá de la hazaña científica y del desafío de los gobiernos por vacunar a la mayor cantidad de personas en el menor tiempo posible, el reconocimiento de algunos eventuales efectos adversos en un grupo de personas han llevado a las autoridades a tomar medidas radicales. En algunos países de Europa, la administración de la vacuna desarrollada por AstraZéneca fue suspendida momentáneamente tras reportes de una treintena de casos de trombosis, algunos de ellos fatales, entre las más de cinco millones de personas que la recibieron. Y ayer, en Estados Unidos, la FDA recomendó una pausa en el uso de la vacuna de Johnson y Johnson, que ha sido inoculada a 6.8 millones de personas en ese país, tras reportes de seis casos de trombosis en mujeres de 18 a 48 años, una de las cuales resultó muerta. Tal como lo hizo la Agencia Europea de medicamentos en el caso anterior, ahora las autoridades de Estados Unidos deberán determinar si existe una causalidad con la mencionada vacuna y en qué circunstancias.Todo esto ocurre en momentos en que la ciudadanía en todo el mundo está siguiendo al detalle cualquier información relativa al uso de las vacunas y donde la comunicación está jugando un rol clave. El pasado domingo, una noticia preocupó a buena parte del mundo, incluidos los millones de vacunados en Chile: decía que el director de la agencia China de Control de Enfermedades, Gao Fu, admitía una efectividad baja de las vacunas chinas. Horas más tarde, el propio científico salió a aclarar y contextualizar sus dichos, pero la tormenta comunicacional ya se había desatado. ¿Cómo tenemos que leer y entender estas noticias? ¿Qué rol han tenido las agencias regulatorias en el mundo? ¿Qué sabemos y qué debemos tener en claro respecto de las vacunas que estamos usando hoy?