En medio de las preocupantes cifras del avance del covid 19 en el país, una estadística a fines de la semana pasada llamó la atención. Uno de cada cuatro fallecidos por la enfermedad causada por el coronavirus en la Región Metropolitana vivía en una residencia de adulto mayor. 

Es algo que sucedió antes en Europa, donde según la OMS la mitad de las muertes fueron ocasionadas por brotes en hogares de ancianos. También pasó en Estados Unidos. Y lo que está pasando en nuestro país confirma no sólo la fragilidad de ese grupo etario, sino también de la enorme complejidad que presentan las residencias que los albergan. 

En ese panorama, surge una figura clave, aunque usualmente poco reconocida. En sus propias palabras, invisibilizados. Se trata de los trabajadores de esas residencias que, tanto en contextos públicos como privados, han debido soportar una gran carga en medio de la pandemia.