Algo hace que cada febrero los ojos del país miren hacia las graderías construidas en los cerros de la Quinta Vergara. Y no es sólo de la prensa de espectáculos: muchos de los que cantaron en Viña un día también dijeron o dejaron de decir otras cosas. En alguna medida, Viña se convirtió en un espejo y un punto de encuentro del país que fue cambiando. Y aún cuando los estelares televisivos, las lentejuelas y las voces impostadas parezcan postales del pasado, Viña sigue ahí. Profundizamos en las razones que han hecho de este evento un foco de atención, preocupación común de un país al que le cuesta ponerse de acuerdo. Algo tiene Viña que lo ha transformado en un lugar mental al que volvemos invariablemente a buscar sueños y pesadillas cada mes de febrero.