Política

Arturo Fontaine: “Vargas Llosa tenía una sensibilidad frente al abuso del poder muy fuerte, eso lo alejó del marxismo y lo fue transformando en un liberal”

Escritor y ensayista, Fontaine fue uno de los amigos chilenos cercanos del Premio Nobel peruano y estuvo en su funeral en Lima. Acá habla de su obra literaria y de su faceta política, de su relación con Cuba en los 60, y cómo transitó desde posiciones de izquierda hacia el liberalismo.

Mario Vargas Llosa y Alvaro Vargas Llosa junto a Arturo Fontaine. Gentileza Arturo Fontaine.

Se encontraba en México, enviado por la Radio y Televisión Francesa, cuando estalló la Crisis de los Misiles en Cuba. Mario Vargas Llosa tomó el último avión hacia La Habana, antes del bloqueo. Era octubre de 1962 y el mundo vivía uno de los momentos más tensos de la Guerra Fría. Y lo que el escritor peruano encontró en la isla lo sorprendió: todos los cubanos estaban movilizados. En el malecón había pequeños cañones antiaéreos manejados por chicos muy jóvenes, que seguían sin disparar el vuelo rasante de los aviones norteamericanos. Para el escritor, era un espectáculo emocionante.

“Conmovido hasta los huesos por lo que me parecía encarnar el socialismo en libertad, hice una larga cola para donar sangre”, escribió, “y estuve con muchos escritores cubanos ligados a la Casa de las Américas y a su presidenta, Haydée Santa María”.

A su regreso a París, Vargas Llosa escribió un artículo elogioso y contagiado de esperanza, Crónica de una revolución. Y en los años siguientes mantuvo una relación cercana e intensa con la isla.

“Mi identificación con la Revolución Cubana duró buena parte de los años 60, en los que viajé cinco veces a Cuba, como miembro de un Consejo Internacional de Escritores de la Casa de las Américas, y a la que defendí con manifiestos, artículos y actos públicos, tanto en Francia, donde vivía, como en América Latina, a la que viajaba con cierta frecuencia”, escribió.

-Mario estaba absolutamente entusiasmado con la Revolución Cubana. Estuvo varias veces en la isla, era amigo de Haydée Santa María. Él estaba realmente comprometido -recuerda su amigo, el escritor Arturo Fontaine Talavera.

Narrador y ensayista, Fontaine era uno de los amigos chilenos más cercanos del escritor peruano que falleció el domingo pasado, a los 89 años. Viajó a Lima para participar del funeral, que se realizó el lunes y consistió en una ceremonia privada donde fueron cremados sus restos.

-Todo fue de acuerdo a las instrucciones que dejó Mario. Él quería algo sobrio, con un grupo muy pequeño de la familia y de sus amigos cercanos. Y así se hizo. Pero ha habido enorme impacto, cobertura y entrevistas en la radio, la televisión, en los diarios.

Para Fontaine, el escritor peruano es junto con Cervantes y Gabriel García Márquez uno de los narradores de lengua española más influyentes en el mundo. Se conocieron a fines de los años 80 y cultivaron una amistad literaria y personal.

-Nos entreteníamos y nos reíamos mucho. Él era un gran contador de anécdotas, era un hombre con un sentido del humor fantástico, con una actitud muy jovial y con un gran sentido de la curiosidad hacia todas las personas que lo rodeaban. Tenía un verdadero interés por el ser humano. Y eso creo que nutrió mucho a sus personajes. Piensa tú en La guerra del fin del mundo, la cantidad de seres desvalidos que hay ahí. Él tenía esa capacidad de imaginar esas vidas, siendo todo lo contrario, porque fue un hombre absolutamente rodeado de éxitos desde que estaba en el colegio.

Alumno brillante, Vargas Llosa creció con su madre sus primeros 10 años. Ella le había hecho creer que el padre, que los había abandonado, estaba muerto. Pero este regresó y la vida de Vargas Llosa se transformó: “Mi padre era el ogro de mi infancia”, escribió en su autobiografía.

Autoritario y violento, el padre solía golpearlo y maltratarlo psicológicamente. Vargas Llosa buscó refugio en los libros y la imaginación, lo que para él era un signo de debilidad. “Mi padre fue el primero que intentó matarme como escritor”, dijo el novelista.

Para “corregirlo”, el padre lo internó en el Colegio Militar Leoncio Prado, experiencia que inspiró su novela La ciudad y los perros. Una vez en la Universidad de San Marcos, Vargas Llosa conoció las obras de Marx y militó en el Partido Comunista. Más tarde, el triunfo de Fidel Castro en Cuba volvió a encender su espíritu revolucionario, cuando ya vivía en París.

Pero el romance con la revolución se fue erosionando y Vargas Llosa tomó distancia, hasta romper con ella y el socialismo. Todo ello, dice Arturo Fontaine, encuentra correlato en los dos grandes temas de su obra: el choque de la utopía con la realidad, y el poder.

-Sus novelas son como historias contra el mesianismo, pero en las que también hay una comprensión muy profunda de esa actitud de la persona que realmente cree que puede cambiar el mundo por completo y que depende de cuatro o cinco voluntades o de mil o millones de voluntades. Es un tema que ya está en Cervantes, el Quijote es un poco eso, y también está en Flaubert, Madame Bovary tiene una idea del amor que viene de las novelitas rosa, se queda pegada con esa visión utópica del amor y que luego se enfrenta a la realidad.

Tal vez donde mejor se expresa la colisión de la utopía con la realidad es en La guerra del fin del mundo y en Historia de Mayta, el relato de un guerrillero desencantado.

Julio Cortázar y Vargas Llosa en Cuba, en 1966.

Vargas Llosa concebía la literatura como un acto de rebeldía e insurrección con el mundo. ¿Pudo influir en ello su historia familiar?

Sin duda, el padre era un hombre muy violento, muy abusador. La relación de Mario con su madre era muy tierna. Él tenía una foto de su padre en el velador y le rezaba todos los días, porque le habían contado que estaba muerto. Pero un día apareció y muy rápidamente empezó ahí una tensión. Este hombre que aparece con nuevos poderes abusa y lo humilla de una manera impresionante. A otra persona lo habría aplastado, pero en Mario produjo una rebelión, una capacidad de oponerse, de asumir la literatura, un camino que el padre no quería que tomara. Y tuvo dos actos que influyeron mucho en la vida de Mario. Uno fue obligarlo a ir a la escuela militar para que se hiciera hombre, macho. Y después le consigue el trabajo de cronista, de donde viene Conversación en la Catedral. En ambos casos Mario los transformó en ocasión para escribir.

¿Cómo entiende su adhesión al marxismo de joven?

Fue muy real. Él venía de una familia que estaba contra la dictadura, en ese momento estaba (Manuel) Odría como dictador. Él entra a la Universidad de San Marcos y lee a Marx. Y tenía los libros de Marx sobre su escritorio, cuando estaba incluso en París. Fue un convencimiento real. Él creyó en la Revolución Cubana, se jugó por Fidel y por la revolución, la defendió, la propagó. A él siempre le interesó la política, porque uno de sus grandes temas, desde muy temprano, es el tema del poder. Yo creo que el distanciamiento del marxismo de Mario y su adhesión a la visión liberal de la sociedad tiene mucho que ver con el tema del poder. ¿Qué hacer con el poder en la sociedad? Su primera manera de vivir el poder fue el padre dictador y luego la jerarquía militar del colegio. Él tuvo gran interés por el tema de cómo se ejerce el poder y cómo el poder corrompe.

Hay tres hitos que aparecen en su quiebre con Cuba: el trato hacia los homosexuales, la invasión soviética a Checoslovaquia y el caso del poeta Heberto Padilla, acusado de contrarrevolucionario.

Sí, pero fíjate que ese último momento todavía, si tú lees la carta que escribió, es una defensa de la revolución. Mario está viendo el caso Padilla como un desvío, como algo que daña la revolución, pero él todavía no rompe con Cuba. Fue muy gradual su distanciamiento primero y luego su voluntad de romper.

¿Cómo fue ese momento para él, cuando toda la intelectualidad era de izquierda?

Fue impresionantemente difícil e impresionantemente costoso, porque él fue visto como un traidor, como un tipo que se había entregado al enemigo, y buena parte de la intelectualidad de izquierda le hizo la cruz y empezó a atacarlo en todos los planos, incluido el de la novela. Por ejemplo, yo estoy convencido de que La historia de Mayta, que me parece una gran novela, quedó castigada porque ahí apareció claramente una visión crítica del proyecto del Che Guevara, la idea de que era posible derribar el orden capitalista tomando las armas. Y eso fue muy mal recibido por la intelectualidad de izquierda, la misma que lo había levantado, que lo había transformado en un ícono.

Gabriel García Márquez, Jorge Edwards, Mario Vargas Llosa y José Donoso, años 70. (null)

¿Las diferencias ideológicas influyeron en el quiebre de su amistad con García Márquez?

Es probable. Y es curioso, porque Vargas Llosa era realmente pro Castro, pero en los primeros momentos García Márquez no estaba cerca del régimen. Cuando él y Plinio Apuleyo Mendoza van a cubrir la revolución y el Che está dirigiendo los fusilamientos en el estadio, los echan de la isla, aunque ambos simpatizan con la revolución. Pero con el tiempo García Márquez se va comprometiendo más y se compromete con Castro hasta el final. Y es curioso por qué lo hizo, porque a diferencia de Vargas Llosa, García Márquez no era realmente un animal político. Yo creo que él se fascinó mucho con la figura de Fidel Castro.

¿A Vargas Llosa no le ocurrió lo mismo?

Mario era un animal político y él tenía una sensación de lo que era ejercer el poder. No era una persona de fascinarse así con alguien porque tenía carisma o poder. Vargas Llosa tenía una sensibilidad frente al abuso del poder muy fuerte y eso lo alejó del marxismo y lo fue transformando en un liberal, en la idea de contener el poder estatal, de mantenerlo de ciertos límites. Y él empezó a leer a autores como Popper, como Hayek y otros.

Así comienza a darse su transición política.

Lo curioso es que si tú miras las técnicas literarias que él usa, la forma en que escribe, sus novelas desde el comienzo plantean una pluralidad de voces narrativas, es un mundo polifónico, es un mundo donde la gente no tiene certezas. Él tenía esa sensación de la conjetura en su obra literaria, pero su pensamiento político tenía una visión totalizante completa que explicaba el mundo.

Vargas Llosa habló de su adhesión a la revolución incluso en el discurso de aceptación del Premio Nobel, pero nunca escribió sobre Cuba. ¿Por qué?

No sé. García Márquez al hacer su novela sobre Bolívar, al parecer, estaba un poco inspirado en la figura de Castro en algunos aspectos, en la figura del caudillo. Pero es curioso que Mario nunca se interesó por escribir sobre Cuba. Yo creo que él tenía interés en la malla del poder, en las eminencias grises, en estas figuras que están como detrás del dictador, pero que manejan los hilos. Tal vez como en Cuba era tal la importancia de la figura de Fidel Castro... Hay que pensar que Padilla cuenta que cuando estaba preso, lo va a ver el propio Castro y lo increpa, incluso saca un revólver y se lo pone en la sien, el mismo Castro. Fidel era un hombre que ocupaba un espacio impresionante en la isla. Y eso creo que a Mario le interesaba menos que esta cosa un poquito más compleja, con todos estos personajes que rodean al dictador, que toleran el abuso y que de alguna manera son también personas de mucho poder.

¿Su fervor revolucionario se trasladó después al liberalismo?

Mario era una persona que tenía, por así decirlo, una vocación de convicciones muy firmes. Era una persona a la que le gustaba tener postura, posiciones. Hay gente que no le gusta, prefiere quedarse en la duda o que su opinión no sea muy conocida, o es más tímida también y no se atreve a decir lo que piensa. Vargas Llosa era todo lo contrario a eso. Era una persona a la que le gustaba plantear posturas y lanzarse a la arena, ocurriera lo que ocurriera. Y entonces, claro, así como él fue un marxista apasionado, después fue un liberal apasionado.

¿Se arrepintió de haber sido candidato presidencial?

Mario no era un hombre de arrepentirse, era un hombre muy de una pieza y muy convencido de que había hecho lo que tenía que hacer. Yo creo que a pesar de que fracasó como candidato presidencial, sus ideas en materia política, la democracia, y en materia de economía, la economía de mercado, prendieron en el Perú profundamente y de una u otra manera se mantienen hasta hoy. En ese sentido, creo que él marcó la historia del Perú casi más a lo mejor que si hubiese sido presidente.

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