Política

Elizalde en rodaje: la reinvención del nuevo poder político de Interior (sin seguridad)

El nuevo cargo de Interior, que legalmente es distinto al que ejercía Carolina Tohá, es un modelo en construcción. Álvaro Elizalde solo ha dado algunos destellos de cómo ejercerá su rol. No hablar de todos los temas, ceder las vocerías de seguridad, pero igualmente estar encima de todo, en especial de la agenda política.

El Vicepresidente de la Republica, Álvaro Elizalde, recibe los Honores de la Guardia del Palacio de La Moneda. DRAGOMIR YANKOVIC/ATON CHILE

Encabezar la fiscalización de buses para semana santa y participar de una maratón de lectura de poemas de Gabriel Mistral, además de sus habituales encuentros políticos y legislativos, han sido algunas de las innovaciones en la agenda de Álvaro Elizalde (PS) en el mes que lleva en el cargo del nuevo Ministerio del Interior (sin Seguridad).

No obstante, esta agenda -azotada por el pinchazo del exasesor presidencial Miguel Crispi y la denuncia de la oposición por presunta falta de prescindencia del gobierno- ha redundado en una inevitable menor visibilidad mediática respecto de su antecesora, Carolina Tohá (PPD), quien, además, que en su calidad de presidenciable arrastraba una mayor cobertura de prensa nacional.

Si bien Elizalde tomó el 4 de marzo la jefatura de la antigua secretaría “del Interior y Seguridad Pública”, una vez que comenzó a operar la nueva cartera especializada en el orden público y el combate de la delincuencia, recién el 1 de abril quedó ungido en su nuevo papel de coordinador del gabinete, una especie de “superministro”.

Desde entonces, coincidentemente, ya en dos ocasiones ha ejercido como Vicepresidente de la República por viajes del Presidente Gabriel Boric al extranjero.

Sin embargo, el nuevo cargo con “superpoder político” aún es un modelo en construcción, ya que Elizalde solo ha dado algunos destellos de cómo ejercerá su rol, que del punto de vista legal es distinto al que desempeñaron sus antecesores.

De partida, para favorecer la instalación del nuevo ministro de Seguridad, Luis Cordero, cedió las vocerías en materia de orden y criminalidad y solo opina en situaciones graves. A diferencia de Tohá, que solía responder por cada balacera y asalto.

Elizalde, además, ha priorizado una agenda más regional, marcada por las inauguraciones y los cortes de cinta, faceta que antes difícilmente desarrollaba. Ya ha visitado cuatro regiones y este lunes partió a Los Lagos en compañía del Presidente Gabriel Boric.

Sin embargo, a diferencia de sus antecesores, Elizalde tiene facultades políticas, que por primera vez están respaldadas en la ley para coordinar a los otros ministerios y asumir la conducción de cualquier problemática que afecte al gobierno, incluyendo los temas de seguridad.

Entre sus tareas también figura el seguimiento del programa de gobierno y los compromisos presidenciales, lo que le permite llenar un espacio de control estratégico que antes era ejercido por la Secretaría General de la Presidencia y el llamado Segundo Piso de La Moneda, donde trabajan los asesores presidenciales. De hecho, heredó la conducción de reuniones con los presidentes de partidos que antes encabezada el exjefe de asesores de Boric, Miguel Crispi.

Aunque ha mantenido presencia en el Congreso, su labor ya no es la misma que ejercía en la Secretaría General de la Presidencia y ya no necesita estar en el cabildeo en detalle, negociando con votos “bisagra” como lo eran los diputados Rubén Oyarzo, Gaspar Rivas o René Alinco, entre otros. Ahora puede estar en temas de carácter más estratégico como la busqueda de grandes acuerdos políticos o incluso en el ámbito económico (área que el gobierno pretende reforzar este año).

Por ello, algunos legisladores creen que el ministro debiera profundizar su gestión política en el Congreso, no obstante, otros sostienen que no debiera perder tanto tiempo en la sede del Legislativo en Valparaíso, ya que para ello está la nueva ministra de la Segpres, Macarena Lobos. Por lo tanto, ese un tema en el que no existe una opinión clara en el oficialismo.

Lista única

La idea, por ahora, no es hablar siempre ni de todos los temas, pero sí estar encima de todo, en particular de las reformas políticas -que hoy están en punto muerto en el Congreso- y empujar a los partidos de la coalición a confluir en una alianza electoral amplia, que una desde el PC a la DC.

De hecho, en cada comité político con representantes de los partidos ha reiterado el mensaje de que el oficialismo debiera jugarse por una lista única. Su argumento es que la derecha, a pesar de estar en un momento favorable, está dividida. Por lo tanto, si van juntos, sumando a la DC, podrían revertir un escenario adverso en las parlamentarias e incluso dar una sorpresa electoral.

No obstante, en el oficialismo no todos están convencidos de que Elizalde sea el llamado a articular a la coalición, como lo hacían Sebastián Piñera y Ricardo Lagos, con sus respectivas fuerzas de apoyo. El problema es que hoy los parlamentarios y los partidos están más preocupados de mirar su interés particular y no están mirando el campo de juego completo, creen algunos dirigentes.

“Elizalde es factor articulador, no sólo por su trayectoria y ascendencia política, también por la jefatura de gabinete que ejerce. Sin embargo, su rol principal debe ser la coordinación interministerial”, dice el diputado y vicepresidente PS, Raúl Leiva, quien cree que ese rol articulador de una lista unitaria debe quedar en manos de “quien gane en las primarias”.

“Las cosas de los partidos son de los partidos y las cosas del gobierno son del gobierno. Y claro, el ministro, un hombre que tiene mucha experiencia, como coordinador del gabinete es quien más se relaciona con los partidos. Pero no hay que olvidarse que es un ministro socialista, no es un ángel caído del cielo. Estamos todos tratando de hacer un buen pacto. Es una tarea muy difícil, sobre todo si queremos llegar a una sola lista”, comentó el diputado Jaime Mulet (FREVS), uno de los precandidatos presidenciales del oficialismo.

Reforma en punto muerto

En el caso de la reforma política, que fija un umbral para los partidos, el cuadro se complicó para el ministro, quien fue mandatado por Boric para buscar un acuerdo en torno a una propuesta que ayude a frenar la fragmentación del Congreso. Si bien se trata de una moción que modifica la Constitución, firmada por senadores desde el PS a la UDI, las enmiendas del gobierno fueron rechazadas.

Hoy el texto que está próximo ser votado por el Senado, divide al oficialismo y, en la Cámara, donde hay incluso resistencia más transversal, ya desahuciaron la iniciativa.

En respuesta al escenario adverso, Elizalde, ya ideó un plan B: presentar una segunda iniciativa, que modifique vía legal, la conformación de partidos y regule su financiamiento.

Desde Portales

Si bien la creación del nuevo Ministerio de Seguridad le quitó las atribuciones en materia de orden público, combate de la delincuencia y mando sobre las policías, en compensación, la reforma impulsada por la exministra Tohá, en coordinación con el mismo Elizalde, entonces secretario general de la Presidencia, pretendía dotar a la nueva cartera de Interior de mayores potestades.

Anteriormente, la llamada “jefatura de gabinete” solo operaba de facto, por tradición o por las mismas atribuciones que le delegaba el Presidente de la República. Sin embargo, esa labor no estaba respaldada explícitamente en la ley.

Lo curioso es que en la historia republicana siempre se había reconocido al titular del Interior como un primus interpares, un ministro de mayor rango, que actuaba como alter ego del primer mandatario. La rareza de ello es que el régimen político chileno siempre ha sido presidencialista.

El ejemplo histórico es el mismo Diego Portales. A pesar de que nunca ejerció la primera magistratura, el exministro del Interior durante los gobiernos de José Joaquín Prieto, es considerado el organizador del Estado chileno. Hoy su estatua, en la plaza de la Constitución frente a La Moneda, es la única del lugar que recuerda a alguien que no fue Presidente. En cambio, no hay ningún monumento de J.J. Prieto en el centro cívico.

Otro ejemplo de la dualidad presidencialista chilena, que no se asemeja a un semipresidencialismo o régimen parlamentario, fue la dupla del Presidente Manuel Montt y su ministro del Interior, Antonio Varas. Esa dualidad se recuerda en calles, plazas y ciudades hermanadas (Puerto Montt y Puerto Varas), además del salón más importante de La Moneda: el Montt-Varas.

Lo más curioso es que el rol fuerte del ministro del Interior ni siquiera se abandonó en la dictadura. Augusto Pinochet en los años 80 siempre empoderó a sus ministros del Interior, como Sergio Onofre Jarpa, Sergio Fernández y Carlos Cáceres para que actuaran a sus anchas para avanzar en cambios constitucionales y políticos e incluso negociaran con la oposición de la época, independiente de que el exdictador actuó sin complejos para removerlos en momentos críticos.

En años de democracia, José Miguel Insulza, Edmundo Pérez Yoma, Andrés Chadwick y Rodrigo Peñailillo fueron conocidos como ministros del Interior poderosos, pero no siempre los titulares de la cartera tuvieron ese reconocimiento de parte del mundo político, ya que muchas veces eso dependía de cómo el Presidente organizaba su centro de gobierno y de las confianzas que depositaba en sus colaboradores.

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