Gonzalo Blumel, ministro de la Secretaría General de la Presidencia: "La estrategia legislativa es persistir en buscar acuerdos lo más institucionales posibles"

Gonzalo-Blumel
Foto: Mario Téllez

El secretario de Estado reconoce el complejo escenario que enfrenta el gobierno tras el revés que sufrieron con el proyecto de reajuste del salario mínimo. "Esperamos que los liderazgos de los sectores más constructivos de la oposición puedan imponerse", afirma.


Días antes de cumplir seis meses, el gobierno de Sebastián Piñera enfrentó uno de sus momentos más complejos: el fracaso del reajuste de salario mínimo, gatillado por el rechazo de la oposición al veto presidencial que impulsó La Moneda. Un episodio que recrudeció la tensión con la oposición, que esta misma semana amenazó con rechazar la idea de legislar el proyecto de modernización tributaria presentado por el Ejecutivo.

Instalado en su despacho ministerial, Gonzalo Blumel se manifiesta consciente de que el escenario legislativo actual es complejo. Sin embargo, mientras revisa una libreta llena de anotaciones que tiene abierta sobre la mesa, hace un balance positivo del arranque de la actual administración y subraya la voluntad del Ejecutivo de cumplir con el mandato que, asume, recibieron de la ciudadanía: encaminar a Chile hacia el desarrollo integral. Pese al clima espeso que se vive en el Congreso por estos días, el titular de la Segpres no claudica en su intención de apostar por grandes acuerdos, para avanzar en las reformas centrales del programa de gobierno.

¿Qué evaluación hace de la gestión del gobierno en estos meses?

En la elección presidencial no solo obtuvimos un muy amplio respaldo electoral, sino también una misión, un mandato democrático, que es encaminar a Chile hacia el desarrollo integral. Y eso se hace sobre la base de un diagnóstico del punto de partida. Primero, una economía muy debilitada. Segundo, un ambiente político y social muy crispado y polarizado, cuya principal característica era el concepto de la retroexcavadora. Y tercero, un conjunto de urgencias sociales largamente postergadas. Por eso, la prioridad de estos meses fue poner en marcha el programa de gobierno focalizándonos en estos tres aspectos. Así, tomamos un conjunto de medidas en materia de fomento a la inversión, de la productividad y desarrollamos una agenda legislativa en esa materia, que ya se está tramitando en el Congreso. Ya se observan resultados positivos: la economía el segundo trimestre creció por sobre el 5%, el mejor resultado desde 2012. Pero nada asegura que eso se mantenga en el futuro. Por eso, hoy estamos empujando las reformas fundamentales, como, por ejemplo, la modernización tributaria, para sostener ese mayor crecimiento en el largo plazo.

Respecto del ambiente crispado, lo primero que hicimos fue convocar a las cinco mesas por grandes acuerdos nacionales. Dos de esas cinco mesas ya entregaron sus informes: la de infancia, con más de 90 medidas concretas y varios proyectos de ley tramitándose en el Congreso, y la agenda de seguridad ciudadana, con cuatro leyes importantes en el Congreso. Y en cuanto a urgencias sociales, la prioridad fue hacerse cargo de aquellos temas que causaban la impresión de necesidad de poner orden en la casa: por ejemplo, en el tema migratorio. Lo mismo en Carabineros, donde había una crisis gigantesca, que estamos abordando, con reformas administrativas y operativas. También en La Araucanía, tomando en serio el desafío de poder traer paz y desarrollo a la región.

¿Hasta qué punto le jugaron en contra las expectativas que generaron en campaña? La desaprobación al gobierno, según Adimark, subió 20 puntos desde marzo.

Ha habido una moderación, lo que es normal, porque cuando los gobiernos asumen tienen una luna de miel, pero después empiezan a enfrentar las dificultades de gobernar, que siempre existen. Y ahí la diferencia es cómo las aborda el gobierno. Y este gobierno, y en particular el Presidente, lidera a un equipo que está muy presente en los problemas y las dificultades.

¿A qué responde entonces el aumento en la desaprobación?

Hemos tenido algunas dificultades propias de gobernar. Hemos tenido algunos cambios en ministerios. Creo también que lo que la gente nos está planteando es que el compromiso de recuperar nuestra economía, de crecer, crear empleos y mejorar los sueldos pueda llegar con más fuerza. Y estamos sentando las medidas para que eso ocurra. Pero también es cierto que si uno mira la foto más larga, tenemos un gobierno y un Presidente que tienen un respaldo que es importante, entre un 45% y un 50%. Sabemos que vamos a enfrentar dificultades, pero trabajamos no solo para las encuestas, sino para cumplir nuestro programa.

Ustedes prometieron "tiempos mejores", quizás el eslogan más ambicioso desde "la alegría ya viene". ¿No les jugó en contra eso?

Todo lo contrario. Hoy, en materia económica, hay un repunte.

Pero quizás la gente no siente los "tiempos mejores".

Hay aspectos que tenemos que fortalecer. Por ejemplo, el mercado laboral está caminando mejor, hoy hay más gente incorporándose al mercado del trabajo producto de las mejores expectativas y son empleos de mayor calidad, pero, por otra parte, tenemos que tener la capacidad de proveer esas fuentes de trabajo para que la gente que busca un trabajo lo pueda encontrar. En salarios, por ejemplo, tenemos un desafío porque hay una presión muy fuerte en el mercado laboral y tenemos que hacer la reforma.

Esta semana sufrieron un revés importante en el Congreso con el fracaso del reajuste al salario mínimo. Y la oposición advirtió que podría rechazar la idea de legislar de la reforma tributaria. Más allá de la crítica al obstruccionismo de la oposición, ¿qué autocrítica hacen del episodio del reajuste?

Chile no solo necesita un buen gobierno, sino también una buena oposición. Para la gente va a ser incomprensible que se rechace la idea de legislar de la modernización de nuestro sistema tributario, habiendo un diagnóstico tan claro y contundente que es el que tenemos, producto de la reforma anterior, desincentiva el crecimiento y la inversión. El diagnóstico que tenemos es que hoy no hay una oposición, hay un conjunto de oposiciones que tienen miradas muy distintas, con una tendencia muy fuerte a la fragmentación, con una dificultad en los liderazgos más constructivos de poder imponerse. Esperamos que los liderazgos de los sectores más constructivos de la oposición puedan imponerse, poniendo al país al frente antes que esas miradas que son más obstruccionistas.

El episodio del salario mínimo, sin embargo, derivó en una oposición que actuó unida por primera vez. ¿Qué análisis hacen de cómo se gestionó políticamente este episodio?

En materia legislativa tenemos una dificultad objetiva: estamos en minoría en ambas cámaras y no tenemos prácticamente ninguna presidencia en las comisiones. Esto es fundamental para poder marcar el trámite de los proyectos de ley del gobierno. Tuvimos un robusto mandato en la elección presidencial, pero en paralelo quedamos en minoría parlamentaria. La interpretación que hacemos es que es un llamado de atención de la ciudadanía y un mandato a ponernos de acuerdo y a dialogar. En el caso del salario mínimo, hay que mirar la tramitación del proyecto, porque, efectivamente, sí alcanzó un acuerdo en la Cámara de Diputados. Hubo un acuerdo formal con los negociadores de la DC y el PR, lo cual permitió aprobarlo en dicha instancia, pero que fue modificado posteriormente en el Senado, la Cámara rechazó esos cambios, fue a comisión mixta y finalmente la oposición terminó rechazando el veto presidencial. Ese rechazo es inexplicable, porque el reajuste es mayor que todos los de los últimos años.

¿Sigue creyendo que fue correcta la decisión de presentar el veto?

Hay que desdramatizar el veto...

No estamos hablando de la figura del veto, sino de la decisión política de presentarlo y sus efectos.

El veto no es una anormalidad, se ha usado en más de 70 ocasiones desde el año 90 a la fecha. Lo que hicimos al presentar el veto fue buscar una nueva posibilidad de acuerdo.

Ex post, ¿volvería a usar el veto?

Evidentemente que ex post uno buscaría más instancias de diálogo, más instancias de acuerdo. Y así lo vamos a hacer en las próximas semanas, cuando retomemos la discusión con un nuevo proyecto.

Trascendió que no todos los ministros respaldaban el veto.

En esto los ministros actuamos como equipo, bajo el mandato del Presidente. Las decisiones naturalmente se discuten, pero después se asumen como equipo.

¿La herramienta del veto se va a ocupar para otras instancias?

Vamos a tomar las decisiones en función de cómo se vaya dando el desarrollo de los proyectos.

¿No hay ninguna autocrítica? Por ejemplo, se cuestionó que el ministro de Hacienda haya estado en un seminario en Concepción en vez de estar en el Congreso.

Tenía un compromiso agendado hace muchos meses y era imposible pronosticar que la tramitación iba a coincidir con ese evento. Pero lo reitero, somos un equipo de trabajo, tres ministros que nos dedicamos a este proyecto, y que vamos a seguir trabajando con la máxima intensidad y compromiso para aprobar un reajuste al salario mínimo.

¿Cuando se va a presentar el nuevo proyecto?

Muy pronto.

¿Se mantiene la plurianualidad?

En la medida en que propongamos reajuste mayores a los de los últimos años, resulta positivo buscar fórmulas de mayor estabilidad en el tiempo, para que quienes paguen ese salario mínimo puedan planificar de mejor manera y no tenga un impacto.

Se mantiene entonces.

Es parte de lo que tenemos que conversar. Pero forma parte de los aspectos centrales del proyecto de ley.

¿Van a mantener la apuesta por grandes acuerdos por la oposición o a partir de este episodio buscarán acuerdos individuales con parlamentarios?

La estrategia legislativa es persistir en buscar acuerdos lo más institucionales posibles, en la medida en que eso sea posible claro.

Tanto el gobierno como Chile Vamos ha denunciado una actitud obstruccionista de la oposición. ¿Cuánto se sostiene esa estrategia en el tiempo si finalmente no se avanza con los proyectos?

Lo que pasa es que no es sostenible ante la ciudadanía estar permanentemente oponiéndose a buenos proyectos, a proyectos que, además, fueron democráticamente mandatados al gobierno para hacer cumplir. Por cierto, puede haber diferencias y esas las tenemos que conversar. Hemos visto propuestas de sectores más propositivos en materia tributaria que la podemos conversar, pero también hemos visto la oposición, de los sectores más duros, que quieren rechazar incluso la idea de legislar.

Usted hablaba de una oposición fragmentada, y ha dicho que no ha sido capaz de refrendar los acuerdos porque pesó la oposición más dura. Si esta postura persiste en el tiempo, ¿cómo lidiarán con eso?

Lo que pasa es que no toda la oposición quiere mantener esa obstrucción o esa postura dura con el gobierno que funciona en base de presentaciones a la Contraloría. De hecho, un aspecto positivo que ha surgido después del revés del proyecto de salario mínimo empezó a surgir por parte de la oposición llamados a buscar acuerdos, no solamente por salario mínimo, sino también en el proyecto de modernización tributaria. Porque no es sustentable mantenerse en una oposición conflictuada con el gobierno frente a buenos proyectos ante la ciudadanía de forma permanente.

Queda claro cuál es el diagnóstico de la oposición. ¿Pero hay alguna autocrítica respecto de la gestión política del gobierno?

En materia de diálogo siempre se puede hacer mejor. En el equipo de gobierno estamos buscando caminos para encontrar acuerdos y puntos de vista en común, entendiendo que tenemos diferencias. Tenemos que ser cuidadosos del lenguaje, tanto en el gobierno como en la oposición. El diálogo y los acuerdos no significa renunciar a las convicciones, sino entender que nadie es dueño de la verdad y que, en el debate democrático, en la deliberación vamos a encontrar caminos comunes.

Tras el revés del reajuste, el Presidente citó a una reunión con parlamentarios de Chile Vamos, donde les pidió tener un rol más activo para buscar acuerdos. ¿Qué evaluación hace del rol de los partidos y qué espera de ellos para esta etapa?

Más allá de ciertas dificultades que son normales en los gobiernos de coalición, nosotros hacemos un balance positivo de lo que ha sido la relación del gobierno con Chile Vamos. Dicho eso, dadas las circunstancias y dificultades que enfrentamos en el Congreso de tener que tramitar nuestros proyectos en minoría en el Parlamento, también les hemos planteado a los jefes de bancada de la Cámara y del Senado que nos puedan colaborar, porque ellos tienen experiencia, capacidad y vínculos políticos.

En esa línea, ¿espera, por ejemplo, que Evópoli no persista en la idea de disminuir los impuestos a las empresas? Una propuesta que presentaron sabiendo que el Presidente no lo incluiría...

Nosotros hemos conversado con todos los partidos de la coalición para hacerles ver que este proyecto lo trabajamos en conjunto y que el eje central está en el programa de gobierno. Y esperamos que todos los partidos de la coalición estén alineados con el programa, porque fue suscrito de forma transversal y unánime.

Estas últimas semanas el Presidente ha salido a enfrentar distintos focos de conflicto. ¿Cree que es conveniente que se exponga más?

Bueno, el Presidente, la ciudadanía lo sabe, es un Presidente presente, en terreno. Y eso es lo que es un verdadero liderazgo en definitiva, que está siempre con la disposición de utilizar su capital político para enfrentar los problemas y que no lo guarda para cuidarse de las críticas.

¿Pero cree que eso puede ser perjudicial? Porque ha pasado que si disminuye su aprobación surgen críticas de la propia coalición...

Las encuestas son un elemento, lo central es comprometerse en el cumplimiento del programa de gobierno (...). Un gobierno no gobierna para las encuestas, sino para cumplirles a los ciudadanos.

Este protagonismo de Piñera, sin embargo, también puede revelar un problema de gestión política, que él quiere cubrir espacios donde las cosas no están saliendo bien.

El gobierno es un equipo y es un equipo que tiene un conductor que es el Presidente de la República que, además, es una persona que si bien hoy día tiene un liderazgo más reflexivo, más pausado, que toma distancia, también tiene una característica principal que los chilenos conocen: es un líder presente y comprometido frente a los problemas.

En la situación de Quintero la ministra Carolina Schmidt responsabilizó a Enap, en una actitud que ha sido calificada por algunos sectores como precipitada. ¿Cree que se adelantó al no tener el resultado final de la investigación?

La ministra lo que ha hecho es liderar los esfuerzos del gobierno para poder armonizar la situación y asegurar la protección del medioambiente y la salud de los habitantes de la zona, pero la determinación de la responsabilidad la va a establecer la superintendencia.

¿Pero se adelantó la ministra en responsabilizar a Enap?

Lo que pasa es que la ministra lo que hizo fue establecer decisiones en base a la información que había en su momento y a las presunciones, pero el establecimiento de la responsabilidad formal lo hace la superintendencia. La ministra, en ese sentido, tiene la presencia activa para abordar un problema que ha sido extremadamente difícil, que es inaceptable y que tiene que ser corregido. La ministra lo que hizo fue plantear la posición del gobierno en base a la información disponible proporcionada por la superintendencia, pero la información definitiva, naturalmente, se va a establecer después de los procedimientos administrativos que lleva adelante la superintendencia.

¿Y qué le parece este eventual conflicto de interés que acusa la oposición de la ministra Schmidt con la empresa Oxiquim?

La oposición vive permanentemente viendo fantasmas y buscando conflictos donde no los hay.

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