Julio Pinto, historiador: “Descalificar a Boric por su juventud es ofensivo hacia él y hacia quienes votaron por él”

Pinto
FOTO: Francisco Paredes

El premio nacional de Historia 2016 responde a la entrevista en que su colega William Sater criticó el “proceder algo infantil” y “cierta tendencia nihilista” en el nuevo Presidente.


Reconocimientos y participación en la esfera pública no le faltan al premio nacional de Historia Julio Pinto Vallejos. Eso sí, ni celular tiene, menos aún redes sociales. De haber tenido, quizá habría hecho lo que algunos historiadores/tuiteros hicieron el 12 de marzo pasado: manifestar molestia, sorna y/o alguna sospecha por la publicación, en La Tercera, de una entrevista con su colega William F. Sater, destacado chilenista estadounidense. Pero no hubo tal.

Sorprendido por dichos “ofensivos” y cuanto menos “discutibles”, el autor de Desgarros y utopías en la pampa salitrera se comunicó con el autor de la nota. Quería responder a las declaraciones, y eso terminó haciendo.

Dice Sater que la realidad política sigue siendo muy parecida a la del Chile tradicional: con demasiados partidos y grandes problemas para formar y mantener coaliciones. Ve incluso un regreso al régimen parlamentario…

Esa es una de sus afirmaciones más discutibles. Está haciendo una comparación sobre la base de un elemento más bien accesorio. Efectivamente, en el período parlamentario había muchos partidos y mucha fragmentación, pero esa ha sido la tónica desde la independencia, prácticamente. No es distinto de lo que ocurría en los años 40, 50 o 60 del siglo XX.

Ahora, los elementos más profundos del período parlamentario tienen que ver con una clase dirigente ensimismada, preocupada de disfrutar de las riquezas que abundaban en Chile e indiferente o negadora de los problemas sociales y represora de la demanda social. Entonces, poner en un mismo plano la propuesta del gobierno actual con el Chile parlamentario me parece insólito, por decir lo menos: estamos hablando de una propuesta que apunta en el sentido contrario: acercar la política a los problemas de la sociedad y hacerse cargo de las demandas sociales, de reconocer los derechos sociales. Eso fue justamente lo que no caracterizó al Chile parlamentario.

¿No estará hablando el entrevistado de la escena política actual, más que del impulso transformador del nuevo gobierno?

Quizá valdría la comparación si hiciera el juicio respecto del período pre 18 de octubre. Pero lo que ha ocurrido desde esa fecha, que en el fondo es responsable de que las actuales autoridades estén donde están, tiene que ver con la ruptura de ese fenómeno. Entonces, cuando se dice que estamos básicamente igual que el Chile parlamentario, se induce a confusión: se dice que esto es lo mismo que un período en el cual la clase política, que era la clase dirigente en términos sociales, vivía de espaldas a las enormes problemáticas sociales del país y no se preocupaba de recogerlas. Tal vez habría sido más aceptable decir que esto se parece al período de ruptura del orden parlamentario.

También hizo una analogía con el Ibáñez de 1952, que “iba a barrer con todo y a hacer un nuevo trato con las empresas del cobre”.

Creo que en la entrevista hay dos líneas de argumentación, una de las cuales consiste en decir que no hay nada nuevo, y ahí hace comparaciones con el Chile parlamentario, con el segundo Ibáñez e incluso con Jorge Alessandri.

Ahora, si la comparación con el Chile parlamentario me parece extemporánea, en el caso del segundo Ibáñez es más extemporánea aún: se basa en un discurso antipartidos con el cual Ibáñez llega a la Presidencia por segunda vez, algo que ahora no vemos. Si bien puede haber un clima antipartidos a nivel societal, Apruebo Dignidad no levanta una plataforma antipartidos ni que vaya a barrer con ellos. Al contrario: la que Sater llama “generación pingüina” funda partidos y desde muy temprano actúa bajo la convicción de que los partidos, los nuevos, no los de antes, son necesarios para hacer política y para llevar a cabo los cambios que ellos quieren hacer.

Entonces, partimos de una coincidencia que considero muy circunstancial y que ni siquiera es correcta, pero además se pasa por alto el carácter de la segunda administración de Ibáñez: si bien llegó a la Presidencia con algún apoyo obrero y sindical, tempranamente rompió con los sindicatos y los persiguió.

“Su negativa a vestirse adecuadamente, su proceder algo infantil en cuestiones que causan dificultades”, afirma, “indican una cierta tendencia nihilista”...

Esta es otra línea argumental de Sater que yo califico directamente de ofensiva: plantea que estos son unos niños chicos, unos inmaduros, y que este es un caso de infantilismo; de un adolescente que despotrica contra los adultos y que llega para cambiarlo todo. ¿Y quién es el juez o el árbitro de qué es vestirse adecuada o inadecuadamente? Hay una línea de descalificación personal a Boric por su juventud, en que la juventud sería una señal de inmadurez y de ineptitud para hacerse cargo del gobierno de un país. Eso lo considero ofensivo, no sólo hacia la persona de Boric, sino hacia quienes están con él y a todos quienes votaron por él: no sé si el 56 % que lo eligió compartiría estos rasgos de infantilismo, de inmadurez y frivolidad, porque están dispuestos a sumarse a alguien que tiene estas conductas adolescentes. No es una ofensa ad personam, sino ad multitudem.

Por otra parte, hay una mirada muy conservadora al decir que no se pueden depositar cosas tan importantes como el gobierno de un país en gente tan joven. La juventud estaría descalificada para asumir responsabilidades de gobierno, en circunstancias de que hace años estamos presenciando un agotamiento de un sistema y de una generación política que nos ha gobernado en las últimas décadas, así como la necesidad cada vez más evidente de darle un giro en serio a la política del país. En ese contexto, la juventud pasa a ser más una virtud que un defecto, porque no trae los hábitos y las contaminaciones de cómo se han hecho las cosas en las últimas décadas, sino que viene con una mirada nueva, con ideas nuevas, con una mayor sensibilidad frente a las realidades del mundo actual, que son muy distintas de hace 30 o 40 años. Las generaciones más jóvenes tienen mayores elementos que las más antiguas para asumir una tarea histórica como esta. Por eso hablamos de un cambio de ciclo.

Históricamente, la descalificación generacional ha sido de ida y vuelta. ¿Cómo lo ve?

Hay, sin duda, un factor generacional en lo que estamos viviendo en Chile. Y yo diría que hay un ciclo que parte con el golpe de Estado y concluye en 2019, con el estallido social, aun si no quiero caer en esa visión caricaturesca de que la dictadura nunca terminó. Ese ciclo se agotó, no tanto por presiones externas, sino por un agotamiento interno, por factores endógenos. Las fórmulas que funcionaron más o menos bien durante un tiempo empezaron a agotarse y a fallar. Hay una serie de síntomas que, al menos desde la década del 2000, nos vienen avisando que hay elementos que no están funcionando bien, con el trasfondo de un modelo económico que también perdió impulso: ya no está ese consuelo de que estamos creciendo, que tenemos una vida materialmente más holgada. Eso también empieza a flaquear desde la crisis del 2008 y tiene que ver con los ciclos del capitalismo mundial.

Todo eso lleva a que, a partir de cierto momento, los problemas no se puedan seguir disimulando y empiecen a estallar por todos lados. También, que quienes han gobernado a base de ciertas fórmulas y conceptos no sean los más idóneos para hacerse cargo de un cambio que tiene que ser profundo. No es que eso sea imposible: el propio Arturo Alessandri tuvo la genialidad de darse cuenta de que los antiguos modelos ya no funcionaban y de que era necesario, incluso desde el aparato mismo de poder, dar un golpe de timón. Y eso fue lo que estableció su grandeza histórica: haber tenido la lucidez de percibirlo y la voluntad de hacer algo para hacerse cargo de ese agotamiento. En este caso, yo no percibo que la clase política del periodo posdictatorial haya levantado liderazgos que tengan esa capacidad. Tal vez Bachelet fue lo que más se acercó.

Sater, en la entrevista, se focaliza mucho en Boric, pero Boric es el mascarón de proa de un fenómeno mucho más amplio, que tiene un componente generacional que ha llevado a ese grupo adonde está. Hay una convicción en quienes apoyaron esa propuesta de dejar que la gente joven haga las cosas porque los más adultos ya no las hicieron o no son capaces de liderar. Y considero que eso no sólo es positivo en sí mismo, sino también consistente con el momento histórico que estamos viviendo, que requiere de un golpe de timón un poco más significativo que lo que se ha visto hasta acá. Y para eso, sin duda, los jóvenes están mejor preparados que los viejos, sin perjuicio de que en el equipo de gobierno de Boris hay también gente mayor.

Los 84 años de Sater fueron tema en los comentarios de la entrevista...

Las diferencias generacionales son un dato de la vida humana y se expresan a todo nivel: desde la convivencia de los padres con los hijos hasta los grandes procesos políticos, pero no es la ganzúa que abre todas las puertas. Las fronteras entre generaciones son un poco más porosas de lo que suele decirse, y además hay gente de mucha edad que puede ser muy juvenil en su manera de ver el mundo y capaz de empatizar con los jóvenes, así como hay jóvenes que pueden ver a los adultos con respeto y con la idea de que algo tienen para enseñarles. En ese sentido, me pareció muy acertado que Boric dijera en su discurso inaugural no estamos partiendo de cero. Eso refleja una mirada que no es ni inmadura ni refundacional.

Se está usando mucho, en la derecha sobre todo, esta idea de lo refundacional como un defecto o como un pecado: “Aspiraciones refundacionales” como sinónimo de irresponsabilidad, de hacer las cosas mal, de soberbia, en circunstancias que, si hemos tenido un gobierno refundacional en Chile, es el de la dictadura: no sólo en sus propósitos, sino que en sus obras. No fue una revolución de izquierda, pero sin duda fue una revolución. Que quienes se sienten herederos de eso estén ahora rasgando vestiduras contra la refundacionalidad del gobierno de Boric o de la Convención, me parece al menos insólito.

¿A usted le parece refundacional?

No lo creo. Mucho más refundacional era la UP, que quería terminar con el capitalismo e instalar el socialismo. Esas conductas refundacionales o soberbias que Sater le atribuye en la entrevista a Boric y a la gente que está con él, yo no las veo con tanta claridad, pero sí veo que en el momento en que vivimos, de agotamiento de un ciclo y de necesidad de iniciar uno nuevo, el factor generacional cobra una importancia más sustantiva que en otros momentos. No se trata de un capricho o de un gustito, sino que es una necesidad histórica.

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