La fiesta popular de Gabriel Boric
Las calles de Santiago centro, Puente Alto, Ñuñoa y de varias comunas de la capital se repletaron de votantes de Boric que salieron a celebrar el triunfo. Abundaron banderas, gorros y, sobre todo, mucha épica y consignas.
Humberto Mora y Graciela Vita habían celebrado aquí antes. Estuvieron en Plaza Baquedano cuando Ricardo Lagos derrotó a Joaquín Lavín en 1999 y, también, cuando Michelle Bachelet se impuso sobre Sebastián Piñera en 2005. Pero ahora se sentía distinto. No sólo porque Mora tiene 84 años y su esposa 88. Tampoco porque ahora, a diferencia de antes, él debe empujarla en su silla de ruedas. Lo que realmente diferenciaba esta celebración para ellos, es que ninguno de los dos originalmente pensaba que estarían aquí. Pasa que ambos votaron por Yasna Provoste en la primera vuelta.
“Nos gustaba que era una mujer de origen indígena y tenía bastante trayectoria política. Nos dio más confianza que el joven Boric”, dice Mora. Aunque agrega que, dado el resultado en primera vuelta, “hubo que optar por el bien o el mal”. Y para ellos, con Provoste fuera de competencia, esa elección fue Boric. Por eso ambos fueron a votar hasta su local en La Florida y, en la tarde, tomaron el metro hasta Baquedano para ser, una vez más, parte de los festejos electorales.
A las 19.00, las calles ya sabían que Gabriel Boric ganaría. Habían pasado apenas cinco minutos desde que el Servel había informado que con el 13.9% de las mesas escrutadas, el candidato de Apruebo Dignidad le sacaba casi siete puntos de ventaja a José Antonio Kast,y en las cercanías de Plaza Egaña, en el límite de las comunas de La Reina y Ñuñoa, ya se oían bocinazos y un grupo de tres personas ondeaban una bandera mapuche y sostenían un lienzo con la leyenda “Feministas y Disidencias por Boric, Peñalolén”. Un par de cuadras hacia Irarrázaval, se levantó una de las principales celebraciones populares por el nuevo presidente.
Ahí, en Plaza Ñuñoa, las multitudes cantaban “Chile despertó”, “El pueblo unido” y se reían gritando “el que no salta es facho”.
Catalina Sánchez Quilaqueo estaba ahí. A sus 28 años, la candidatura de Boric la había convocado como ninguna otra antes. En esta elección, por ejemplo, fue apoderada por primera vez: “sentía que había que estar, porque Kast significaba un retroceso a los derechos que hemos conquistado como mujeres, como indígenas, como jóvenes. Nos salvamos, por eso estamos aquí, la alegría es espontánea”.
Una hora después la calle Irarrazaval ya estaba cortada. No había carabineros, pero tampoco eran necesarios. Los manifestantes gritaban contra Sebastián Piñera, se acordaban del fallecimiento de Lucia Hiriart y también cantaban canciones de Los Prisioneros.
“Yo creo que todos vinimos un poco espontáneamente a celebrar que ahora Chile tiene motivos para sentir esperanza. Era peligroso en lo que podíamos caer” dice Gonzalo Moreno, uno de los asistentes, que solo le pide una cosa al nuevo presidente: “que se asegure que las oportunidades sean iguales para todos”.
Era esperable que las multitudes llegaran a Ñuñoa. Después de todo, había sido la segunda comuna más fuerte para Boric en la primera vuelta y un territorio en el que el diputado por Magallanes logró imponer sus términos en la segunda, con un 59.6% de las preferencias. Pero los festejos recorrieron todo Santiago. A las 20.20, mientras atardecía, las bocinas ensordecían la esquina de Vicuña Mackenna con Mirador en La Florida y en los alrededores de la estación de metro Elisa Correa, cientos de personas, de distintas edades, celebraran con música y cacerolazos. Todo ese sector se movilizaba hacia la Plaza de Puente Alto, donde había bailes, tambores y trompetas.
Monica Carvajal, de 65 años, estaba ahí acompañada de su familia.
“Espero que los cambios se hagan -dice-. Toda la gente está muy esperanzada "
Entre los puentealtinos que celebraban había biografías muy distintas. Estaba Jhonnatan Berríos ( 26) que, en un principio, no estaba muy convencido de votar por Boric. Pero que, dice, “las posturas radicales de Kast hicieron que tomara una decisión” y también Camila Zárate (19), por lo que tomó la decisión en base a la agenda medioambiental del magallánico.
Mientras sonaban petardos y fuegos artificiales por Concha y Toro, el pensamiento de Valentina Zuñiga (40) era el que, probablemente, mejor reflejaba el contundente desempeño de Boric, que se impuso con un 55.9% de los votos: “Nunca había celebrado una elección presidencial. Ahora lo hago porque creo en el cambio”.
Todas las banderas
Plaza Baquedano se convirtió en una fiesta: una en la que vendían cerveza, cabritas, pañoletas feministas, gorros de Boric, del PC e, incluso, del PS. En ese ambiente caminaban Catalina Schuler (27) y Tomás Olmedo (27). Ambos viven en Las Condes, una comuna donde el presidente electo sólo consiguió el 26,5% de los sufragios. Pero aquí son unos más dentro de la multitud. Schuler lleva una bandera de Boric con la imagen del árbol y Olmedo la de Chile.
–Te cambio de bandera –le dice él a ella.
–No. ¿Qué te importa llevar esa? –pregunta Schuler.
–Es que me siento incómodo con la bandera de Chile. ¿No se ve mal?
Ella le dice que no.
Tres minutos después, Olmedo le regalaría su bandera chilena a una familia con hijos. Mientras abría una cerveza, ya sin su bandera, dice: “Me siento incómodo por el afan nacionalista. Kast siempre lleva esa bandera, la bandera limita la actitud de esto”.
Los alrededores de la estación Universidad de Chile eran un eco de consignas. Algunos gritaban por los presos en el contexto del estallido, otros contra las AFP. También había vítores épicos de mujeres feministas. De hecho, un grupo de ellas, con una bandera morada y un puño cerrado, repetían “el fascismo no pasó, porque el pueblo lo paró”.
Aunque también había historias de amigos que tomaban esto como una proeza personal. Personas como Blanca Fierro (69) y Celia Carrasco (72), que se conocen desde que estudiaban en el Pedagógico y que tuvieron que esperar una hora en el paradero en Providencia antes de poder subirse a una micro. Por lo mismo pensó que tal vez no llegaría mucha gente a sufragar. El 55.6% de participación demostró lo contrario.
Después de las 22.00 la fiesta popular comenzó a apagarse. Los padres con sus hijos fueron dejando las calles de Puente Alto hasta Ñuñoa, mientras Boric daba su discurso triunfal en un escenario montado sobre la Alameda con Santa Rosa. Una mujer de 62 años, llamada Verónica, dijo que sus palabras le recordaban a Allende, “porque habló mucho de los niños, de la gente, no de las cosas. Y eso es lo que importa”.
A esa altura de la noche había varias cosas que ya no importaban tanto. A veces, por el ruido ensordecedor, no se escuchaban con demasiada claridad las palabras del nuevo presidente. Pero hubo una idea que quedó dando vueltas y que, para Patricio Puga, mientras caminaba por Portugal con Alameda, era lo que mejor resumía lo que Boric trató de transmitir: “lo que me emocionó fue que trató de hablarle a todos, no sólo a los que votamos por él”.
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