Sebastián Kraljevich, principal estratega de la campaña de Gabriel Boric: “Con el resultado de la primera vuelta la gente percibió que la amenaza ultraderechista era real, y el miedo moviliza”

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El lincenciado en sociología de 41 años repasó con el medio argentino Página 12 el camino recorrido por el Presidente electo hacia La Moneda y destacó los principales hitos del triunfo sobre el excandidato republicano, José Antonio Kast, incluyendo los problemas que debieron enferntar y las soluciones que implementaron para allanar el triunfo del pasado domingo.


A menos de una semana de la elección presidencial, Sebastián Kraljevich, el principal estratega de la campaña de Gabriel Boric, analizó el camino recorrido por el Presidente electo hacia La Moneda y repasó los principales hitos del triunfo sobre el excandidato republicano, José Antonio Kast, incluyendo los problemas que debieron enferntar y las soluciones que implementaron para allanar el triunfo del pasado domingo.

En entrevista con el medio argentino Página 12, el licenciado en sociología en la Universidad de Chile y experto en comunicación política y electoral destacó que el triunfo de Kast por 2 puntos porcentuales en la primera vuelta de noviembre fue un factor gatillante para que Boric aumentara su votación en el balotaje y terminara imponiéndose por un amplio margen.

“Con el resultado de la primera vuelta la gente percibió que la amenaza ultraderechista era real, y el miedo moviliza”, fue parte del análisis del estratega, quien también fue asesor de la campaña presencial de Beatriz Sánchez en 2017.

A continuación, la entrevista íntegra.

En la primera vuelta del 21 de noviembre Kast quedó primero, dos puntos por encima de Boric. ¿Cómo vivieron ese momento desde el comando?

Al comando de campaña lo golpeó quedar segundo, era algo que no se esperaba. Hasta esta elección, en Chile había una idea de que el FA era submedido por las encuestas y esos antecedentes generaban cierto optimismo, pero las encuestas mostraban la diferencia que finalmente se vio en la elección. Sin embargo, creo que el resultado terminó siendo importante para lo que vino después, porque se mostró que el peligro era real y que hacía falta movilizarse. Eso fue lo que marcó la segunda vuelta: una sensación de que había que moverse o (el ultraderechista José Antonio) Kast iba a llegar a ser gobierno.

El miedo entonces sirvió como motor para la militancia

Totalmente. Eso pesó más incluso que los partidos que soportaron a Boric. Gente que no vota por diferentes razones y que se dio cuenta de que había una amenaza real. Eso fue muy positivo para nuestra campaña.

¿Hay datos sobre los apoyos que recibió Boric entre quienes no participaron en la primera vuelta?

Aún no hay certeza de quiénes son porque ahora empieza un proceso que en Chile llaman “el pistoleo”, en el que el Servicio Electoral revisa el código de barras de cada votante para ver quiénes votaron y quienes no. Eso demora un tiempo, pero vista la convocatoria sin duda hubo mucha gente que se movilizó luego del resultado de primera vuelta. Uno se olvida de esto, pero también hay un factor de azar importante. Si Boric salía primero por apenas un punto arriba sobre Kast, ese fenómeno de despertar de la militancia probablemente no pasaba.

Franco Parisi, que quedó tercero con 12,8% de los votos, se presentó como un candidato anti-establishment, perseguido por los poderes políticos de izquierda y derecha. ¿Esto terminó siendo una ventaja para Boric y su intención de captar parte de su electorado?

El endoso de Parisi a Kast (concretado unas horas antes de la segunda vuelta) fue mucho menos potente de lo que él hubiera querido. Para su propia base, Parisi estaba renunciando con ese pronunciamiento al perfil que había construido. Leer a Parisi desde ese lugar fue un mérito de la campaña de Boric. En algún momento se creyó que el votante de Parisi era en primer término individualista, ciudadanos a los que solo le interesan las condiciones de vida individuales por encima de los derechos. Lo que encontramos, y en base a eso trabajamos, fue que en realidad es un votante más antiestablishment que individualista. Lo que había ahí era un cuestionamiento a los privilegios y a los abusos, que en Chile es un tema muy vívido, tanto en relación con el Estado como a las empresas de servicios, que en Chile están todas privatizadas. Leyéndolo desde ahí, tenía sentido apostar desde la campaña al contraste entre los poderosos y la gente.

Pero esta estrategia de alejar a Boric del establishment, ¿no chocaba con la otra necesidad de ponerle el traje y mostrarlo como presidenciable?

Evidentemente hubo una tensión entre la demanda de la élite de moderar a Boric y la necesidad de representar un cambio. Pero más interesante aún es analizar por qué en primera vuelta Boric no pudo ser el representante de la gente, por qué no fuimos a ese lugar en primera vuelta y sí en segunda. En la segunda vuelta casi todos los días había eventos masivos en los que rápidamente Boric se tornó una celebridad. La gente lo quería tocar, estar cerca, todas cosas que en la primera vuelta no pasaban. Con ese tratamiento más directo y horizontal, creo que logramos equilibrar la otra necesidad de mostrarlo como un presidente. ¿Por qué no apostamos directo a eso en primera vuelta? Porque vimos que el espacio de cercanía con la gente parecía más favorable para Yasna Provoste o (Sebastián) Sichel que para Boric. Por sus biografías, por dónde crecieron, entre otras cosas. Ese espacio nos quedaba lejos en primera vuelta, pero cuando la disputa es sólo contra Kast, sí fuimos por ese lugar y fue un espacio muy fértil para construir esa conversación.

¿Por qué Boric no estaba en ese lugar? Sus orígenes políticos están vinculados al movimiento social y está muy identificado con el impulso de la Convención Constitucional. ¿Eso no lo acercaba a ese lugar?

No totalmente. Boric viene de una familia de cierto nivel económico en Punta Arenas. Esa es una clave interesante, porque Chile es tan centralista que nacer fuera de Santiago te aleja un poquito de la élite. Y las luchas universitarias eran vistas más como garantía de su trayectoria. La Universidad de Chile, pese a ser pública, es una universidad de élite en Chile, entonces haber sido dirigente estudiantil universitario no es algo que lo deselitizara. Además, estudió derecho, que es una de las dos o tres carreras más tradicionales del país. Provoste, la candidata de la Democracia Cristiana, era una profesora de educación física nacida en un pueblito del norte, de ascendencia de un pueblo originario (diaguita). Y desde la derecha estaba Sichel, que construyó su biografía en la narrativa del abandono de un padre y en cómo creció en un hogar pobre. Cuando medimos eso, Boric parecía más lejos de la gente que ellos. En primera vuelta no pudimos apostar a construir desde ahí como sí pudimos hacerlo en segunda, ya sin ningún freno. Porque finalmente esto es percepción. Uno trata de ver dos cosas: cuál es la percepción de hoy y hasta dónde podrías avanzar a una percepción potencial. O sea, hasta dónde es verosímil mover esa percepción. En segunda vuelta era posible construir eso.

En la campaña de segunda vuelta Parisi invitó a Kast y a Boric al programa que tiene en Youtube. Kast participó pero Boric no. ¿Por qué tomaron esa decisión?

Fue una decisión interesante, porque muestra con claridad quién es el presidente electo. Parisi quedó tercero, pero a Provoste y Sichel les ganó por pocos votos. Desde la mirada mediática Parisi era el tercero, pero desde una mirada más profesional son tres fuerzas electorales bastante equivalentes. La decisión de no ir al programa de Parisi es un caso clásico en el que se enfrentan las razones instrumentales y las de principios. Participar en un espacio hostil parecía electoralmente rentable, pero el candidato entendió que era una manera de validar algunas conductas de Parisi, por ejemplo el no pago de la pensión alimenticia a sus hijos. Tras cuatro días de punto muerto, el candidato termina diciendo “podemos perder, pero esto no lo vamos a aceptar”. Eso lo retrata muy bien. Visto el cuadro final, esa decisión de Boric fundada en la convicción termina siendo la más rentable electoralmente. Pero fue un momento complejo.

En un momento las encuestas marcaban un posible escenario de segunda vuelta entre Boric y Sichel, ¿habría sido más difícil ganarle?

Es posible. Allá por agosto queríamos construir una disputa dual entre Sichel y Boric, donde Sichel representaba la continuidad de Piñera y Boric representaba todo lo que no era eso, o sea cambiar al gobierno. Esa estrategia fue bien potente, contribuyendo al desfonde de Sichel, que en las encuestas terminó cayendo quince puntos en dos semanas. Pero si uno pensara en una segunda vuelta con Sichel, estamos seguros de que habría sido muy distinta. La estrategia que pusimos en marcha solo sirve para enfrentar a Kast en diciembre de 2021.

¿Una parte del electorado de Sichel pudo haber votado a Boric en segunda vuelta?

Hay números interesantes en esta elección. La correlación por comuna del voto a Piñera en 2017 y a Kast en 2021 es muy alta, entonces una hipótesis razonable es que Kast logró capturar todo el voto tradicional de la derecha. Pero en los cualitativos encontramos gente que encontró en Sichel una posibilidad de manifestarse contra la élite y es posible que ese voto lo hayamos disputado en alguna medida. No es el principal afluente en ningún caso. Otra cosa relevante es que el rol de Sichel en la segunda vuelta es muy menor. Él le envió una carta a Kast de nueve puntos pidiendo no ser caníbal, pero no hay un endoso activo para la segunda vuelta. Entonces el voto tradicional de derecha de Piñera estuvo con Kast, pero es posible que (desde la izquierda) se haya podido arañar el voto de Sichel.

Las campañas de la derecha contra la izquierda, en Chile y en otras partes del mundo, están focalizadas en agitar el “fantasma del comunismo”. ¿Eso tuvo algún efecto?

Tuvo efecto, hay audiencias que se movilizan en torno a esos discursos. En la segunda vuelta anterior, la de 2017, se enfrentaron Piñera y (Alejandro) Guillier, que era un candidato bastante más de centroizquierda que Boric, más moderado, pero la fórmula de esa campaña fue instalar la idea de “Chilezuela”. Es algo que puede dar risa, pero no dio risa y les funcionó bastante bien, porque el miedo moviliza, es una fuerza súper potente, hacemos muchas cosas por miedo. Entonces en este caso la apuesta por etiquetar a Boric como el candidato comunista logró movilizar más o menos a las mismas capas que se movilizaron por el miedo a “Chilezuela”. Es gente que en primera vuelta no vota, pero ante el temor de este fantasma sí se moviliza para ir a votar en la segunda vuelta. De hecho, cuando se miran los números, Kast saca prácticamente los mismos votos con los que Piñera ganó la elección pasada. Lo que hay es una masa nueva de gente que fue a votar en segunda vuelta y que explica el millón de votos de diferencia de esta elección. Mi lectura es que sí fue efectivo para ellos agitar el fantasma del comunismo.

¿Y en qué cosas falló la campaña de Kast?

Uno podría pensar que hay cosas que no fueron tan efectivas, pero por supuesto no sé cómo las analizaron. Creo que pasada la primera vuelta se alinearon muy fuertemente al gobierno de Piñera, que es impopular. Lo hicieron seguramente para garantizar el voto de la derecha, pero también les puso un límite a la capacidad de crecimiento. Kast hasta la primera vuelta tuvo una postura anti-establishment, diciendo cosas que los políticos no se atrevían a decir. En lo cualitativo aparecían ideas como “es un loco”, “dice lo que nadie más se atreve”, “haría lo que nadie haría en temas como migración”. Todo eso lo pierde en segunda vuelta al alinearse muy fuertemente con el gobierno.

Entre los miedos que generaba Boric, ¿cuánto incide la idea de que no va a poder ejercer la autoridad para enfrentar la inseguridad?

En campaña se dieron dos cosas bien interesantes. En primera vuelta recibimos encuestas y segmentamos sobre dos perfiles: quienes votan a Boric pero pueden cambiar y quienes no lo votan pero no lo rechazan. En esa franja la seguridad nunca estuvo entre las cuatro primeras preocupaciones y por eso la campaña de primera vuelta no tocó esa tecla constantemente. No fue una campaña sobre seguridad, sino más focalizada en el cambio, la salud y las pensiones. Pero en segunda vuelta eso cambia, porque tienes que ir más allá de lo que llegaste en primera vuelta, y ahí sí la seguridad aparece como protagónica. Entonces el miedo hacia Boric tenía que ver con el riesgo de una delincuencia fuera de control y de qué modo este muchacho joven que nunca administró ningún poder ejecutivo iba a poder conducir la lucha contra la delincuencia.

Con la mochila además de venir de movilizaciones sociales que enfrentaron a los Carabineros.

Claro, y hasta él mismo ha hecho planteos de reformar a los Carabineros. Ese miedo estaba muy presente. También otro que estimuló la ultraderecha, de que te van a expropiar y te van a quitar tu casa, que es algo con lo que la derecha y el poder siempre intentan vincular a la izquierda. Entonces la necesidad de que este candidato presidencial diera certidumbres respecto a que nadie va a perder lo que tiene y que esto es para arriba, fue algo muy importante en segunda vuelta. Tanto en el sentido más clásico de la seguridad, como en el tema de “mi gobierno no viene a quitarte nada”, que era una idea estimulada por la campaña del rival.

Estas campañas son muy descentralizadas, los militantes generan sus propias gráficas y memes. Circularon imágenes de Boric que hasta parecían funcionales a Kast para reforzar estigmas, por ejemplo todo lo vinculado a la “agenda sorista”. ¿Vieron ahí algún riesgo?

Hay diferentes visiones sobre eso. La mía es que la labor de una estrategia consiste en orientar para que ese fenómeno ocurra de la mejor manera posible. O sea, que la producción de contenidos que se da a miles de kilómetros de distancia, de algún modo esté permeada, orientada o contaminada por la estrategia que estás diseñando. Si una persona se pone a escribir un jingle o a diseñar un meme, es importante que refleje con su lenguaje lo que nos interesa decir. En la segunda vuelta pasó justamente eso. En paralelo, hay campañas negativas del otro lado, que toman el mismo código y lo subvierten. Ellos intentaron ridiculizar este fenómeno de la campaña descentralizada.

Pero en todo el ruido que se arma, que son millones de voces hablando al mismo tiempo, mi impresión es que se fue consolidando la historia que a nosotros nos interesaba: que en definitiva había un millón de memes distintos sobre Boric. Se vieron infinitas cosas como “Gatitos por Boric”, “Disléxicos por Robic” o “Miopes por Boric”, un meme que quedaba como difuminado. Pero en definitiva todos terminaron confluyendo en la idea de que este es un candidato de la gente, porque no había una campaña central produciendo todo eso. Ahí el trabajo desde la estrategia es funcionar como una especie de brief informal y espontáneo, para que la campaña emerja desde muchos lugares. Esta segunda vuelta logró irradiar cierto sentido al respecto. Fue algo muy bonito, la campaña se vio desbordada y eso fue para bien. Cada uno llevó adelante su campaña, pero en sintonía con el rumbo estratégico general. Cuando eso sucede, uno no quiere y no puede controlarlo. No hay forma de corregir a los memes o a la gente que está golpeando puertas; el trabajo de la estrategia en todo caso es orientarlo de algún modo y para eso es clave la voz del candidato, que es a quien termina escuchando el que está haciendo un meme en Australia. En segunda vuelta logramos ordenarlo para que funcionara y tomara fuerza.

Izkia Siches se consolidó durante la campaña como una especie de compañera de fórmula de Boric. ¿Cuál fue el objetivo de sumarla como jefa de campaña? ¿Sirvió para descomprimir la presión que había sobre Boric?

Fue un fenómeno muy interesante, porque en Chile no hay una cultura de fórmula presidencial, con presidente y vicepresidente. Acá hubo de facto una candidata a vicepresidenta, que fue Izkia. Una candidatura de facto a vicepresidenta que no es parte ni de la ley, ni de la cultura política ni de cómo los chilenos leen las elecciones. Pero apareció esta figura y cómo lo hizo fue algo que funcionó muy bien, porque renuncia a lo que estaba haciendo (era presidenta del Colegio Médico) y se larga de lleno a la campaña, con su hija de un año recorriendo Chile en un bus. Funcionó muy bien. En las encuestas y los focus, Izkia aparecía como muy valorada por su nivel técnico y por el compromiso que demostró durante la pandemia, pero además mi impresión es que logró generar un sentir de que eran muchas personas que estaban haciendo un esfuerzo extra en esta campaña. Lo que ella hacía con su hija arriba de un bus era lo mismo que hacían miles de personas que iba a golpear puertas después de terminar la jornada laboral o lo que hacían quienes dedicaban horas a convencer a sus compañeros de la escuela en los grupos de WhatsApp. La entrada de Izkia tuvo dos fuerzas: consolidar una especie de fórmula implícita como vicepresidenta y reforzar la idea de que la campaña no dependía solo del candidato. En eso su entrada fue muy potente y cristalizó como ninguna otra figura en este momento histórico. Fue muy importante.

-Algunos analistas plantean que las mujeres jóvenes tuvieron una participación muy activa en segunda vuelta, ¿cuánto se explica ese fenómeno por el discurso antigénero de Kast?

Se explica en parte por eso y en parte por un intento deliberado de la campaña de activar esos segmentos. Las campañas de segunda vuelta en general tienen mucho de voto “anti” y en este caso la trayectoria de Kast y su propio discurso era un movilizador muy potente de mujeres. Estamos hablando de una persona que en 2008 puso un recurso constitucional y dejó a las mujeres un año sin anticoncepción de emergencia en Chile, y que en 2021 dijo que los subsidios solo pueden ser para mujeres casadas. Durante la campaña, un diputado electo de Kast propuso analizar si quitarle el derecho a voto a las mujeres. Todo eso estimuló una movilización de base, más allá de los partidos, y el rol que jugaron ahí las mujeres fue súper importante. Hubo una campaña azuzada por el rival para visibilizar alguna denuncia de acoso contra Boric que se hizo en redes sociales. Ante eso, fue muy importante que miles de mujeres, generalmente en sus espacios cotidianos, hicieran ver que lo central de la campaña no pasaba por estas acusaciones falsas sino por que se estaban poniendo en juego derechos básicos.

Boric va a ser uno de los presidentes más jóvenes del mundo y el más joven electo en la historia de Chile, pero ustedes no se enfocaron tanto en ese aspecto sino en tratar de que la población pueda verlo como presidente. ¿Cómo fue ese trabajo?

Ese fue un trabajo sobre todo en la segunda vuelta. En la primera el cálculo nuestro era que alcanzaba con ser “el cambio” y para serlo el joven con los tatuajes estaba perfecto, funcionaba. Pero para sumar lo que necesitábamos en segunda era importante que lo vieran como un presidente de cambio. Eso se expresa desde lo más evidente, que es la vestimenta, que cambió de primera a segunda vuelta, y en cuestiones menos evidentes de lenguaje, agenda y acciones de ese estilo. No se trata de que en primera vuelta no se nos haya ocurrido que Boric podía usar un saco, sino que fueron las decisiones que tomamos para cada objetivo. Ninguna campaña busca ganar con el 100% de los votos, no tendría sentido. La pregunta es: ¿cuántos y quiénes son los que te permiten cumplir con tu objetivo? Para el objetivo de primera vuelta había cuestiones que eran funcionales, que para el objetivo de segunda vuelta dejaban de serlo.

Desde la mirada de la estrategia es muy bonito cómo ese proceso te obliga a pensar rápidamente y a hacer los giros que necesitás. El saco es lo más evidente, pero no es solo eso, porque el votante que nosotros queríamos en primera vuelta no se preguntaba si Boric podía ser presidente, era algo que daba por hecho, pero el votante de segunda vuelta era la primera pregunta que se hacía. Fue muy interesante, porque desde la élite chilena este giro de aparecer como más presidente fue leído como un movimiento hacia el centro, cuando en realidad desde la mirada estratégica la explicación es que está respondiendo a la pregunta de si puede ser presidente. Son dos cuestiones muy distintas.

En la primera vuelta recorrieron el mundo las imágenes de Boric trepado a un árbol, pero en la segunda vuelta ya no lo hizo y hablaba de tener los pies en la tierra. ¿Cómo se decidió ese cambio?

El árbol fue algo súper disruptivo en primera vuelta, porque uno no imagina a los presidentes subiéndose a un árbol, en ningún país. Entonces para representar el cambio, que era nuestra idea en primera vuelta, el árbol era funcional y terminó siendo un elemento muy identitario. De hecho, muchas figuras televisivas o de la cultura no podían, por sus contratos, manifestarse a favor de Boric, pero su forma de decirlo fue utilizando el ícono del árbol. En segunda vuelta, cuando había que buscar votos entre aquellos que se preguntaban si podría ser presidente, pasó a ser más importante decirles que el candidato tenía los pies en la tierra y que ya no estaba arriba del árbol. Si nuestros cálculos hubieran sido que nos alcanzaba con ser el joven de cambio de primera vuelta para ganar en la segunda, hubiéramos seguido arriba del árbol. Pero esto tiene que ver con lo que uno mide y con las decisiones que hay que tomar para cumplir objetivos, por eso se bajó del árbol.

Nuestro trabajo es encontrar qué atributos, qué ideas y qué historias del candidato son las más fértiles para conseguir los objetivos que uno se traza en una campaña. Nuestro trabajo no es de inventar, sino de seleccionar dónde queremos poner el foco. Es algo muy pragmático.

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