13 trucos para la organización del hogar

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No te cambiarán la vida, pero sí te la mejorarán bastante: son un puñado de soluciones —life hacks, como les dicen los gringos— para mejorar el orden de tu casa, con elementos que están a la mano de cualquiera.




1— Guardar el juego de sábanas en la funda de almohadas

Las sábanas son una pesadilla al momento de guardarlas. No solo porque ponerlas a secar es siempre una odisea —el tendedero nunca es suficientemente grande para estirarlas en él—, sino principalmente cuando llega el momento de doblarlas. Aquí no te vamos a enseñar cómo hacer ese proceso menos tortuoso —eso daría para un artículo completo— pero sí una sencilla manera de almacenarlas que puede realmente cambiar tu vida.

En general, en el closet o repisa donde descansan las sábanas no abunda la organización: suele ser un rincón poco atractivo, donde nadie se sacaría una selfie, y por lo tanto no son muchas ni muchos las que lo mantienen con pulcritud. Craso error, porque eso dificulta después encontrar el juego que uno está buscando, las fundas no aparecen y eso termina redundando en una cama que más parece una carpa de circo que el soñado lecho de un hotel.

Para tener siempre a mano juego completo de sábanas que necesitamos, lo único que hay que hacer es guardar todas sus partes dentro de una de sus fundas. Así quedará envuelto —no se desdoblará por accidente— y todo junto, listo para ser dispuesto en tu colchón.

2— Expande el colgador

No tiene mucho sentido: nunca la gente tuvo tanta ropa como hoy en día, pero al mismo tiempo jamás hubo tantas personas viviendo en espacios tan reducidos. La moda obliga a los inseguros a ampliar o renovar sus clósets cada seis meses, pero en los actuales roperos con suerte caben un par de abrigos, algunos pantalones, ropa interior para cinco días y un chaleco grueso.

Sacarle el jugo a ese mínimo espacio se ha transformado en la obsesión de miles de personas, algunas incluso han dedicado su vida a esta obsesiva eficiencia —y unas pocas consiguieron hacerse famosas y millonarias enseñando a doblar la ropa. Pero no hace falta tanto sermón para aprovechar los pocos centímetros del armario: por ejemplo, con unos pocos tabs de latas de aluminio —como las de bebida o cerveza—, y algunos colgadores extra, puedes duplicar el área para poner tu ropa.

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Un colgador que cuelga de otro colgador.

Solo hay que pasar uno de los agujeros del tab —no sabemos cómo se dice en español— por el cuello de un colgador y en el otro orificio poner un nuevo gancho. Así, tendrás dos prendas en el espacio que antes ocupaba una. Advertencia: no entusiasmarse tanto con esta solución, ya que la barra del clóset posiblemente no es capaz de soportar todo tu exceso de ropa.

3— Ganchos en las puertas

En el mismo apéndice de la falta de espacio, las puertas son aliadas fundamentales. Antiguamente servían para cerrar y separar espacios, pero hoy esa parece ser su función secundaria: el rol preponderante en un departamento o casa pequeña es el de ampliar las posibilidades de almacenar cosas. Detrás de ellas, sobre todo en los muebles del baño o la cocina —pero también en los de las piezas— pueden ir canastos y sobre todo ganchos, muy fáciles de instalar —ya sean cáncamos que se atornillan o los más modernos que simplemente se pegan— y capaces de soportar miles de cosas.

Cinturones, collares, gorros, secadores de pelo, pequeñas ollas, cintillos, mascarillas, escobillas y un sinfín de posibilidades pueden colgar detrás de una puerta, quedando siempre bien ordenadas, alcance de la mano y fuera de la vista.

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4— Etiqueta con pintura de pizarra

Se ha puesto de moda almacenar los cereales, los condimentos, las legumbres y casi cualquier tipo de alimento en frascos herméticos. Es bonito, es limpio y es ordenado. ¿El problema? Cuando guardas harina de avena, harina de garbanzos y harina de maíz en frascos iguales. ¿Cuál es cuál? Lo mismo con la sal y el azúcar: difícil diferenciarlas, sobre todo antes del primer café de la mañana.

Para no gastar en stickers que luego se salen o en los fotogénicos pero caros etiquetadores —que además no le dan posibilidad al frasco de reinventar su contenido—, una mejor manera es hacerse de un pequeño tarro de pintura de pizarra. Simplemente hay que pintar un pequeño rectángulo sobre los frascos y con algo de tiza escribir lo que el recipiente contiene. Si te aburriste de la avena, entonces lo borras y escribes qué es lo nuevo que guarda. Fácil. Barato. Y muy durable.

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5— Marca los cables

Debajo de cualquier escritorio o TV moderno se desarrolla un infierno del que pocas y pocos se quieren hacer cargo. Siempre que nos agachamos y lo vemos, nos espanta, nos avergüenza, son varios a quienes les asquea, pero lo ignoramos, incapaces de lidiar con un conflicto tan oscuro e inabarcable como ese.

Sí, se trata de los cables, que se multiplican por las casas como cucarachas, siempre enredándose en el suelo y los rincones, aunque a diferencia de los bichos, no los podemos aplastar ni fumigar. Al contrario, los necesitamos, nuestra vida depende absolutamente de ellos. Pero cuando llega el momento de desenchufar el módem para reiniciarlo, hay que hacer un detectivesco trabajo de seguimiento para saber cuál de los seis cables conectados a la zapatilla —que además están trenzados entre ellos en una demoníaca coreografía— corresponde al del internet.

¿Cómo ahorrarse ese tormento? Fácil, cómo no se me había ocurrido antes: poniéndoles una maldita y sencilla etiqueta a cada uno, con cinta adhesiva y un papel, justo al lado del enchufe. Listo. Pesadilla resuelta.

6— Magnetiza tu vida

¿Dónde está el cortauñas? ¿Quién tomó las pinzas? ¿Qué pasó con las tijeras? Si no quieres escuchar más estas preguntas, que suelen abundar en todas las casas, aquí hay una ingeniosa manera de terminar con ellas.

Es cosa de instalar en el bendito reverso de las puertas del baño unos imanes, que se pueden pegar con cinta de doble contacto o con adhesivo universal. Una vez ahí adheridas, todas estas esenciales herramientas, que normalmente no están donde deben estar, ahora serán muy fáciles de guardar y más fáciles aún de encontrar, mientras a nadie se le ocurra, por supuesto, irse a cortar las uñas al living.

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7— Un tubo para collets y elásticos

Si en casa vive alguien con pelo largo, seguro pasan dos cosas simultáneas pero diametralmente opuestas: está lleno de collets en los lugares más increíbles —una vez encontré uno en el horno— pero la persona que los ocupa nunca los encuentra. Cada dos o tres semanas, entonces, llega un nuevo cargamento de estos elásticos, que en pocos días terminará repartido debajo de la cama o al fondo del sillón.

Terminar con esta hemorragia de collets no requiere de un profundo cambio conductual —al menos no necesariamente— sino que apenas de un rollo vacío de papel higiénico. El famoso cono, que en realidad es un tubo. Nada glamoroso pero por lo mismo muy práctico, ya que solo hay que poner los collets, uno a uno, alrededor de este cartón, y luego guardarlo en un cajón que lo proteja de gatos o niños pequeños. Resuelto: todos los collets en un solo lugar y sin gastar un peso. También sirve para elásticos o bandas de todo tipo.

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¡Collets a mí! (Foto: FamilyHandyMan.com)

8— También para enrollar papel

El tubo de papel higiénico entrega un mundo de posibilidades. Sabemos que es el rey de las manualidades escolares, pero también tiene mucho amor que entregar en la casa. Por ejemplo, para atrapar esos pliegos de papel que se han usado —de regalo, de embalaje, de aluminio, etc.— pero que todavía guardan muchos metros de utilidad e insisten en abrirse y arrugarse. Lo normal es cerrarlos con un elástico, pero casi nunca hay uno a mano, y la opción siguiente suele ser ponerles un pedazo de scotch. Pésima idea, ya que no conseguirán mucho más que romper el papel cada vez que lo abran.

Aquí es cuando entra nuestro querido tubo de cartón. Cortándolo longitudinalmente —es decir, de arriba a abajo—, tendremos una pieza con la cual atenazar casi cualquier rollo de papel. Solo hay que apretarlo con el cartón haciendo la mayor tensión posible, y luego asegurarlo con un poco de cinta adhesiva, la que no dañará el papel, ya que irá pegada al tubo. Un maravilloso y económico artefacto reutilizable.

9— Organizador de cables

¡Seguimos con el rollo de confort! Aunque su coraza sea gris piedra, su corazón es infinito, lleno de bondad y buenas intenciones. Ahora él y muchos de sus compañeros, que tanto hicieron con su papel por mantener nuestros cuerpos limpios, pueden ser capaces de solventar otro de los flagelos posmodernos: la organización de cables.

Más arriba hablamos de los cables enchufados. ¿Pero qué pasa con los USB, los microUSB y los USB-C, necesarios para cargar los aparatos que nos mantienen con vida? Cada smartphone de la casa ocupa uno —no siempre del mismo tipo—, también los audífonos inalámbricos, la tablet, el parlante Bluetooth, el control de la consola, el teclado del computador, los discos duros y todo el sinfín de tecnología que, supuestamente, nos hace más fácil la existencia.

Cables que nunca están cuando se los necesita, y si están, no funcionan. Para encontrarlos siempre, y además cuidarlos, podemos usar una caja —ideal una de zapatos— y llenarla con la mayor cantidad de rollos de cartón, ordenados verticalmente. Luego poner un cable distinto dentro de cada uno de los rollos, cerrar la caja, etiquetarla y guardarla en el lugar más seguro de la casa.

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Cada cable en su lugar. (Foto: FamilyHandyMan.com)

10— Guarda el six-pack

No soy muy amigo de los six-pack de botellas de cerveza, ya que suelen ser un desperdicio de cartón. Por mucho que uno después los recicle —y considerando que ahora siempre se sale a comprar con una bolsa—, no hacen ninguna diferencia en su consumo, solo aumentan los desechos.

Pero si te tentaste en el supermercado con una promoción, o alguien llegó a tu casa con un sextete bajo el brazo, entonces no lo dobles ni lo rompas: guárdalo para reutilizarlo como contenedor de tus salsas o aliños en el refrigerador. Si tienes el espacio suficiente, será muy útil para organizar la salsa césar, el chimichurri, la mostaza, el ají o lo que sea que le eches a tus comidas. En vez de escarbar en el refri por esos potes siempre escurridizos, mejor tenerlos juntos y a mano, llegar y sacar. Si a estas alturas de la pandemia aún te quedan energías, puedes pintar el cartón para que no se vea tan mal.

11— Tornillos en frascos de vitaminas

O en frascos de cualquier otro remedio. Para no perder tiempo buscando el tornillo o la tuerca que necesitas en tu atiborrada maleta, simplemente guarda los envases vacíos de las píldoras que te estén recetando y deposita ahí, categorizadas, todas esas piezas que en algún momento te servirán para reparar algo.

Mejor aún si las marcas y etiquetas con el nombre de la pieza que va dentro, para que no tengas que abrirlas cada vez que necesites una. Y muchísimo mejor si pones todos estos frascos en una misma caja, para que nunca se escape ninguno.

12— Diferencia las llaves con esmalte de uñas

No importa cuánto tiempo pase, cuántos años lleve viviendo en este lugar, todavía al entrar en mi casa confundo la llave de la reja con la de la puerta. Están en el mismo llavero pero en una argolla distinta, a prueba de tontos para no equivocarse, pero todas y cada una de las veces me pasa: pongo en la cerradura de la reja la de la puerta y en la de la puerta la de la reja.

Y eso que tengo solo dos llaves. Me imagino cómo deben sufrir quienes además incluyen en su llavero las de la bodega, de la oficina, de la caja fuerte, del candado de la bicicleta, de la casa de la mamá, del negocio o del diario de vida.

Venden unos plásticos de colores que se ponen alrededor de las llaves, y que sirven para diferenciarlas, pero nunca me funcionan: se rompen, se salen, se caen. Lo que sí funciona es algo más simple: pintarlas con distintos colores de esmalte de uñas, quizá la tintura más resistente que existe. Lo hemos comprobado: al menos dura más tiempo que la pintura en spray.

13— Cuelga los productos de limpieza

Es probable que debajo del lavaplatos se encuentre el lugar más triste de la caza. Productos de limpieza, paños, cepillos de dientes viejos, bolsas, trapos, virutilla y un sopapo viven hacinados, oscuros y desordenados. Son los utensilios que limpian tu mugre, que le dan civilidad a tu morada, pero los tratas como delincuentes de la peor calaña, humillados entre la humedad y la basura.

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¡Así da gusto un mueble de aseo! El orden, eso sí, no viene incluido con la barra.

Muéstrales un poco de respeto, que tanto se lo han ganado. Hay muchas maneras de hacerlo —simplemente ordenando es la primera—, pero existe una que también te hará más fácil el uso de estos productos. Se trata de usar una barra de cortina de ducha a presión, que las venden en ferreterías y multitiendas, y colocarla en este mueble que queda bajo el lavaplatos. Ahí podrás colgar todos los limpiavidrios, antigrasas, cloros y otros productos que vengan en un pulverizador.

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*Los precios de los productos en este artículo están actualizados al 8 de junio de 2021. Sus valores y disponibilidad pueden cambiar.

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