Jamás me destaqué por ser una persona deportiva. Por el contrario, tengo un antirécord que lo demuestra: estuve en atletismo a los 10 y sólo fui dos semanas, mientras que en aikido me pasó lo mismo cuando tenía 14. A los 20 intenté hacer algo más alternativo y me inscribí a un taller de tela, pero apenas pasé la clase de prueba. Lo mío no es flojera, sino falta de compromiso a largo plazo, algo que quise cambiar este verano, inscribiéndome a un gimnasio a una cuadra de mi casa. Pero llegó el coronavirus y lo tomé como una señal de que la actividad física y yo éramos incompatibles: tras tantos fracasos, decidí finalmente rendirme.

Con el comienzo de la cuarentena, mientras intentaba encontrar una forma de sobrellevar el encierro, encontré un hashtag absolutamente prometedor. Una tendencia que se instaló en TikTok y que anunciaba que en dos semanas uno podía conseguir unos abdominales de acero. Se trataba del #ChloeTingChallenge. Las fotos de los usuarios de su antes y después de probar esta rutina eran tan imposibles como motivadoras, la mejor estrategia de marketing. No fui el único que cayó: solo en marzo de este año la popularidad del canal de su creadora, Chloe Ting, se contabilizaba en 2.5 millones de seguidores. Después, en abril, consiguió duplicar esa cifra y para junio ya tenía 10 millones de suscriptores.

Mientras avanzaba el otoño y me adecuaba al teletrabajo, mi cuerpo me pedía a gritos quedarse en cama viendo Netflix, pero me propuse como meta personal comprometerme por al menos dos semanas con la youtuber australiana.

Como si fuera una religión, fui devoto y obediente. Tal como ella lo indica, destiné un horario fijo todas las tardes, corrí un par de muebles e instalé mi mat —recomiendo uno cómodo, porque sino duelen los codos al hacer planchas—. Todo listo para ponerme a saltar como un fervoroso creyente frente al computador.

El primer día fueron casi 30 minutos, una mezcla entre entrenamiento de intervalos a alta intensidad (HIIT) y abdominales. Para ser franco, volvieron a mí los terroríficos flashbacks de educación física en el colegio, cuando nadie me elegía para ningún equipo por lento y que mi mente adolescente interpretaba como un rechazo total y el principio del fin del mundo.

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José Luis Pareja, kinesiólogo y director de posgrado en la Facultad de Ciencia de la Universidad Mayor, dice que este tipo de rutinas son “una buena forma de estimularse y no caer en el sedentarismo, solo usando sólo el peso corporal. Es una oportunidad, además para aprovechar de involucrarse en familia. La gran mayoría de las casas tienen televisores inteligentes y la gente puede hacer una actividad lúdica en conjunto”.

Efectivamente, los resultados se ven rápido. Por pudor, nunca me tomé fotos del antes y después, pero empecé a notar cómo la ropa quedaba más holgada. Y sin ánimo de alimentar la cultura de las dietas y los trastornos alimenticios, dedicar un tiempo al día a moverse y desafiarse con estas rutinas va más allá de lo estético: es muy placentero y rápidamente se hace necesario en la rutina, sobre todo si no se puede salir.

Y aunque la mayoría de los ejercicios son sin equipamientos, Chloe Ting sacó su propia línea de indumentaria fit y en algunos vídeos recomienda el uso de bandas de resistencia o mancuernas.

Una versión alternativa que podemos encontrar —y que llegará a nuestra casa en menos tiempo— son estas bandas Ultimate Fitness, que además traen un manual de uso para no equivocarse.

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Después de 14 días en los que apenas hay descanso, seguí indagando en otros programas de Chloe durante un par de meses, hasta que me aburrí. Pero Ting sólo fue la puerta de entrada a otras youtubers del mundo del fitness.

“Las personas generan una especie de adaptación y hábito al ejercicio por las endorfinas que se liberan. Estas te hacen sentir bienestar, sobretodo en tiempos de confinamiento”, dice Pareja.

La youtuber alemana Pamela Reif llegó a mí por recomendación de una amiga que se obsesionó con ella. Me dijo que sus ejercicios no eran tan difíciles como los de Ting, donde a veces uno cree que se va a desmayar, pero que eran igual o más efectivos. Y en mi travesía del héroe por ganarle al sedentarismo, huérfano de ídolos y buscando nuevas inspiraciones, empecé a seguirla.

Reif comenzó su carrera como youtuber fitness cuando era adolescente. Hoy tiene 24 años y es, según Forbes, una de las influencers menores de 30 con más patrimonio de su país. Hoy su nombre es también su marca de merchandising y alimentación saludable, además de ser rostro de Puma. En su Instagram, que tiene casi 7 millones de seguidores, Reif ofrece rutinas semanales que publica en sus historias, y a diferencia de Chloe Ting ella no promete nada, pero entrega herramientas realistas y periódicas para mantenerse activo. Cada domingo publica un plan para principiantes, otro de 30 minutos y dos de 45 minutos.

Durante diciembre, Reif publicó videos de baile entretenido con temática navideña —algo así como zumba con villancicos—, pero acá hay sentadillas, saltos y movimientos más cercanos al HIIT.

Efectivamente, lo mejor de Reif es que sus rutinas parecieran ser menos intensas que las de Ting, entonces resulta fácil terminarlas (o al menos intentarlo). Los 30 minutos no se sufren, sino que, por el contrario, se hacen entretenidos. Con mix de canciones de gimnasio, Pamela sonriendo en cada video y con la aparición del cantante Jason deRulo en una de las rutinas, a mí parecer el método Reif es amable y bien llevadero con una vida de teletrabajo. Hasta ahora es mi favorita.


En este lado del mundo también hay una exponente que cae bien para los que buscan moverse pero no tienen tanto tiempo en la agenda. Madfit —el nombre en Instagram de la canadiense Maddie Lymburner— supo abrirse paso en el mundo de las youtubers fitness creando rutinas exprés que duran solo una canción. Así, al ritmo de los hits de Harry Styles, Ariana Grande, Dua Lipa o Lizzo, Madfit te saca el jugo en apenas cuatro minutos. Si estás pegado con algún hit que pillaste en la radio o algún TikTok, probablemente ella ya lo convirtió en una rutina de abdominales.

Y aunque tiene otros entrenamientos largos, los que se llevan millones de likes son las coreografías. Mis favoritos por efectividad son sus rutinas de abdominales y squats. Son cortos, pero intensos.

Las ventajas de hacer ejercicio al ritmo de una youtuber son grandes: no hay que salir de la casa, se puede hacer en un espacio pequeño, no hay que pagar membresía en un gimnasio y, sobretodo, no hay que lidiar con las miradas de nadie ni con musculines que levantan exageradas cargas en máquinas llenas de sudor.

Pareja recomienda escuchar el cuerpo y sus límites: “no hay que hacer actividades de fuerza y resistencia si no lo estás pasando bien. Si al día siguiente presentas dolores musculares, de articulaciones y no puedes moverte, no es el sentido de la actividad física: esto debe ser una progresión paulatina, donde el deportista sienta que gasta energía pero que no tiene molestia ni sensación de ahogo”

Al mismo tiempo, el especialista señala que las personas con algún antecedente, como hipertensión, tabaquismo o enfermedades cardiometabólicas, y que no realizan actividad física, deben consultarlo antes con un doctor. “Incluso esto se puede hacer por videollamada, pero es importante que el médico les explique qué tipo de ejercicio pueden hacer”

“Este no es el fin de los gimnasios”, enfatiza el especialista, “cuando todo vuelva a la normalidad, las personas querrán salir a entrenar puertas afuera”, cree. Yo, en cambio, creo que no volveré a engañarme a mí mismo: jamás me convertiré en runner, no me levantaré un sábado a las 7 para subir un cerro ni volveré a encerrarme en un gimnasio, ni siquiera cuando el 100% de la población esté vacunada. Yo y mis abdominales nos quedamos en casa con nuestras youtubers.