Hablábamos, hace pocos meses, de las ventajas que tenía trasladarse en bicicleta durante la pandemia. A sus ya conocidas virtudes —no contamina, no gasta combustibles, no paga impuestos, casi no ocupa espacio y quema calorías— se le agregó otra: pedaleando casi no hay riesgo de contagiarse el coronavirus.
Por eso, durante el desconfinamiento han sido muchas y muchos los que comenzaron a transportarse en bicicleta. Ciudades como Santiago, a pesar de sus más de 340 km de ciclovías, no estaban preparadas para recibir este aumento de ciclistas, y la autoridad —a diferencia de lo que ocurrió en urbes como París, Bogotá o México DF— no reaccionó a tiempo ni adaptó la infraestructura vial para promover su uso.
Mientras tanto, al reducirse el tráfico vehicular —hasta un 59% en la capital durante la cuarentena—, los pocos autos que circulaban por las calles lo hicieron a mayor velocidad, aprovechando además la escasa fiscalización: actualmente, Carabineros y los inspectores fiscales solo detectan tres de cada diez mil excesos de velocidad. ¿El resultado de todo esto? 85 ciclistas muertos en siniestros viales entre enero y septiembre del 2020, un 30% más que el mismo periodo del año anterior, además de tres fallecidos en las últimas dos semanas.
(Así, a veces, es andar en algunas ciclovías de Santiago).
“Sería duro decir que Santiago es una ciudad insegura para movilizarse en bicicleta”, dice Diego García, arquitecto, máster en Ingeniería de Transportes y director ejecutivo de la ONG Pedaleable, una corporación que lleva años trabajando —con iniciativas como Mapocho Pedaleable— para fomentar la inclusión de las y los ciclistas en la infraestructura vial. “Pero ante la ausencia de fiscalización efectiva y de políticas públicas ambiciosas en estos meses, hemos tenido estas lamentables consecuencias”.
Algo parecido opina Max Kaempfe, vocero del movimiento ciclista Pedalea x la calle. “Santiago es súper pedaleable, pero la pandemia nos ha jugado en contra: subió la velocidad de los autos, bajó la fiscalización y los siniestros viales alejan a los nuevos ciclistas. Esto último es lo peor que puede pasar, porque toda la evidencia internacional muestra que entre más gente se transporta en bicicleta en una ciudad, más segura es esta para pedalear”.
Ante automovilistas imprudentes o choferes de micros que hacen maniobras inapropiadas es poco lo que un ciclista puede hacer. Pero si se siguen los siguientes consejos —entregados por García y Kaempfe—, los viajes en bicicleta serán mucho menos riesgosos y una convivencia vial respetuosa y segura se hará más posible.
1. Hacerse visible
Un ciclista debe hacerse notar. Esto no significa ir a toda velocidad, hacer ruido o realizar piruetas llamativas, sino que asegurarse de que todo el entorno te vea. Partiendo por usar luces y reflectantes cuando la luz del día está baja. “Esto es fundamental para evitar malas sorpresas”, dice Max Kaempfe, aunque alerta de que no se trata de poner cualquier luz en cualquier parte. “Debe ser blanca en la parte delantera y roja en la trasera”. No es un orden antojadizo, sino para darle a entender a los demás, en el medio de la noche, cuál es la dirección en la que estamos circulando. “Si un automovilista ve una luz roja frente suyo, pensará que es un ciclista que va en su mismo sentido. Pero si resulta que nosotros la pusimos al revés, en la zona frontal, de pronto se encontrará con una bicicleta que va en su contra, y eso puede provocar un siniestro”.
“Hay que usar reflectantes e ir, cuando no hay ciclovías, por la calzada de la calle, no pegado a la orilla”, agrega Diego García. Eso puede que no le guste a los conductores, pero ayuda a tener notoriedad. “Pasar desapercibido es riesgoso”.
2. Ser predecible
Para muchos, una de las gracias de circular por la ciudad en bicicleta es la posibilidad de improvisar. Subirse y bajarse de la vereda, doblar en cualquier calle, adelantar por derecha o izquierda. Lo cierto es que en ese movimiento impredecible está uno de los mayores riesgos.
“Si te mantienes derecho en tu pista, sin andar zigzagueando, señalizando con los brazos antes de doblar, el automovilista se siente más seguro al momento de adelantarte”, dice Kaempfe. “Siendo predecible le facilitas la pega a los autos”. Según él, ante un ciclista que se mueve mucho, los conductores dudan y ahí se producen varios siniestros. “No saben en qué momento adelantarte, bajan la velocidad, desde atrás les tocan la bocina, se cohíben o ceden a la presión del resto y toman malas decisiones”.
Si no hay una ciclovía disponible, la normativa dice que hay que moverse por la calzada. “Y eso es lo que hay que hacer”, explica Diego García. “No andar entrando y saliendo de la vereda, saltando la cuneta o virando sin avisar”.
3. No usar audífonos
Pedalear escuchando tu música favorita puede parecer una gran terapia contra el estrés: sentir la velocidad en la cara mientras gastas energía y suena una canción especial no tiene mucha comparación en este mundo, pero lamentablemente no es una muy buena idea.
“Para moverse en bicicleta hay que usar los cinco sentidos”, dice García. “Hay que ir concentrado, en modo viaje, y para eso el oído es muy importante”. Escuchar la bocina de un auto, el ruido de un motor que se acerca por detrás o el aviso de alguien que viene por el lado puede hacer toda la diferencia.
“No hay que regalarse”, resume Kaempfe. “Mucha gente dice: ‘no, pero yo escucho música bajito’, o ‘solo uso un audífono’. Da lo mismo: todos los ruidos del ambiente son necesarios de escuchar, porque te permite anticipar cosas”. Los oídos son, en otras palabras, el espejo retrovisor de los ciclistas. Sin darse vuelta uno puede saber si el vehículo que viene es una moto, un auto, una micro o un camión. “Y no es igual que te adelante uno u otro”.
4. Buscar el contacto visual con los conductores
Dice Kaempfe que aunque haya señales de tránsito y que la gran mayoría de la gente las respete, uno no puede confiar ciegamente a que eso suceda. “Si yo quiero cruzar y hay un ceda el paso, el conductor debe detenerse, pero lo que recomiendo es mirarlo, asegurarme de que me haya visto, y ahí atravesar la calle. Cuando la otra persona te ve a los ojos, la posibilidad de un siniestro se reduce mucho”.
Diego García también lo aconseja estando en la calzada, especialmente con choferes de micro. “Los buses pesan unas 15 toneladas, son animales no menores, con muchos puntos ciegos. Por eso sugiero hacer contacto visual con las y los operadores, ya sea a través de los espejos o en una luz roja mirándolo por la ventana. Al moverse en velocidades promedio similares, esto sirve para fomentar el respeto”.
5. No circular pegado a la cuneta
La tendencia, cuando toca pedalear por la calzada, es a pegarse a la solera, más conocida como cuneta, para evitar lo más posible la cercanía con los vehículos motorizados. Quizá responde a un instinto de supervivencia, pero en realidad no es lo más seguro.
“Al borde de la pista suelen haber baches, basura rejas de los sumideros u otros accidentes del pavimento que lo hacen peligroso”, dice García. “Las y los ciclistas, cuando no hay una ciclovía disponible, tienen el derecho de ir por la calzada”.
Kaempfe reconoce que no siempre es fácil, ya que los autos suelen presionar para adelantar, pero “hay que tratar de ir un metro dentro de la calzada”. Esto además da la posibilidad de adelantar por la izquierda a vehículos detenidos, como micros, taxis u otros, lo que es mucho más seguro que hacerlo por la izquierda.
6. Planificar el viaje
Si sabemos dónde queremos llegar tenemos también que saber cómo vamos a ir. Qué calle es más ancha o más segura, cuáles conviene evitar y dónde hay ciclovías: todos esos detalles son necesarios de revisar antes de ponernos a pedalear.
“Saber por dónde uno irá da más seguridad y previsibilidad”, dice Diego García. “Para eso, es recomendable trazar un recorrido según las ciclovías existentes”.
Antes eso podía ser más difícil, ya que la información respecto a las ciclovías no estaba disponible, pero hoy hay mapas online —como el de Bicineta— que reportan el estado y extensión de estas rutas, e incluso hay una app, Bikelite, que funciona como un Waze para ciclistas: ingresas tu punto de partida y el de llegada y la aplicación te sugiere el mejor camino, priorizando ciclovías y calles de velocidades bajas.