La supuesta autonomía y control sobre la salud reproductiva es el gran atributo que tienen los métodos anticonceptivos femeninos. Y si bien este camino para algunas mujeres puede ser muy sencillo, para otras no lo es tanto. Existen diferentes métodos y cada cuerpo humano es único y especial, y en algunos casos se abre una desagradable incertidumbre, llena de dolor e incomodidad. Sí, estamos hablando de los efectos adversos.
Una encuesta, realizada por una marca de anillos vaginales a comienzos de 2022, reveló que el 60% de las mujeres comenzó a utilizar anticonceptivos entre los 15 y 20 años, pero que la mitad de ellas ya no los usa. Entre otros motivos, porque al 60% de las consultadas le preocupa la cantidad de hormonas que contienen los métodos orales —es decir, las pastillas anticonceptivas, que son usadas por casi un tercio de las mujeres encuestadas—, y a un 39% le complica la nula protección que entregan contra infecciones de transmisión sexual como también la necesidad de recordar su ingesta todos los días.
Anticoncepción a la carta
Si analizamos los anticonceptivos con hormonas, puedes encontrarlos en distintas presentaciones: píldoras de consumo oral, anillos vaginales, inyecciones, parches transdérmicos, implantes subcutáneos y dispositivos intrauterinos con liberación hormonal.
Pero todos los hormonales en sí se pueden dividir en dos grandes subgrupos, como explica Milena Zamboni, médico gineco-obstetra de Red de Salud UC Christus y profesora asistente de la Pontificia Universidad Católica: los combinados que poseen estrógeno más progesterona y los otros que traen solo una hormona, que es la progesterona.
“Lo que más se usa son las pastillas que traen las dos hormonas, aunque el estrógeno aumenta la presión arterial y el riesgo de trombosis, especialmente en mujeres con obesidad o que fuman”, advertía en un artículo pasado Daniela Ribbeck, médico parte de la asociación Ginecólogas Chile.
¿Pero cómo funcionan? Al aumentar la dosis de las hormonas femeninas naturales, como el progestágeno (progesterona) y el estrógeno, se le da una señal a la hipófisis, zona del cerebro que regula el ciclo reproductivo, de que no hay que ovular. El progestágeno, además, limita la producción de mucosa en el cuello del útero, por donde podrían llegar los espermatozoides en su camino a la fecundación. Así, adicionalmente, les impiden que lleguen a su destino. Hay píldoras con ambas hormonas y otras sólo con progestágeno.
Entre los anticonceptivos sin hormonas, existen alternativas como el diafragma, la T de cobre, el condón femenino y por supuesto el masculino: este último, además de evitar la fecundación, proporciona una protección efectiva del 96% contra las enfermedades de transmisión sexual (ETS). Ni el diafragma, ni la T de cobre son capaces de prevenir las ETS.
El proceso de elección
De acuerdo al estudio realizado por El Anillo que te Libera, el 93% de las mujeres prefiere obtener asesoría y orientación de un especialista en ginecología antes de elegir su método anticonceptivo, por lo tanto no son muchas las que se deciden por la publicidad o las tendencias del momento.
Previo a recomendar cualquier opción, Eliecer Pincheira, ginecólogo de Clínica Dávila y Dávila Vespucio, primero establece una buena historia clínica, “que incluya sus antecedentes personales y familiares, así también experiencias previas de uso de método anticonceptivo. Me interesa saber el conocimiento que tiene la paciente sobre el tema, muchas veces para desmitificar información errónea que se pueda adquirir socialmente”.
Aquí es cuando entran en la conversación los efectos secundarios, que según Pincheira “son una respuesta inherente a cada método en particular”. Algunos, incluso, pueden ser positivos para algunas mujeres. Por ejemplo:
- Disminución del volumen menstrual: algo que puede ocurrir con todos los métodos, excepto con la T de cobre.
- Disminución de la dismenorrea: el dolor menstrual se suele atenuar con los métodos anticonceptivos, especialmente los hormonales.
- Reducen el acné y vello corporal: esto puede ser una ventaja para quienes no se sientan cómodas con estas reacciones hormonales del cuerpo.
- Estabilizan el ánimo
Sin embargo, estas consecuencias no aparecen en todos los casos. Al contrario: para algunas usuarias, más que efectos secundarios son reacciones adversas que pueden significarles más de un problema.
“Estas reacciones pueden ser leves y no requerir manejo, pero también hay casos severos donde se puede llevar a la suspensión del método”, dice. “Para cada usuaria existe el método más adecuado, por eso es importante una indicación personalizada”.
Una vez que se evalúen cada uno de los riesgos, el o la ginecóloga aconseja cuál es el mejor método para ella y así disminuir los efectos adversos. “Hay que explicar también cada uno de los efectos que pueden aparecer según cada método y que la usuaria sepa que la mayoría son manejables: en algunos casos se requerirá suspender el método, pero esto siempre debe ser supervisado por un profesional”, puntualiza.
Efectos adversos
No existen muchos estudios sobre los efectos secundarios o a largo plazo del uso de anticonceptivos hormonales, pero los que hay no son muy tranquilizadores. Una investigación realizada en Dinamarca sugiere que el control de la natalidad hormonal se correlaciona con un mayor riesgo de depresión, mientras que otro estudio sueco, que siguió a 300 mujeres que tomaron anticonceptivos orales o una píldora de placebo durante tres meses, concluyó que ingirieron la pastilla obtuvieron puntajes más bajos en una medida de bienestar psicológico general.
Según los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades de Estados Unidos (CDC), aproximadamente el 63% de las mujeres que dejaron de tomar píldoras anticonceptivas, y aproximadamente el 65% de quienes se extrajeron un dispositivo intrauterino (las dos formas más populares de anticoncepción), dijeron que los efectos secundarios fueron una de las principales razones por las que decidieron hacer un cambio.
“Todo método es diferente, cada uno tiene su propio beneficio, su propio riesgo y su propios efectos adversos”, dice Zamboni. Pincheira asegura que jamás se le debe restar importancia a la usuaria y a lo que siente, aunque este sea un síntoma leve. “Si no se siente cómoda, hay que escucharla, acogerla y ofrecer opciones de manejo”.
“Las consecuencias más frecuentes son el cambio de patrón de sangrado o incluso la ausencia de menstruación”, agrega Pincheira. “También la cefalea (dolor de cabeza) y la disminución de la libido, en el caso de los anticonceptivos orales, como además la mastodinia (dolor o congestión mamaria)”, cuenta. En el caso de los dispositivos tipo T de cobre, “el aumento en la cantidad de flujo menstrual es lo más frecuente”.
Sobre la libido, Zamboni dice que “nunca se ha demostrado que la anticoncepción hormonal disminuya la libido en grandes poblaciones. Esta es muy multifactorial, no depende solamente de la anticoncepción: depende de la relación de pareja, del estrés o del momento del año, entre otras. Tiene demasiados factores como para adjudicarse solamente a uno”.
“Si alguna mujer siente que efectivamente su libido se ve disminuida por la anticoncepción hormonal, entonces hay que ofrecerle una no hormonal”, analiza la gineco-obstetra.
Cambiar
“Si una mujer desea la anticoncepción, no tiene por qué estar sin ella”, dice Zamboni. Por eso es que tener toda la información disponible a la mano, asesorada por especialistas, es algo tan importante. “Existen muchos métodos anticonceptivos: de acuerdo a los efectos adversos o los síntomas una tiene que evaluar si es adjudicable o no”, apunta.
Para Pincheria, este proceso debe ser personalizado y conversado con la usuaria. “Hay efectos adversos que significan una contraindicación del método y se debe suspender. En ese caso, hay que elegir un nuevo método. Sin embargo, cuando existen efectos moderados o leves, se pueden ofrecer alternativas de tratamiento o cambio de método si la paciente así lo desea”, explica.
Al cambiar de método, el médico señala que habitualmente se sugiere usar métodos de barrera o abstinencia por siete días. “El mejor método anticonceptivo”, comentaba Daniela Ribbeck, “es el que escoge la mujer informada”. Pero para eso, inevitablemente, es importante tener una buena consejería de anticoncepción con un profesional capacitado.
Una idea: escribir tus síntomas y sensaciones
Una forma para entender bien el proceso por el que estás atravesando al iniciar un nuevo método anticonceptivo es escribir a diario cómo te vas sintiendo. Al documentar los síntomas podrás recordar las sensaciones que experimentas, lo que hará más fácil y ordenada la comunicación a un especialista. Puedes escribirlas con tu puño y letra, hacerlo vía notas en el teléfono o usando apps de seguimiento menstrual.
Pincheira lo recomienda, “pues orienta al profesional al momento de la consulta para establecer un calendario menstrual, con las características cuantitativas y cualitativas del ciclo menstrual, y así tomar una decisión junto a la usuaria sobre el método más recomendable para ella”.
“Toda la información que la usuaria pueda aportar es de suma relevancia para poner en la balanza la permanencia del método actual versus un cambio de método anticonceptivo”
En un artículo del sitio SELF, recomiendan registrar todo el periodo: cuándo llega y se acaba la regla, los cambios físicos y psicológicos, la medición de suplementos que estás ingiriendo al día, las variaciones en la alimentación y el ejercicio físico, etcétera. Considerando todas estas variables, y al cabo de unos días, podrías hacerte una idea más general de lo que está pasando con tu cuerpo.
En caso de estar atravesando por algún efecto secundario o reacción adversa y sospechas que puede estar asociado a tu tipo de método anticonceptivo, no dudes en contactar a tu ginecólogo.