La aromaterapia es una disciplina que dice aprovechar las propiedades de aceites esenciales que provienen de plantas, hierbas, flores y cortezas naturales, y cuyos beneficios ingresarían a nuestro organismo mediante su inhalación. Su origen es milenario: existen hallazgos vinculados en culturas como la mesopotámica, india, egipcia o griega, quienes usaban los aceites esenciales para distintos fines terapéuticos.
“Los aceites esenciales son extractos altamente concentrados de ciertas plantas, ricos en moléculas aromáticas y otras sustancias químicas, como los terpenos”, explica Marcela Espinosa, académica de Medicina en la Universidad Andrés Bello, Sede Viña del Mar, y especialista en Medicina Integrativa. El estudio científico de estos aceites esenciales se remonta a los siglos XVIII y XIX, especialmente en países como Francia y Reino Unido.
Pero no fue hasta 1937 que el perfumista y bioquímico francés, René-Maurice Gattefossé, publica el primer libro sobre el tema: Aromaterapia: aceites esenciales y hormonas vegetales. Poco tiempo después, Marguerite Mary, bioquímica austriaca pero radicada en Francia, desarrolló un método único para aplicar aceites esenciales a la piel con técnicas de masaje.
Desde entonces, las personas que aplican o reciben la aromaterapia se han multiplicado en todo el mundo, siempre con la promesa de mejorar la salud mediante procesos naturales y poco invasivos. Eso también la ha convertido en un excelente negocio: diversas consultoras estiman que el valor del mercado de difusores de aromaterapia es de unos 1,52 mil millones de dólares en 2024, y se espera que alcance los 2,17 mil millones de dólares en 2029, creciendo a una tasa anual del 7,37%. Para América Latina se espera que ese crecimiento sea del 9,5%.
Pero la falta de suficiente evidencia científica que respalde a la aromaterapia hace que muchos la consideren una pseudociencia. Para despejar dudas, el Estado español se propuso generar informes, basados en los estudios e investigaciones existentes, para informar a su población sobre la verdadera efectividad y seguridad de esta y otras terapias alternativas. Los resultados salieron a la luz recientemente y no son muy concluyentes.
“La calidad de la evidencia según las revisiones sistemáticas incluidas en este informe se ha considerado baja o muy baja. Muchos de los resultados son inconsistentes, imprecisos y se basan en estudios con riesgo de sesgo alto o incierto”, dicen respecto al material sobre aromaterapia.
“Las conclusiones no pueden ser definitivas debido a la baja calidad metodológica de muchos de los estudios incluidos en las revisiones sistemáticas identificadas. La aromaterapia puede ser un recurso complementario de algún valor para el tratamiento de síntomas físicos y psicológicos en enfermedades cardiovasculares y dismenorrea. Los aceites esenciales son naturales, pero no inocuos, y se han identificado una serie de eventos adversos leves asociados a su uso”.
“Es lamentable que en España se esté realizando esta campaña de desprestigio de las terapias complementarias”, apunta Espinosa. “En el apego a creencias obtusas solo encontramos barreras, desviándose de los objetivos como humanidad”, opina. Actualmente, agrega, hay un alza en las investigaciones sobre estas terapias, por lo que espera que “con el tiempo aprendamos cómo aprovecharlas mejor. Es recomendable seguir profundizando en su estudio desde la curiosidad”, señala.
¿Es seguro practicar la aromaterapia?
En el informe de salud español destacan que las indicaciones para las que la aromaterapia ha mostrado ser eficaz, con una moderada o alta confianza, son el control de la ansiedad, la frecuencia respiratoria y el ritmo cardíaco en enfermedades cardiovasculares y el dolor en dismenorrea (dolor uterino menstrual); sin embargo, no existen estudios específicos sobre los beneficios de los aceites esenciales.
“Si bien la aromaterapia no cuenta con evidencia científica contundente que respalde su uso para tratar condiciones médicas específicas, sí puede ser una herramienta complementaria para promover el bienestar y la salud mental”, comenta Mauricio Bonilla, médico especialista en salud pública de Saluta.
“Desde mi perspectiva médica, la aromaterapia podría ser una práctica beneficiosa para el bienestar mental y emocional”, dice. Los aromas agradables pueden estimular el sistema límbico, “que es la parte del cerebro que regula las emociones y así generar sentimientos de relajación, calma y reducción del estrés”.
Bonilla, eso sí, no va más lejos, y subraya que no debemos entender la aromaterapia como un tratamiento médico en sí mismo. “Puede ser una herramienta valiosa para complementar otras terapias y estrategias de bienestar mental”, agrega.
Un complemento
Samuel Fernández, psicólogo clínico en Saluta, también añade que la aromaterapia no cuenta “con respaldo científico sólido para curar enfermedades, pero puede ser beneficiosa como complemento en la promoción de un ambiente relajante”. Por eso mismo, para quienes quieran usarla, sugiere contextos donde se busca mejorar la calidad del ambiente, reducir el estrés o fomentar un estado de relajación.
Marcela Espinosa vuelve a enfatizar que muchas conclusiones de investigación sobre aromaterapia continúan siendo vagas. Sin embargo, dice que esos resultados se deben interpretar con humildad: “no hay que enaltecer sus beneficios pero tampoco desmerecerlos. Nadie puede jugar con las ilusiones de las personas, pero tampoco quitarles la oportunidad de sentirse mejor”, señala.
Cómo funciona la aromatrapia
Según Espinosa, la aromaterapia se basa en la modulación emocional que pueden producir los aromas de estos aceites esenciales dada la conexión directa del olfato con centros cerebrales primitivos.
“Todos hemos experimentado el confort que nos provee un olor familiar, esa sensación que nos ancla a un recuerdo agradable”, dice. “Hay aromas que evolutivamente hemos asociado con ciertas emociones, por lo que existen algunos patrones comunes”, analiza.
Por ejemplo, los cítricos se asocian frecuentemente con alegría y frescura, o la menta nos puede ayudar a despertar y mantener la concentración.
Conexión con el momento
“En un entorno cultural altamente estimulante y demandante, dedicar unos segundos de atención plena al aroma escogido puede volvernos rápidamente a nuestro centro y ayudarnos a enfrentar los desafíos con mayor claridad”, comparte Espinosa. Puede funcionar como un buen ejercicio para enfocar la atención y evitar el desgaste que provoca la multitarea.
La subjetividad del gusto
Aunque ciertos aromas se asocian a algunos efectos, finalmente depende más de la relación personal que tenga cada uno con el olor o la planta en sí.
Fernández explica que hay ciertos estudios que sugieren efectos específicos para algunos aromas, como regular emociones o mejorar el estado de ánimo, pero la variable de la subjetividad es clave y no se puede perder de vista. “Hay personas a las que el olor a lavanda, uno de los aromas con más propiedades, no les agrada; en dichos casos, el efecto puede ser totalmente opuesto”, cuenta.
Cuidado con la ingesta
Uno de los problemas que denunciaba el informe español es que en los últimos años se han incrementado los casos reportados de intoxicación accidental por aceites esenciales, especialmente en la población infantil. “Se desconocen, además, las implicaciones que puede tener el uso continuado de los aceites esenciales y los efectos de su posible interacción con fármacos”, detallan en el informe.
Al no haber mucha evidencia científica respecto a sus beneficios, tampoco la hay sobre sus perjuicios si se utiliza de manera equivocada.
“Los aceites esenciales pueden ser tóxicos si se ingieren”, aclara Bonilla. “Algunos síntomas de intoxicación pueden incluir náuseas, vómitos, diarrea, dolor abdominal, mareos, convulsiones e incluso la muerte”.
Espinosa explica que sí hay aceites esenciales que pueden consumirse directamente. “En ciertos casos y circunstancias determinadas sí pueden ingerirse, aunque deben ser siempre guiadas por un profesional de la salud”, asegura la académica de la UNAB. Eso significa que jamás intentarlo en casa sin supervisión médica ni con cualquier producto de aromaterapia aleatorio. “Depende del aceite, la persona y el fin para el cual se vaya a utilizar, considerando riesgos e interacciones”, dice.
Muchos aceites esenciales solo están pensados para aplicarse en difusores aromáticos y por eso tienen una alta concentración. “Un uso inadecuado, como ingerirlos o aplicarlos directamente sobre la piel, puede producir desde una leve irritación hasta un sangrado digestivo”, advierte Espinosa.
Reacciones adversas
Existen varios reportes de reacciones alérgicas o alteraciones hormonales por mal uso de aceites esenciales para aromaterapia. En un artículo del New York Times sobre el uso de aceites esenciales en la piel, la dermatóloga Annie Gonzalez comentaba que muchas personas estaban convencidas de que el árbol de té era la gran solución para sus problemas. Sin embargo, al usar demasiado su aceite esencial sin diluir, los pacientes terminan empeorando la afección de la piel, incluso desarrollando tiña incógnita: una infección causada por hongos que se esconden.
“Eso me dificulta todavía más diagnosticar el problema principal y resulta más complicado solucionarlo, porque ahora hay que reparar la barrera de la piel que se ha visto afectada por el uso de estos aceites”, advertía González.
Otro punto son las alteraciones hormonales. Bonilla puntualiza que el aromaterapia “puede no ser adecuadas para las mujeres embarazadas o en período de lactancia”. Frente a esto, Espinosa dice que si bien algunos aceites esenciales tienen propiedades que influyen en el sistema hormonal, la evidencia científica sobre su capacidad para alterar el equilibrio hormonal de manera significativa aún es limitada.
“Por precaución, es preferible evitar el uso frecuente de lavanda en la infancia, pues se ha relacionado con algunos casos de pubertad precoz”, sugiere.
Desde el enfoque de la medicina integrativa, Espinosa explica que una perspectiva con altura de miras nos permitirá hacer un uso más eficiente de los recursos y obtener mejores resultados. “El rechazo inflexible por parte de la comunidad médica corre el riesgo de delegar la responsabilidad del uso y prescripción de estas herramientas a personas con buenas intenciones pero sin la formación necesaria para hacerlo”, opina. Por eso menciona que es necesario educarse y educar, “para satisfacer las demandas que nos plantean los desafíos de salud actual”.