¿Por qué le seguimos diciendo teléfono a los smartphones? Es como si a los laptops todavía los llamáramos “procesadores de texto”, que era la única función que tenían los primeros computadores personales. Es cierto, aún podemos llamar a alguien con nuestros celulares, pero a estas alturas esa es su utilidad menos relevante.
Hacemos este ridículo alegato —es como quejarse de que aún le digamos Alameda a una avenida que hace casi cien años no tiene álamos— porque la multifuncionalidad de estos aparatos no parece tener límites, y de llamar, mandar mensajes, conectarse a internet y sacar fotos —que ya son muchas cosas para una sola maquinita— pasaron también a transformarse en un método de pago.
No estamos hablando de comprar por internet o realizar transferencias a través del teléfono —algo que se puede hacer hace mucho tiempo— sino de que el celular mismo —sin sacar una tarjeta ni pedir datos bancarios— sea la herramienta con la cual pagamos un kilo de pan, dos helados artesanales o un nuevo colchón.
Ya se ve en publicidades en televisión y por supuesto en internet: la promesa de pagar “sin contacto”, apenas escaneando un código con el teléfono y eliminando incluso la necesidad de digitar la clave en un aparato, es parte de muchas campañas de bancos y retailers, ofreciendo más seguridad y rapidez en las compras.
Son las llamadas billeteras digitales —o e-wallets, para los siúticos—, un formato que algunos les parecerá excesivo —¿cuánto más dependientes podemos ser de nuestros celulares?— pero que, objetivamente, reduce los riesgos de fraude, estafa o clonación a casi un 0%, y apura muchísimo los procesos de compra, en especial los online.
¿Cómo funciona esta magia?
Max Valdés, periodista y fundador de Chócale, medio especializado en productos financieros e industria bancaria, define así a las billeteras digitales: “Es básicamente una app o plataforma, que funciona en un dispositivo digital, y que permite reemplazar el uso de las tarjetas de crédito o débito con un método de pago sin contacto, ya sea para transacciones presenciales como no presenciales”.
¿Quiere decir esto que las tarjetas —de crédito o débito— tienen sus días contados? No, porque las billeteras digitales no reemplazan su existencia sino que evitan tener que andar mostrándolas, llevándolas y usándolas todo el tiempo.
Así como las cámaras fotográficas terminaron dentro de los teléfonos —y también los GPS, los mapas, los relojes y las agendas de contactos, entre miles de cosas más—, era inevitable que las billeteras también lo hicieran. Así lo cree Leo Soto, ingeniero en computación y CEO de Continuum HQ, una agencia de estrategia y desarrollo digital con muchos clientes en la industria bancaria.
“Era cosa de tiempo”, dice. ¿Pero cómo el tiempo hizo posible que pudiéramos pagar solo sacando el celular del bolsillo? Yasser Isa, ingeniero civil informático con experiencia en productos financieros digitales, lo explica en fácil: “simplemente tienes que asociar tu tarjeta de crédito o débito física, las plásticas de siempre, insertando una vez los datos en la app o plataforma respectiva, que los registra pero de forma encriptada”.
Hay dos tipos de billetera digital, eso sí: las que usan códigos QR —que son las más comunes entre las apps y servicios de los bancos y el retail chileno— y las que utilizan la tecnología NFC (las siglas de Near Field Communication, o comunicación por campo cercano), formato que tienen Google Pay y Apple Pay, los sistemas de pago de los dos gigantes tecnológicos.
En la primera, al momento de pagar hay que escanear el código QR de la tienda en la que estás comprando con la app de la billetera digital. “Ese código muchas veces tiene toda la información”, dice Soto, “por ejemplo: un completo italiano del Dominó, que cuesta $3.500. Al escanearlo, la app le dice al banco que hay que pagarle esa plata al restaurant. Si el banco lo aprueba —cosa que pasa tan rápido como al pagar con RedCompra— te llega a ti y al comercio una notificación de que la transacción está lista”.
En la segunda, las que usan la NFC —una especie de onda radial que emiten los smartphones y que les permite comunicarse con dispositivos similares a una corta distancia—, no hay que escanear nada: simplemente hay que acercar el teléfono al lector de tarjetas, tal como si él fuera una. La app se encarga de enviar la información de la tarjeta que tiene encriptada al terminal de pago y listo: la compra ya está hecha.
La NFC tiene la ventaja de que, a diferencia de las apps que ocupan código QR, no requiere de conexión a internet para ser utilizada. “Pero hoy en Chile solo se puede usar Google Pay, por lo tanto está restringido para los iPhone, ya que Apple Pay aún no está operando aquí”, cuenta Max Valdés.
Para Soto, eso sí, es una ventaja temporal de la NFC, ya que “muy pronto habrá internet en todos lados”. Por hoy, de todas formas, quien tenga su tarjeta digitalizada en Google Pay, no necesita andar con el plástico en la calle, ya que puede pagar en cualquier lugar que tenga un lector de tarjetas. “Si es QR, en cambio, se va a encontrar con negocios que todavía no usan código y necesitará andar con su tarjeta de plástico igual”.
Justamente esa parece ser la principal gracia de las billeteras digitales: poder dejar las tarjetas en casa, sin correr el riesgo de que se pierdan, las roben o las clonen. Sí, alguien te puede hurtar el celular, “pero si eso pasa tienes el pin, la huella digital o el reconocimiento facial que protegen tus datos”, dice Yasser Isa. “Y la billetera digital también tiene su propio código de seguridad”.
Las opciones chilensis
Casi todos los bancos y casas comerciales —algunos muchas veces son las dos cosas— se dieron cuenta de lo que decía Leo Soto: que solo es cosa de tiempo para que las billeteras estén dentro de los teléfonos. Y por eso cada una salió con su propia app para pagar sin contacto, con la intención de atraer a nuevos clientes, fidelizar a los propios y no quedarse abajo del tren al futuro.
A pesar de esta amplia oferta —que suma al menos nueve opciones—, el formato todavía no se masifica en Chile. ¿Falta de confianza o lentitud del comercio? Ninguna de las dos, dice Max Valdés. “El nivel de bancarización en el país, pese a las creencias, es bastante amplio, y buena parte de la población tiene una tarjeta de débito o crédito que le permite comprar sin efectivo u online. Por eso, no hay tanto apuro por cambiarse”.
Por otro lado, la pandemia ha acelerado la aparición de las billeteras digitales —su uso, al ser sin contacto, se promueve como “más seguro contra el contagio”— y han salido muchos productos similares en poco tiempo. “Entonces”, agrega Valdés, “tienes 500 mil usuarios de una billetera y 500 mil de otros. Además no hay interoperabilidad entre las distintas billeteras: con excepción de las NFC, cada una usa su propio código QR y las tiendas no tienen los 8 códigos distintos. Por lo tanto, tendrías que tener como 5 o 6 apps distintas en tu teléfono para poder pagar sin contacto en todos lados con ellas”.
“Como todas las billeteras digitales tienen distintos estándares de QR”, dice Yasser Isa, “los comercios tienen que hacer integraciones particulares con cada producto, lo que dificulta su masificación”. Por eso hoy es normal que una tienda tenga convenio con Fpay —la billetera de Falabella—, la del lado con OnePay —la de Transbank— y la de más allá con MACH Pay, y sea imposible pagar con la misma app en todas.
Aunque este es un desincentivo importante, Leo Soto es optimista. “Es probable que tengamos un estándar de QR pronto”, dice. Esto significaría unificar los múltiples códigos QR que existen hoy y que así sean legibles para cualquier billetera digital.
“Que haya interoperabilidad es lo mejor para los bancos o las tarjetas”, agrega. “Después, como pasa con los cajeros automáticos, entre ellos se cobran o se arreglan. Al comercio, y por supuesto a los usuarios, también le simplificaría la vida. Es la evolución natural”.
Onepay
Por ahora, existen nueve billeteras digitales en Chile. La mejor evaluada, tanto por Max Valdés como por Leo Soto, es Onepay, de Transbank, aunque más para las compras online que para las presenciales, donde todavía tiene pocos comercios asociados.
“Es la que más ocupo, y la recomiendo para heavy users de compras online, que hagan más de una al día”, dice Valdés. “Permite agregar casi cualquier tipo de tarjeta de crédito o débito, y para los pagos en línea te evita ese dolor de tener que ingresar cada vez los 16 dígitos de la tarjeta, la fecha de expiración, el código de seguridad, la clave del banco y luego el pinpass o las coordenadas. Simplemente escaneas el código QR con el teléfono, lo autorizas y listo”.
Algo parecido opina Soto. “Con ella, al comprar online, todo fluye más rápido, y no tiene costo extra, es absolutamente gratis y segura. Pones los números de tu tarjeta una sola vez y listo. Para compras presenciales no hay tantos lados donde puedas comprar, pero online la ocupo todas las semanas”.
PagoRUT
Esta es una funcionalidad de la app de BancoEstado, la que es usada por millones de chilenos que usan la CuentaRUT. Por eso, según Valdés, tiene muchas posibilidades de convertirse en una opción masiva y preferente entre los comercios.
“A PagoRUT se están afiliando muchas pequeñas tiendas y locales de barrio”, cuenta el fundador de Chócale. Además de poder hacer compras sin contacto, permite realizar transferencias rápidas entre usuarios de CuentaRUT y se puede descargar gratuitamente tanto desde Google Play, App Store y AppGallery, de Huawei.
MercadoPago
Es la alternativa de MercadoLibre, que tiene todas las funcionalidades que se le piden a una billetera digital: recibo y envío de dinero sin “pinpass”, compras digitales en las tiendas que acepten este método y, por supuesto, poder pagar sin contacto en tiendas adheridas.
“Me parece que es la billetera que se viene con todo”, dice Valdés, ya que tiene antecedentes de haber funcionado muy bien en otros países, como Argentina. “Tiene una apuesta súper agresiva, y en un mundo pospandemia me imagino que harán grandes esfuerzos por potenciar el producto”.
“El potencial que tiene es gigante”, agrega Soto. “Está por verse si le va igual de bien que en Argentina, porque acá tendrá que competir con las cuentas RUT”. Lo interesante de MercadoPago, según él, es que ya tiene un montón de comercios asociados a MercadoLibre, tiendas que venden online pero también tienen locales presenciales. “Si se asocian, ya tienen muchos locales vinculados. Por otro lado, si como usuario ya compraste alguna vez en MercadoLibre, tu tarjeta ya está registrada e incluida, así que será llegar y usar”.
Las del retail
Para quienes son clientes frecuentes de casas comerciales específicas, ya sea porque son usuarios de sus tarjetas de crédito y le sacan provecho a sus puntos, descuentos y facilidades, lo conveniente es usar las billeteras digitales que ellas han desarrollado.
Fpay, de Falabella, es una de las más populares, con aproximadamente un millón y medio de descargas, y también de las más completas, ya que además de la tarjeta CMR es posible agregarle plásticos de otros bancos, ya sea de crédito o débito. Con ella se puede comprar sin contacto en Falabella, por supuesto, pero también en Tottus, Sodimac, Farmacias Ahumada y otra serie de comercios.
Otra de sus gracias es que permite realizar transferencias a los contactos del celular, sin costo alguno por el depósito.
También está Check, de Banco Ripley, que pasa de ser una tarjeta de prepago a una billetera virtual. En este caso, puedes tener un producto completamente digital, ya que al ser de prepago no es necesario contar con una tarjeta física. Obviamente sirve para comprar sin contacto en Ripley —donde se pueden acceder a los mismos descuentos que la tarjeta de crédito— pero también en miles de comercios asociados, principalmente restaurantes y bencineras.