Personalmente, una de las cosas que más extraño en esta nueva normalidad es ir a la feria y lo que allí pasa: agarrar un tomate, sentir su textura, acercarlo a la nariz y olerlo, sin necesidad de rociarle encima un chorro de alcohol en espray. Y hacer lo mismo con todas las frutas y verduras posibles, sin guantes de látex ni mascarilla de por medio. Recibir los aromas de La Vega Central, por ejemplo, como el de la albahaca y las frutillas, que nos avisaban de la llegada del verano, también el de las cerezas y la sandía, o tocar las cebollas y tubérculos con tierra todavía fresca en su superficie, casi recién cosechados.

Recuerdo cuando tuve que salir a comprar por primera vez a una verdulería en cuarentena, me armé, primero de valor, un permiso de salida, y después de múltiples ortopedias: antiparras, mascarilla, guantes, una botellita de alcohol gel y las zapatillas que quedaron destinadas sólo para salir. Después de elegir un par de productos, mareado por una respiración atontada bajo el cubrebocas, llegaba corriendo a la casa, básicamente desvistiéndome desde la puerta hasta el baño. La ropa se iba a la lavadora (o a una especie de canasta covid) y las cosas que venían de afuera se iban a una tina, donde las lavaba una y otra vez y las dejaba cercar toda una tarde, con mucha paciencia. Tanto por precio, por calidad y —sobre todo—, por experiencia, demasiado distinto que ir a la Vega.

Aunque la mitad de mis rituales paranoicos a la llegada del virus ya se extinguieron, por la conglomeración de gente sigo sin ir a ferias. Y a pesar de mi romanticismo por ir a comprar, rápidamente también me acostumbré a que me lleguen las cosas a la casa. Puede que la cultura del delivery sea algo generacional, pero este año parece que no será muy distinto al anterior.

Aquí una lista de clientes satisfechos con las frutas y verduras que consiguen sin salir de casa. Desde productos traídos directamente desde La Vega, hasta otros orgánicos, que aterrizan directamente desde el campo a la mesa.

1. Vega Fresh

Tamara García (27) vive en San Miguel y es estricta con su cuarentena. Junto a su pareja no tienen antecedentes de salud respiratoria muy positivos, entonces desde que el virus arribó que no ponen un pie en la calle. Ella solía comprar verduras para el día a día en un negocio cerca de la oficina, o sino pasaba rápido por el supermercado. Con el encierro, sin embargo, sus hábitos de consumo cambiaron.

“Para mí el delivery ha sido lo máximo”, dice. “Antes de la pandemia ya me generaba ansiedad ir al supermercado, me distraigo mucho comprando con tanto sobreestímulo. Pero hacer las compras online me ha ayudado mucho a ordenar cuánto gasto y medir cuánto necesito realmente”. En promedio, ella gasta alrededor de 25 mil pesos al mes, y la mejor parte es que el despacho está a costo cero.

Lo hace en Vega Fresh, un sitio donde la compra mínima es de 15 mil pesos y hay, además de un amplio surtido de frutas y verduras, muchos alimentos congelados, conservas, sellados al vacío y lácteos.

2. Mandarina Delivery

El publicista José Miguel Silva (31), soltero, ocasionalmente iba a la feria. Cuenta que como vive solo y apenas pasaba en su casa, lo poco que compraba se le echaba a perder y siempre terminaba en lo mismo: comiendo caracoquesos. Tras la primera cuarentena, y preocupado de mejorar su salud en caso de que el bicho lo pillara, decidió comer de una manera saludable. Se asesoró con una nutricionista, armó un plan que llevaba harta fruta y verdura fresca, y dejó de lado la interminable lista de platos congelados y procesados que guardaba en su refrigerador y despensa.

“Ahora cocino todo lo que como. Además me gusta mucho, porque siento que hago un stop en mi rutina”, cuenta contento. “Yo pensaba que comer sano era pura lechuga, pero he aprendido ene”.

En la canasta preparada de Mandarina Delivery, que José compra por casi 20 mil pesos, viene cebolla, papas, zapallo, palta, limón, tomates, un mix de frutas y hasta huevos. El sitio web tiene una pestaña de ofertas donde vienen algunas sorpresas positivas: los 250 gramos de arándanos están a $2.600

3. La Fraternal

Ignacio Abarca (31) vive en Ñuñoa, es abogado, y para él no tener que salir a comprar también es un alivio. “Trabajo harto toda la semana y llego apenas al finde, entonces me daba mucha lata prepararme mentalmente para despertar temprano un domingo y meterme a la feria”, cuenta. “Pero como sociedad no teníamos cultura de delivery hasta antes de la pandemia, entonces igual terminaba comprando en persona. Ni lo pensaba”.

Hoy, en cambio, paga 28 mil pesos por una de las canastas de La Fraternal, un delivery que opera desde Ñuñoa y que trae desde uvas, cerezas y sandía, hasta ciboulette, papas, berenjenas, choclos, porotos y un tarro de mermelada artesanal de alcayota.

“Yo creo que este cambio en el mindset que trajo la pandemia llegó para quedarse, porque nos hace fáciles las cosas”, opina. La gracia de estas canastas es que sus productos son orgánicos y que además uno puede encargar en la misma tienda avena, sal rosada, cúrcuma y otros superalimentos, como la kombucha.

4. La Huerta del Huairao

La dieta de Manuel Belemmi (27) está basada en frutas y verduras, ya que no come carne. Para él es primordial tener un buen servicio que le entregue estos productos. Usualmente iba a La Vega o a ferias libres, donde además agregaba frutos secos y granos a su lista de compras. Al principio intentó igualmente ir a los mercados, con mascarilla, pero dejó de hacerlo por las aglomeraciones. Empezó a ir a las verdulerías de su barrio en Suárez Mujica, pero encontró que eran muy caras.

A finales del 2020, investigando sobre jardinería y huertos, Manuel encontró negocios agrícolas pequeños que usaban técnicas regenerativas sin agroquímicos, aprovechando las propiedades del mismo suelo para producir frutas y verduras orgánicas en abundancia. “Las mismas personas que cultivan este campo son las que entregan la caja de productos a la puerta de la casa. Es básicamente el concepto de farm to table, donde hay mínima intervención entre el agricultor y el consumidor”, cuenta.

La Huerta del Huairao ofrece dos canastas que traen directamente desde Talca, una de 23 mil —para unas dos personas— y otra de 34 mil pesos —para una familia de 4. “Es importante para mí consumir vegetales orgánicos, porque me preocupa la agricultura sustentable. El uso agresivo de agroquímicos en Chile y el mundo producen una erosión brutal en los suelos y después vamos a ver terribles consecuencias”. Ellos reciben los pedidos a través de su instagram y vienen una vez a la semana a la capital.

Manuel también compra sus huevos de “gallinas libres, solteras y felices” (así lo describen en el sitio), en Bravial Chile, un criadero consciente, donde sus aves incluso tocan instrumentos musicales, y que hace delivery desde Talagante hacia toda la Región Metropolitana.


Personalmente, antes de la pandemia también me importaba bastante el origen de mis alimentos: ojalá que fueran orgánicos y —aunque nadie lo puede asegurar mucho— que las gallinas estuvieran felices antes de poner los huevos que me comería. Sin embargo, aunque me encanta que existan esas iniciativas, en esta dura contingencia prevaleció en mí el sentido de proveedor/abastecedor más que el del millennial con gusto sofisticados. Quiero frutas y verduras en mi mesa, sin salir de casa, ojalá a buen precio y con un reparto puntual.