El primer recuerdo que tengo de ver un callo fue en los pies de una tía. No podía entender por qué sus dedos, muy morenos por el exceso de monoi y aceite de coco, tenían estas pequeñas circunferencias más claras. Pensé entonces que estaban “embarazados”, ya que les había salido una especie de barriga, pero simplemente eran callos veraniegos.
Ella era una entusiasta de las sandalias con plataformas, que asumo que no eran de cuero, por lo que seguramente le provocaban un roce o una presión constante en los pies.
“Los callos o callosidades es el nombre coloquial que reciben los helomas”, explica Lorna Velásquez, médico dermatoestética de Clínica Alemana. “Estos aparecen por un aumento de la cantidad células que tiene la capa superficial de la piel —un fenómeno llamado hiperqueratosis—, que provoca una acumulación de queratina en la capa córnea, haciendo que se engruese la piel”.
¿Cómo saber si es un callo?
No toda dureza de la piel es necesariamente un callo. De hecho, a la capa más gruesa y áspera que se suele formar en los talones, codos, rodillas e incluso las manos se llama callosidad, y es una forma que tiene la piel de protegerse frente a la fricción.
Un callo, en cambio, es más pequeño y profundo, con un centro duro rodeado de piel inflamada. Estos son los que suelen aparecer en los dedos de los pies, especialmente en la parte externa del meñique, y uno sabe que están ahí por cómo duelen al presionarlos.
Como enumeran en el sitio de la Clínica Mayo, los síntomas más comunes de callos y callosidades son los siguientes:
- Una zona de piel dura y gruesa
- Una protuberancia de la piel elevada y también rígida
- Sensibilidad o dolor debajo al presionarlo
- Piel seca, escamosa o cerosa
¿Por qué aparecen los callos?
“Son causados por una presión o fricción anormal en la piel”, complementa Juan Arturo Sandoval Quijada, dermatólogo de Vidaintegra. Aunque también pueden aparecer en las manos, en especial las de quienes trabajan con ellas en labores manuales, son mucho más comunes en los pies, que reciben más presión y roce a través del calzado.
“Se ven mucho en los pacientes que tienen ciertas deformaciones en los pies”, comenta Irene Araya, dermatóloga de Clínica Santa María. Por ejemplo, personas que tienen pie plano, pie plano anterior o personas mayores a las que les cae el arco plantar. “Cualquier alteración de la pisada puede provocar un callo, en especial donde este roce con el zapato o el calzado”, dice.
Así lo confirma Sandoval: “la mayoría de las veces los callos son causados por un calzado que no se ajusta bien, aunque también por problemas de estructura ósea alterada congénita o traumática”.
Según él, las causas más comunes —y también evitables— de la aparición de callos son las siguientes:
- Usar calzado o calcetines que no nos quedan bien: si está apretado, generará mucha presión; si está muy suelto, el movimiento provocará roce. En ambos casos puede surgir un callo.
- Usar calzado de material muy duro: la poca flexibilidad de un zapato o sandalia puede provocar excesiva presión en el pie.
- Usar calzado con taco alto: la posición antinatural en la que queda el pie es el hábitat perfecto para los callos.
- No usar calcetines: el roce directo del pie con el calzado genera una fricción que también es causa de callos.
- No hacer tratamiento ortopédico (en caso de necesitarlo): quienes tengan condiciones especiales en sus pies deben usar implementos o aplicar productos para evitar estos problemas.
- No protegerse la piel en trabajos o actividades de riesgo: cierto tipo de oficios o deportes generan roce o presión intensa sobre manos y pies. En esos casos hay que tomar las precauciones apropiadas.
Los callos pueden aparecer en distintos lugares del pie, y en cada zona tienen diferente nombre. “Son callos lantares si están en la planta; son dorsales si están por encima de los dedos o en las partes laterales del pie; o son interdigitales si están entremedio de los dedos”, explica Velásquez.
Cuando surge una de estas molestas protuberancias, “es importante fijarse qué es lo que causó o está causando este aumento de presión”, analiza la especialista de Clínica Alemana. “Puede ser por un zapato muy ajustado o por una alteración en la pisada; cualquiera sea la razón, es muy importante estudiarla”.
No hay que ignorar ni simplemente soportar la salida de un callo, puesto que si la molestia es mucha, modificará nuestra manera de apoyar el pie y, eventualmente, podría “alterar el movimiento de otras articulaciones, desde la cadera a la columna. Por eso es importante tener el apoyo profesional correcto”.
¿Qué personas o pacientes tienen más tendencia a generar callos?
Es habitual que ciertas enfermedades se confundan con los callos, dice Irene Araya. Una de ellas es la verruga plantar, que aparece en la planta del pie, instancia donde “hay una infección, un proceso viral donde efectivamente se forma un callo, pero que es producto de la misma verruga, no de una presión o roce. Pero se puede confundir”, explica.
Las verrugas plantares son causadas por algún tipo del virus del papiloma humano (VPH), y al ser contagioso “hay que tratarlas de forma distinta a un callo”, apunta Velázquez.
Otro caso que puede causar confusión es cuando hay psoriasis palmoplantar o alguna queratodermia plantares. “La gente también las confunde con callos, pero son enfermedades inflamatorias de la piel que generan una costra o callosidad producto del mismo proceso inflamatorio”, apunta Araya.
Los deportistas son otro grupo que no se salva de los callos, sobre todo los corredores de largas distancias, que se someten a mucha presión, roce y fricción. Lo mismo pasa con quienes practican tenis, ya que constantemente están acelerando y frenando, con muchos movimientos laterales. A las y los tenistas, si no protegen bien la empuñadura de la raqueta, también les pueden aparecer callos en las manos.
En cuanto a los trabajos, quienes suelen tener problemas de callos son quienes deben usar los pesados y rígidos zapatos de seguridad. Una forma de evitarlos en ese caso es “usando plantillas apropiadas para cada tipo de calzado”, sugiere la dermatóloga de Clínica Santa María.
Pointe, una revista especializada en ballet clásico, tiene un punto interesante a considerar. “Los callos son como una armadura personalizada”, dicen en un artículo sobre el tema, “una que desarrollaste cuando comenzaste a trabajar con las puntas de los pies”. Por eso llama a las y los bailarines, que sufren constantemente de ellos, a mirarlos con otros ojos. “Las capas duras de queratina pueden ser antiestéticas, pero son mucho mejores para proteger los pies que la piel suave, más propensa a las ampollas. Si tus callos no te duelen, déjalos en paz; probablemente estén previniendo otros dolores”.
¿Cómo NO hay que tratar un callo?
Los callos duelen. Y si no duelen, se ven feos. Por eso es que la mayoría, una vez que aparecen, intenta eliminarlos como puedan. Una vieja tradición es la de limarlos o rasparlos: reduciéndolo a polvo, se cree, este desaparecerá.
Pero no es así. “Lo peor que puede hacer un paciente con callos es empezar por su cuenta a rasparlos”, advierte Araya. “Claro, son dolorosos, sobre todo los que están en los puntos de apoyo; pero por algo se formó”, analiza. Por eso, lo primero que hay que entender es que si ese callo salió fue porque el pie necesitaba de cierta protección.
“La piel trata de compaginar la cosa, porque de otra forma quedaría un hoyo y se formaría ahí una úlcera”, agrega. “Hay que tener cuidado con empezar a rasparlo a tontas y locas, porque puede producirse una infección si uno lo hace mal”, dice.
Cómo SÍ hay que tratarlos
En la mayoría de los casos, según la especialista de Clínica Alemana, los callos se deben tratar mediante un procedimiento llamado deslaminación. “Esto significa que se empiezan a quitar unas capitas finas de la hiperqueratosis, para dejar la piel más delgada”, explica. “Pero esto no va a curar ni a remediar el problema si el motivo del callo persiste: ya sean alteraciones en los huesos, zapatos inadecuados o una pisada problemática”, afirma.
Es muy importante tomar las medidas al respecto. Si es el calzado, solo hay que cambiarlo o dejar de usarlo, pero si se trata de alteraciones en la pisada, “hay que agendar con un traumatólogo de pie, por ejemplo, para que vea cómo está caminando el paciente y qué plantilla específica necesita”, ahonda Araya.
Si ya es un tema de la piel, cuya causa no queda tan clara, será una especialista en dermatología quien dará el tratamiento adecuado.
¿Cuándo puede intervenir un podólogo? Mientras haya permiso del médico tratante, sea traumatólogo o dermatólogo, “para ir eliminando la zona que ya se formó”. Eso sí, solo se recomienda esta visita cuando se estén tomando las medidas que puedan evitar su aparición, como el uso de plantillas, cremas o tratamientos específicos.
Como pequeñas acciones que podemos hacer en casa, Sandoval menciona un aseo de pies correcto, humectación adecuada de la piel y, principalmente, usar calzado y calcetines cómodos.
Últimos consejos
- No realizarse pedicuras muy intensas: “porque si uno causa sangrado, puede generar lesiones más permanentes, como las úlceras”, advierte Velásquez.
- Cuidado diabéticos: “hay que ser muy cuidadoso con los tratamientos que se realizan en la piel, porque las úlceras se pueden hacer crónicas”, dice. “Lo mismo pasa con pacientes con insuficiencias venosas o con mala circulación distal”. Si existen estas enfermedades de base, cualquier tratamiento debe ser ejecutado por un profesional especialista.
- Ojo con los zapatos incómodos: “si sabes que algunos zapatos te rozan el talón o cierta parte del dedo, o son muy angostos para la forma del pie, es importante protegerse con anterioridad o simplemente no usarlos”, aconseja la especialista.
- Usa láminas: si haces algún tipo de deporte que te produce fricción en una zona específica, o estás fijada con un par de zapatos que se ven bien pero causan el mismo efecto, algo que puedes hacer por tus pies es usar láminas de protección. “Se pegan en la piel como parches específicos para proteger la piel de este roce excesivo y evitar su formación”, cuenta Velásquez.
¿Qué hay de los parches que eliminan callos? “Son útiles, pero primero tendría que haber una evaluación para evitar efectos indeseados”, agrega Araya.
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