A comienzos de mes, un fenómeno poco común – al menos en el último tiempo– se dio en el Congreso: un proyecto de ley consiguió el respaldo unánime del Senado en su idea de legislar. ¿Cuál? Aquel que busca establecer un “cargador universal” para dispositivos móviles.

En concreto, el proyecto que el 10 de enero superó el segundo trámite, determina que las compañías proveedoras de dispositivos móviles de información y telecomunicaciones tendrán la obligación de garantizar la interoperabilidad común entre los equipos y sus dispositivos de carga, de modo que todos se adapten a un puerto de carga único.

La iniciativa busca, además, que los comercializadores de este tipo de dispositivos deban ofrecer a las y los consumidores la posibilidad de adquirir los equipos sin necesidad de comprar nuevos cargadores. Es decir, que no exista opción de una “venta atada” – un cargador original de iPhone supera los 20 mil pesos.

De promulgarse esta ley, se establecerá un plazo de dos años para que los proveedores de smartphones se adapten a la medida. Mientras que para el resto de los dispositivos móviles tendrán el doble de tiempo para hacerlo.

El impacto de esta ley no sólo sería a nivel de consumo y tecnológico, sino que también tendría un efecto positivo en relación a la sostenibilidad medioambiental, ya que permitiría reducir a mediano y largo plazo la generación de residuos electrónicos. Para poner en contexto, Chile es el país que más basura de este tipo genera en Latinoamérica: cerca 10 kilogramos de chatarra per cápita al año, y sólo el 3% de ésta se recicla.

Esta legislación pondría a Chile en línea con la Unión Europea, cuyo parlamento acabó en 2022 con una discusión de 10 años y aprobó la normativa que dispone de un cargador único para smartphones, tablets y cámaras digitales. Disposición que entró en vigencia este año y avanzará progresivamente en su obligatoriedad hasta 2026.

¿Cuál sería el conector elegido para ser el cargador universal? Al igual que en la UE, el USB-C. En este contexto, cabe preguntarse, ¿qué tiene este sistema que no tengan otros? ¿Cuáles son sus características?

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Más compacto y de mayor capacidad

“Acataremos la normativa, no tenemos otra opción”, dijo – no muy contento– el director de marketing de Apple, Greg Joswiak, a The Wall Street Journal en 2022. Después de una prolongada resistencia, la compañía que dirige Tim Cook, poco acostumbrada a perder batallas comerciales y legales, hizo oficial lo que ya era inminente: a partir de este año, todos sus productos incorporarán puertos y conectores USB-C.

Atrás queda el puerto Lightning, desarrollado por la propia Apple y presentado en 2012 junto al iPhone 5. Con éste, la compañía ofrecía algunas innovaciones con las que sacó ventaja respecto a otros tipos de conectores: entre otras, mayor velocidad de transferencia de datos – de ahí su nombre, “relámpago”, en español–, tamaño más compacto, y una reversibilidad que permitía conectarle al puerto en cualquier dirección – quién no se vio peleando con el celular, en medio de la noche, intentando conectar el cable de carga.

Dos años después, el USB-C hizo su entrada en el mercado para reemplazar a sus símiles de tipo A – el más común hasta hoy– y de tipo B. Sus características, sin embargo, lo asemejan más al Lightning, aunque con algunas mejoras sustanciales. Al igual que el de Apple, este sistema conector, diseñado por el Foro de Implementadores de BUS (FIBUS) – una organización sin fines de lucro fabricante de tecnología–, se caracteriza por su tamaño compacto, mucho menor al del clásico USB-A, y poseer conectores reversibles en ambos extremos – teniendo uno “macho” y otro “hembra”, no así el Lightning.

Las diferencias más relevantes entre uno y otro están en que mientras el Lightning cuenta con 8 pines en su terminal, el USB-C posee 24. Estas clavijas son fundamentales para la transmisión de electricidad e información. ¿En qué se traduce esto? En un impacto directo en la capacidad de transmisión de datos de cada estándar: la velocidad máxima del antiguo conector de Apple era de 480 megabits por segundo, mientras que el que apunta a ser el nuevo conector universal puede alcanzar los 10 gigabits en el mismo tiempo – casi el triple de diferencia.

Esta capacidad permitiría, por ejemplo, grabar videos en 4K directamente desde el smartphone a un disco duro externo.

Mayor seguridad y otras ventajas

En términos de seguridad, el USB-C también contiene avances relevantes. Nicolás Silva, director de Tecnología de Asimov Consultores, explica que este sistema soporta un protocolo de autenticación que permite a los dispositivos identificar y confirmar la autenticidad de los cables y dispositivos conectados antes de transferir datos o potencia. “Esto ayuda a prevenir problemas como daños causados por cables de baja calidad o no certificados”.

La inclusión del protocolo USB Power Delivery (PD), también es relevante. Éste, explica Silva, permite “negociar la entrega de potencia, evitando el suministro de más energía de la que el dispositivo puede manejar”. De esta manera, se “minimiza el riesgo de sobrecalentamiento y daños en los dispositivos por sobrecarga eléctrica”.

Habrá que ver la efectividad de estos protocolos, sobre todo considerando la enorme cantidad de cables cargadores existentes en el mercado, muchos de ellos “alternativos” que no cuentan con certificaciones que acrediten su calidad. Aquí es donde el alto nivel de desinformación respecto a esta materia – que pese a lo cotidiana, resulta chino mandarín para el promedio de sus usuarios–, puede jugar malas pasadas.

Por ejemplo, el USB-C tiene la capacidad de ofrecer carga rápida, a un máximo de 5.000 amperios (mAh). Este nivel de potencia permitiría, además, utilizar el mismo cargador tanto para el smartphone como para un laptop. Así también lo anunció Apple en la presentación del iPhone 15. Sin embargo, de no contar con un cable certificado, poner esto en práctica podría terminar con alguno de los equipos quemados.

Pequeños detalles que marcan la diferencia

Por otro lado, las grandes ventajas mencionadas respecto al USB-C no son más que referencias a su máximo potencial. Esto hay que tenerlo bien claro.

En términos generales y simples, un cargador de dispositivos móviles se compone de un cable y dos conectores – que son las piezas de ambos extremos. Cuando se habla de USB-C, se hace referencia al tipo de conector, no al cable. Éste último posee su propio estándar el cual puede variar en su versión – de USB 1.0 a 3.1 –, lo que cambia radicalmente las características y calidad del artículo.

Para conseguir el máximo potencial de un cable cargador, se debe tener uno de tipo USB-C con estándar 3.1. Sin embargo, el más común en Chile y buena parte del mundo sigue siendo el 2.0. De ahí los riesgos mencionados anteriormente.

Habrá que adaptarse…

Lo que, por un lado, es a todas luces un beneficio para las y los usuarios – el perfeccionamiento de este tipo de tecnología–, por otro, representa un problema. Claro, porque a medida que nuevos sistemas de conexión aparecieron en el mercado, más compleja se hizo la interoperabilidad entre los dispositivos y los cables cargadores que les correspondían.

Esto se pudo ver, particularmente con Apple que, al lanzar su sistema Lightning, hizo incompatible el uso de otras interfaces. De pronto, el enchufe cargador de un dispositivo Android no sirvió para salvar a quien había olvidado el de su iPhone, por ejemplo.

Apple, además, dejó de incluir cables cargadores en la compra de sus smartphones, abriendo para la compañía una nueva fuente de ingresos a costa de una compra “atada”, algo que aún afecta a usuarios de iPhone que pasan de series más antiguas a las más modernas.

El lanzamiento del USB-C acrecentó esta diversidad. Y si bien su universalización pondría freno al problema, no acaba con éste. Al menos no en el presente: muchos dispositivos, como smart TVs y monitores, parlantes inalámbricos y otros sistemas de audio – como el integrado en automóviles, buses interurbanos y aviones–, cuentan con puertos USB-A. Y no son compatibles con conectores de tipo C.

“Sigue siendo más universal el USB-A, ya que existen aún muchos dispositivos antiguos que lo siguen usando. Por lo tanto, sigue siendo necesario andar trayendo un set de cables que incluya USB-A”, confirma Nicolás Silva.

¿Hay solución a este problema? La hay: utilizar un adaptador de USB de tipo A a C. “El único problema es que, obviamente, no se va a contar con las ventajas y especificaciones propias del cable, sino que sólo se adapta la interfaz”, sostiene Pedro Segura, cofundador y editor en jefe del sitio especializado en tecnología Pisapapeles.net.

Adaptador USB 3.0 a USB-C 3.1 UGREEN


Pese a lo anterior, Segura dice que el USB-C es “la mejor opción para establecer cargador universal”, ya que cuenta con “la aprobación de los grandes fabricantes: Samsung, Google y Apple”. Dado lo anterior, aconseja que “si se planea cambiar algún equipo de la casa – teléfono, televisión, equipo de música– o dispositivo móvil–, será importante fijarse que cuenten USB-C como puerto de entrada. Con el pasar de los años va a ser una problemática encontrar conectores USB-A”.

No queda otra que adaptarse.


*Los precios de los productos en este artículo están actualizados al 31 de enero de 2024. Los valores y disponibilidad pueden cambiar.