Cepa país: nueve botellas de esta uva que vale la pena descubrir

Llamada listán prieto en España, negra criolla en Perú, criolla en Argentina o mission en Estados Unidos, la cepa país corresponde a la variedad de uva que los españoles trajeron a Chile hacia el año 1540 para comenzar a producir sus propios vinos en la colonia, principalmente en la zona que hoy corresponde a las regiones del Biobío y Ñuble.

En la medida en que la industria vitivinícola nacional se desarrolló mirando al modelo francés —durante fines del siglo diecinueve y buena parte del veinte—, el vino hecho con cepa país fue perdiendo protagonismo, quedando relegado a las zonas rurales donde se producía y transformándose en un vino de campesinos cada vez más escaso en las ciudades. En ellas se dejó de comercializar y no pocos viñedos, casi todos centenarios, se arrancaron.

Sin embargo, desde hace poco más de quince años que la cepa país ha tenido un revival, de la mano de una nueva camada de enólogos y críticos chilenos —como también extranjeros—, que ven en esta uva al verdadero vino nacional. Y también, por supuesto, como una oportunidad para salir al mundo con vinos distintos a lo que predomina en el mercado.

Los vinos país suelen ser tintos generosos, frutales y fáciles de beber, aunque al mismo tiempo complejos y con muchas posibilidades de expresión. Por todo lo anterior, vale la pena conocer algunos de los buenos ejemplares de esta cepa que podemos encontrar hoy, por suerte cada vez con mayor facilidad.

De un color rojo intenso y lleno de fruta, tanto en nariz como en boca, este país de la zona de Coelemu es un verdadero hallazgo. Ideal sería disfrutarlo con un surtido de embutidos antes del almuerzo.

Hace rato que el trabajo del enólogo penquista Roberto Henríquez viene dando que hablar, obviamente que para bien. Por lo mismo, a nadie le sorprende que desde su viña aparezca este pedazo de país, lleno de fruta pero al mismo tiempo robusto y por cierto delicioso. Como para acompañar un guiso de conejo.

Los pipeños de Aupa deben haber sido de los primeros vinos país que comenzamos a ver e identificar con cierta familiaridad en las tiendas especializadas de Santiago. Siempre frescos y fáciles de beber, este ensamblaje, que también lleva Carignan, no es la excepción. Dan ganas de beberlo ligeramente frío, después de almuerzo y ojalá al sol o a orillas de una piscina, si es verano.

Un país más elegante, del valle del Itata, que se siente en boca un poco más largo, con mucha fruta pero también algo terroso. Aunque se puede degustar perfectamente solo, andaría de lujo con una cassoulet o un guiso de legumbres y cecinas.

Un vino suave, de un rojo algo pálido, pero con un sabor envolvente que lo hace altamente disfrutable. Su gran relación precio-calidad invita a beberlo en cantidades considerables, tal vez con una pizza.

Este vino sí que es pura fruta roja en nariz y paladar. Levemente dulce, pero con unas notas a pimienta, la verdad es que se siente increíble en boca. Con un costillar de chancho a la parrilla se goza el doble.

Me encanta definir esta botella simplemente como un vino rico: rico de oler, de beber y por supuesto de compartir. Se trata de un vino muy fresco y liviano, proveniente de viñedos de distintas zonas del Maule. Una joya que le vendría muy bien a unas lentejas al curry.

Puro jugo de uva embotellado, y más encima con un precio que es una ganga. Fresco y casi casi dulce, se trata de una maravilla de vino y una excelente puerta de entrada a la cepa país. Junto a unas prietas con papas cocidas se presentará con distinción.

Este es un vino país distinto, proveniente de la zona de Cauquenes, que con una fruta más delicada y hasta con una leve astringencia en boca nos muestra la versatilidad de esta cepa. Un rosé que puede ir al aperitivo sin problemas, aunque con una buena paella de mariscos también se luciría.

*Los precios de los productos en este artículo están actualizados al 2 de agosto de 2023. Los valores y su disponibilidad pueden cambiar.