Tres de la mañana y lo único que quieres es aprovechar las pocas horas de sueño antes de volver a trabajar. Pero de fondo, un incesante golpeteo, que se manifiesta en varias tandas durante la noche, te impide quedarte dormido. ¿La causa? Ese bicho peludo de cuatro patas, tu perro, al que adoras como a un hijo, pero al que ahora quieres matar y que no para de rascarse a toda hora.
A esos rasquidos, lamidos y frotaciones les acompaña una piel sumamente irritada, muchas veces con heridas, también vómitos frecuentes y diarrea. No se trata de pulgas, porque te has preocupado de mantenerlo libre de ellas. Si ese es el escenario diario que enfrenta tu mascota –y tú, de pasada–, es muy posible que esté sufriendo de alergia alimentaria.
Es un problema más común de lo que se cree y que puede afectar tanto a perros como a gatos, incluso los adoptados desde la calle. Aparece cuando el sistema inmunológico se hace hipersensible a ciertas proteínas de alimentos y “las ataca de forma exagerada, como si fuera algo maligno en el cuerpo, generando reacciones inflamatorias intestinales y/o dermatológicas”, explica Paula Hidalgo, vocera de la Comisión Nacional de Tenencia Responsable de Mascotas del Colegio Médico Veterinario (Colmevet), especialista en dermatología veterinaria.
Si bien es muy raro que una alergia alimentaria provoque la muerte de un animal, no hay que descartar el desarrollo de una potencial anafilaxia –una reacción alérgica grave–, las que pueden tener desenlaces fatales. Sin embargo, los síntomas más comunes son las inflamaciones a nivel intestinal y dermatológico. Según el Manual de dermatología de animales de compañía, elaborado en 2010 por la universidad española de León, la manifestación más común es el prurito no estacional, un picor “usualmente intenso y constante”, que se puede presentar en todo el cuerpo o de forma localizada, afectando comúnmente a los pabellones auriculares (80%), la cabeza, cuello y pies (50-65%), las áreas axilares (40-50%) e inguinales (20-50%) y el periné.
Aunque las lesiones primarias (como habones o pápulas, así como eritemas) resultan poco frecuentes, no lo son las secundarias, como la alopecia, erosiones, costras, liquenificación e hiperpigmentación, provocadas a raíz del rasquido constante. También se pueden dar tipos de dermatitis secundarias y otras afecciones, como la otitis externa, que se manifiesta en un rango del 55 al 80% de los casos.
Ante este tipo de síntomas, Daniela Bravo, médica veterinaria dedicada a la dermatología y que presta asesoría virtual, recomienda encarecidamente llevar a las mascotas ante un especialista que los pueda evaluar e indicar qué tratamiento seguir. “Si no tienes un buen diagnóstico, caerás en un círculo vicioso con una muy mala calidad de vida”, advierte.
Y no sólo se refiere a la vida del animal, que por supuesto sufrirá de primera mano, sino también a la del humano cuidador, que deberá preocuparse por las curaciones, de las dificultades –físicas y emocionales– de recoger desechos acuosos, y de la conducta seguramente cada vez más irritada de la mascota. Y no es lo único a lo que se expone…
Muchos productos para perros y gatos
No todas las afecciones en la piel tienen que ver con una alergia producida por algún alimento. De hecho, según la doctora Bravo, las reacciones alimentarias, que incluyen a alergias e intolerancias, corresponden al 5% de “todas las enfermedades de la piel” y al 15% de las dermatitis alérgicas.
Sin embargo, el diagnóstico de estas reacciones va en crecimiento y por varias razones. La primera tiene relación con el cambio de paradigma social respecto a las mascotas. Perros y gatos –por mantener el foco en los animales más comunes– ya no son simplemente cuidadores del hogar. Se han vuelto uno más de la familia. Esto habla de mayor preocupación por su bienestar y salud, lo que conlleva un aumento en las consultas ante diversas afecciones y, con ellas, los diagnósticos.
Pero los casos también se han incrementado porque las mascotas hoy comen mucho más ingredientes que antes. Así lo dice Paula Hidalgo: “Los alimentos, sean de origen fresco o procesado, están cada vez más contaminados con pesticidas, muchos son transgénicos y hay peces, que se usan bastante en los productos para gatos, que vienen con metales pesados en sus organismos”.
A ello, se suma el factor genético: padres o abuelos de la mascota pudieron tener alergia alimentaria, lo que se hace aún más difícil de detectar cuando hay cruza indiscriminada de los animales, sin la evaluación correspondiente sobre posibles enfermedades congénitas o problemas conductuales graves. Según la especialista, esto último puede ser motivo de “un estrés continuo, que podría alterar la permeabilidad intestinal o la piel, generando luego respuestas equivocadas”. Aunque no lo creas, existen mascotas que tienen diarreas por estrés, tal como nos ocurre a los humanos.
Las alergias alimentarias se pueden comenzar a manifestar a muy temprana edad, entre los 3 y los 6 meses de vida. De hecho, un tercio de los casos se presenta antes del año. Aunque no es extraño que algunas mascotas muestren los primeros signos a la edad de 6 u 8.
Malas prácticas de amor
El mercado de los productos para mascotas está en plena expansión. No es raro ver cómo esos viejos negocios, que antes albergaban bazares o zapaterías, ahora son reemplazados por locales con nombres que hacen alusión a las patitas, las manchitas o lo “ternurita” que son los animales de compañía. Hasta verdaderos supermercados se pueden encontrar en algunas esquinas o strip centers, en los que se ofrece de todo y más: camas, juguetes, remedios, correas, arneses, cepillos de pelo y de dientes, vestuario y una cada vez más larga variedad de comidas y premios.
No falta el padre y madre amoroso que se llevan 100 mil pesos en productos de una pasada para llenar de amor a la dulce criatura. El problema de eso es que existe la posibilidad cierta de que entre todos esos snacks haya algún componente que le genere una reacción alérgica. “Generalmente, le damos muchos premios o incluso de nuestra propia comida, lo que aumenta la sensibilización a las diferentes proteínas y alimentos”, sostiene Daniela Bravo.
Muchas de nuestras ideas sobre cómo debemos tratar a nuestras mascotas no tienen sentido y más bien derivan en malas prácticas. Por ejemplo, dice Bravo, “cambiarle muchas veces el alimento para evitar que se aburra de la misma comida”. Eso, en vez de hacerle un favor al animal, puede llevarle a desarrollar reacciones alimentarias.
En el caso de la alergia, ésta se puede manifestar de manera inmediata, apenas unos minutos u horas después de ingerido el alimento. Pero también puede aparecer recién a los 14 días. No estar atentos a estas reacciones y no atenderlas como corresponde puede tener como consecuencia el desarrollo de un ambiente inflamatorio crónico y una mayor tendencia a que nuevos alimentos les causen alergias. “Esto puede llevar a que no tengamos muchas opciones de comida para darle a la mascota y los pacientes terminen generando una pésima calidad de vida para ellos y sus tutores”, alerta Paula Hidalgo.
Alergia versus intolerancia alimentaria
La alergia alimentaria no sólo complica la vida, sino que también es complicada de detectar con certeza: no existe un examen clínico específico que permita identificarla ni diferenciarla de otras afecciones con sintomatología similar. Ni los exámenes de sangre ni los de saliva logran resultados concluyentes. De esta manera, se hace muy difícil distinguir la alergia alimentaria de la dermatitis atópica y del síndrome atópico felino. Tampoco de la intolerancia alimentaria. Todas estas pueden presentar lesiones a nivel cutáneo.
En el caso de la intolerancia alimentaria, se trata de una sensibilidad crónica que se va desarrollando con el tiempo hacia uno o más tipos de alimentos. Pero que, a diferencia de la alergia alimentaria, no afecta al sistema inmunológico del animal. Según el sitio español Animal Health, la intolerancia se puede manifestar hasta tres días después de la ingesta del alimento y puede detectarse “en el estado de la saliva que presenta el perro o incluso en sus heces”.
La literatura, dice Paula Hidalgo, señala que son más los casos de intolerancia que los de alergia alimentaria. Y como no se pueden diferenciar fácilmente, se les suele aunar en el concepto “reacción alimentaria”.
Detección y tratamiento
Ahora te preguntarás cómo diablos se detecta la alergia alimentaria si no existe un examen clínico específico y es tan similar a otras afecciones. La respuesta, si tu mascota está con los síntomas ya descritos, es eliminando todos los alimentos que hasta entonces ha comido. En reemplazo de eso, se puede optar por una dieta casera compuesta de una fuente proteica (carne) y otra vegetal (arroz o papa). Lo relevante es que nunca antes haya comido ese tipo de proteína, según señala el Manual de dermatología de animales de compañía. Una segunda opción de reemplazo es acudir a alimentos comerciales del tipo hidrolizados, los que según Daniela Bravo ayudan a “disminuir la signología clínica, tanto gástrica como dermatológica”.
Es importante diferenciar el alimento hidrolizado del “mal llamado” hipoalergénico. “No existe el alimento hipoalergénico; se les dice así a los que no tienen pollo como proteína principal, porque se asume de mala manera que éste es el ingrediente que genera el problema, pero no siempre es así”, explica Bravo. Este error es habitual entre los consumidores y tiene consecuencias: “genera frustración, confusión y menor credibilidad a las indicaciones que damos los especialistas”, dice la veterinaria.
La idea de que sólo el pollo es responsable de las alergias alimentarias tiene que ver, probablemente, con que éste y sus derivados solían ser el principal componente de los alimentos que se vendían hasta hace no mucho tiempo. Sin embargo, hoy hay una mayor variedad y con ello, dice Paulina Hidalgo, se observan cada vez más casos de mascotas alérgicas al salmón, cordero, vacuno, huevo y, en menor medida, al arroz y el trigo. “La mayor parte de los pacientes tienen alergia a uno o dos alimentos, aunque se describen casos de sensibilizaciones múltiples”, señala el documento de la Universidad de León.
La idea de eliminar los alimentos que componen la dieta habitual de la mascota es para no seguir exponiéndola al alérgeno responsable de sus malestares. Esto se considera una fase de prueba, en la que además el paciente no debe ingerir absolutamente nada más que el alimento designado por el especialista. Ni suplementos alimenticios, ni medicamentos saborizados, ni juguetes masticables o tiras de cuero. Nada. Este proceso, que dura unas ocho o diez semanas, permitirá comprobar si el motivo de las afecciones de la mascota está relacionada a su alimento.
Una segunda etapa podría permitir la identificación del alérgeno, reintroduciendo ciertos alimentos. Sin embargo, esto es optativo y depende de lo que desee el cuidador y el acuerdo que exista con el especialista a cargo.
Consejos generales
Que tu mascota no presente problemas gastrointestinales o de picazón no significa que no pueda desarrollarlos, por esto es que Bravo recomienda no dar demasiados tipos de alimentos o snacks, “me refiero a mezclas de proteínas, sobres de comida ni restos de comida de la casa”.
Si la mascota es muy alérgica, incluso los snacks hidrolizados pueden generar problemas, dice Paula Hidalgo. Si se requiere de premios para los entrenamientos, Bravo aconseja dar del tipo vegetal y en “distintas presentaciones”, ya sea deshidratados, cocidos, crudos o congelados. “Y pelletizados de muy buena calidad, que sólo tengan una proteína principal y ojalá con pocos ingredientes”.
Cuando existe sospecha o la mascota ya ha sido diagnosticada con alergia alimentaria, Hidalgo sugiere estar atentos a los ingredientes de todos los productos, incluso las pastas dentales y las pastillas médicas con saborizantes. Hasta el champú será relevante. Eso, seguramente, te lo remarcará el dermatólogo de tu mascota.