Todas y todos tenemos un equipo de audio en la casa. Puede ser una reliquia ochentera con tornamesa, deck para cassette, amplificador, receptor y sintonizador de radio, o un parlante inalámbrico moderno. O quizá unos minúsculos audífonos true wireless stereo (tws), de esos que se insertan en la oreja y que las compañías tecnológicas lanzan casi semanalmente.
Pese a las enormes diferencias que pueda haber entre unos y otros, hay un aspecto en común, que es el que nos convoca en este artículo: todos nos dan la posibilidad de ecualizar el audio. Algunos análogamente, con el movimiento de perillas, como los equipos antiguos, y otros de manera digital, a través de aplicaciones. Eso es lo que ocurre con los parlantes portátiles e inalámbricos, y también con los auriculares más recientes.
No se trata simplemente de cambiar la ecualización a modos predeterminados, como los clásicos “Rock”, “Jazz”, “Pop” o “Live”, sino a la personalización del timbre con el que queremos escuchar el audio. Algunos equipos incluyen más opciones de ajustes, otros son más limitados, pero de todas maneras algo se puede hacer para encontrar el sonido que más haga relucir la música que nos gusta.
Es toda una gracia que contengan esta posibilidad. La desgracia es que la gran mayoría de las personas no tiene idea cómo manipular un ecualizador.
Errores clásicos como subir a tope todas las variables, en la lógica de “mientras más volumen a todo, mejor”, se repiten constantemente. Tomás Castro, ingeniero en sonido, productor y fundador del proyecto de música electrónica Janeiro, explica que lo único que se logra con esto es “generar una pelea entre todas las frecuencias y una suciedad que no nos permitirá entender lo que escuchamos”.
Subir en exceso los niveles de la frecuencia de bajo, una especie de tentación moderna, tampoco es recomendable, porque es muy probable que terminen “tapando otras frecuencias y no podamos, por ejemplo, escuchar las voces de una canción”.
Pero no hay que azotarse la cabeza contra la pared: nadie nos enseñó nada y todos podemos cometer errores. Por eso estamos acá, para compartir algunas nociones básicas que te ayudarán a iniciarte en la ecualización.
¿Qué es ecualizar?
Partamos por la base. El sonido se transmite a través de ondas sonoras, cuya tonalidad depende de las frecuencias que la componen. Estas se miden en Hercios (Hz) y el oído humano es capaz de identificar un rango aproximado que va desde los 20 a los 20 mil Hz.
Las frecuencias que van entre los 20 y los 400 hz son las que conocemos como bajas. De los 400 a los 2.000 hz están las medias, y las que cubren el rango de los 2.0000 a los 20.000 hz corresponden a las altas o también denominadas agudas.
Le preguntamos, entonces, a los expertos: ¿qué es ecualizar?
Tomás Castro dice que se trata del ejercicio de escuchar, equiparar, amplificar y reducir las distintas frecuencias del espectro de audición, con el fin de lograr un producto sonoro limpio, con carácter e inteligibilidad. “Uno puede ecualizar el diálogo dentro de una película, por ejemplo, o bien la totalidad de una canción, con sus distintos elementos y timbres”, ejemplifica.
Ricardo Guzmán, músico y productor musical en su Estudio Goethe, agrega que a través del ecualizador “uno puede modificar el timbre de un sonido; dejarlo más grave, más brillante, más nasal, o quitarle excesos que puedan resultar molestos”.
Para Vicente Fernández, músico, docente, productor musical y postproductor de audio, la ecualización es un “proceso aditivo o sustractivo”. Por ejemplo, si se quiere destacar más las frecuencias agudas, lo mejor es comenzar “cortando” o “sacando” —como se dice en la jerga— graves o medios y después, si es necesario, “realzar” los agudos. “Si partimos levantando las frecuencias que queremos resaltar, es probable que todo empiece a sonar medio feo y descompensado”, añade el dueño de Estudio Carmen.
Ahora, hay otro detalle que no tiene nada de menor. Cómo dice Ricardo Guzmán, “hay gente a la que le gusta todo muy brillante”, con los agudos bien marcados, mientras que “otras personas buscan que el suelo tiemble con los bajos”. ¿Hay unos que están en lo correcto y otros equivocados? La respuesta es que no: ecualizar es de por sí algo subjetivo, una cosa de gustos. Pero dentro de un espectro en el que exista una lógica basada en la técnica. Para que no vayas a reventar los bajos intentando justificarte con algo que malentendiste de esta nota.
¿Qué tanto podemos hacer con la ecualización?
Recontextualicemos: el objetivo es sacarle provecho a las opciones de personalización que nos entregan los equipos de audio, como los sistemas de sonido de antaño, parlantes y auriculares modernos e, incluso, la “radio” computarizada del auto.
De acuerdo a Tomás Castro, hay dos tipos de ecualizadores: los paramétricos y los por banda. Estos últimos son los más comunes en dispositivos de audio doméstico y portátiles. También es el que puedes encontrar en las preferencias de Spotify, que aunque un poco escondida en los ajustes, también entrega opciones de ecualización (para llegar a ella debes ir a Preferencias > Reproducción > Ecualizador).
Los ecualizadores por banda no suelen incluir muchas variables. Más bien se reducen a bajos, medios y altos,los que también pueden aparecer definidos como “bass”, “mid” y “treble”, respectivamente. Aunque son pocos, según Castro estos bastan para “colorear y dar carácter al sonido”.
Para usuarios comunes y corrientes, la ecualización o “EQ” —como se le llama en el ambiente— nos da dos posibilidades, dice Ricardo Guzmán: “embellecer” el sonido o “solucionar problemas” que detectemos en éste.
“La segunda opción es la que suele tomar el audiófilo, gente que cacha un poco más de sonido y audio que el promedio”. En general, dice Guzmán, “las personas pueden decir que suena ‘abombado’ o que le falta ‘brillo’. Pero no vas a escuchar a un dueño o dueña de casa diciendo ‘a la radio le faltan medios’”.
Pero no es solo nuestra ignorancia o impericia la que limita los efectos de la ecualización. La calidad del audio que escuchamos, el lugar en el cual está situado el equipo de sonido y la calaña de los componentes del amplificador son factores determinantes. No tiene mucho sentido pretender reproducir sub bajos en un diminuto parlante inalámbrico.
“Aunque podemos amplificar esas frecuencias en la pantalla de nuestro tablet o celular, eso no significa que nuestro equipo será capaz de reproducirlas. Incluso, podemos empeorar la calidad de reproducción”, advierte Tomás Castro.
Los detalles importan: espacio, materialidad, ubicación
Hay que comprender lo siguiente: la música profesional viene ecualizada para que por defecto la mezcla de estudio tenga una traducción fiel en todos los dispositivos en los que se reproduzca. Sin embargo, el espacio físico en el que está instalado el equipo de sonido puede transformar todo radicalmente.
“La acústica del lugar es quizá el motivo más importante de por qué los equipos disponen de un ecualizador”, dice Ricardo Guzmán. Una sala puede generar distintos tonos y reverberaciones dependiendo del tamaño y del material con el que está fabricada. “Los muebles e incluso las personas que estén en ella van a afectar la acústica del lugar”, complementa Castro.
Un living amplio, de techo alto y construido con materiales poco porosos, es muy probable que derive en una reverberación muy pronunciada en ciertos rangos de frecuencia: el clásico rebote. Lo mismo podría ocurrir si no hay muebles que cubran las paredes o si hay muchos ventanales.
Por el contrario, dice Guzmán, las alfombras, las cortinas, los estantes con libros y cuadros en las paredes absorben los rebotes de las ondas. Eso lleva a que lo que uno escuche sea “más fiel al sonido puro del parlante”.
Otro detalle relevante es la distancia de los parlantes respecto a las paredes y muebles. Si estos se encuentran muy cerca pueden excitar ciertas frecuencias que nos pueden resultar molestas. Vicente Fernández recomienda que los altavoces nunca estén pegados a la pared y “ojalá alejados al menos unos 30 cm de las esquinas, para evitar generar bajos excesivos”.
Un buen ejercicio para reconocer cómo la posición de los parlantes en tu hogar puede variar el sonido lo propone Tomás Castro: “Deja el parlante en un punto fijo y luego muévete a través de la sala. ¿Puedes identificar qué frecuencias resaltan en las esquinas? ¿Cuáles destacan cuando te ubicas al centro?”
Algunas de las imperfecciones que puedas notar en el sonido, a causa de la relación acústica que se produzca entre el entorno en el que se reproduce el audio y la calidad de los parlantes, se pueden trabajar desde la ecualización. Queda claro que mientras más acustizada sea la sala y mayor sea la calidad del equipo de sonido, mejor se comportará el audio y menos trabajo de “EQ” se necesitará.
Conoce tu equipo
Así como es recomendable probar distintas ubicaciones para los altavoces, de manera de entender cómo se comporta en un lugar, también lo es reconocer las cualidades y defectos de tu equipo de sonido. “Un parlante muy pequeño difícilmente podrá reproducir todas las frecuencias del espectro con claridad y no tendrá mucho sentido amplificarlas”, ejemplifica Tomás Castro.
Ya sean audífonos, parlantes, un sistema HiFi antiguo o una barra de sonido, Ricardo Guzmán dice que “siempre hay que escucharlo plano en primera instancia”. O sea, con el ecualizador desactivado o con todas sus bandas al medio o en cero. “Y sin activar ninguna función del tipo ‘mega bass’, ‘surround’ o algo por el estilo”. De esta manera, dice el productor, podremos saber a ciencia cierta cómo suena el equipo. Recién ahí “sabremos qué funciones pueden aportar”.
Siempre será fundamental considerar las posibilidades físicas de los aparatos y del oído de cada uno. Vicente Fernández advierte, eso sí, que si el ecualizador permite llegar a “+10″ en algún punto, “es preferible no sobrepasar el 7, puesto que estaremos forzando los componentes de los parlantes y también podemos dañar de manera irremediable nuestra audición”.
En foros de audio suele aparecer una ecualización que se le conoce como “en V”, en la que los bajos y los agudos están relativamente equiparadas pero no tan por encima de los medios. Esta, dice Guzmán, “entrega una sensación como HiFi a golpe de primera escucha, pero a veces puede perjudicar la riqueza tonal de las frecuencias medias”.
Fernández opina que es mejor no dejarse llevar por los secretos o trucos que supuestamente funcionan en todos lados. “Siempre hay que considerar el lugar real de la escucha. Lo más importante es: ‘escuchar cómo se escucha’”.
No hay que olvidar el detalle de que una buena ecualización es algo subjetivo. Como dice Tomás, “hay un sentido estético y creativo en la ecualización que va a depender del gusto de cada uno al momento de escuchar”. Por ejemplo, en una canción de música electrónica o urbana, amplificar los bajos y los agudos, además de reducir los medios de forma leve, podría ser útil.
Como dice Vicente Fernández, ecualizar comienza por sustraer frecuencias y luego realzar. Guzmán concuerda: “Hay una frase dando vueltas en internet que es algo así como: para mejorar el sonido, baja frecuencias; para transformar el sonido, levanta. Esa es la lógica”.
Si quieres profundizar en este tema, los entrevistados recomiendan visitar sitios especializados como Hispanosonic, Sound on Sound, y también canales de YouTube como el de Rick Beato, Nathan James Larsen, y FabFilter.