Es justo decir que la odontología es la especialidad médica más retratada por la cultura popular en películas, series, libros y por supuesto memes.
De memoria, un par. Por ejemplo, el desagradable Tim Whatley en la sitcom Seinfeld, un dentista a quien Jerry —el protagonista— odia porque sospecha que se convirtió al judaísmo solo para poder hacer chistes. Es interpretado por Bryan Cranston, quien luego se haría célebre como el papá de Malcolm y ultra famoso como Heisenberg en Breaking Bad.
También está Julia Harris, la sexualmente agresiva dentista que acosa a su asistente Dale, interpretado por Charlie Day en la a-estas-alturas clásica comedia Quiero matar a mi jefe. En esa misma línea quizá el más reconocido de todos es Stuart Price (Ed Helms), uno de los amnésicos borrachos de la saga Qué hice ayer.
Acercándonos más a lo que nos convoca tenemos a uno de los primeros memes de la historia, “Kevin goes to the dentist”, que narra la salida del dentista del pequeño Kevin, quien aún convaleciente de la anestesia pregunta si todavía habita “la vida real”. Con el papá dentista de Willy Wonka, que odia los dulces, y la hilarante pero también aterradora escena del dentista en Buscando a Nemo, podemos dar por cerrada esta intro.
(Para ejemplos terroríficos puedes ver este video de dentistas analizando escenas de películas o esta escena de la película de horror-gore El Dentista).
Siempre ir al dentista se convierte en toda una experiencia, porque seamos sinceros: la boca no es un lugar donde quieres tener afilados instrumentos metálicos zumbando, ni tampoco mangueras y mucho menos jeringas.
Sin embargo, mantener una higiene oral responsable, y por ende asistir regularmente al dentista, es fundamental tanto para adultos como para niñas y niños. Son ellas y ellos los principales receptáculos generacionales de años de traumas, malas experiencias y una cultura pop que representa la ida al dentista como una película de terror.
Junto a las dificultades de acceso a la salud dental, es probable que el miedo y el rechazo a ir al dentista sea una de las causas de que, según cifras del Ministerio de Salud, el 63% de las niñas y niños mayores de 12 años en Chile presente caries.
¿Cómo pueden padres y madres evitar que sus bendiciones le teman al dentista? ¿Será necesario trabajar en sus propios miedos también? Consultamos con especialistas para hincarle el diente a este asunto.
Miedo heredado
“El temor al dentista es algo más bien subjetivo, que se asocia principalmente a fobias o experiencias previas negativas”, explica Laura Cruz, odontopediatra de Clínica Santa Blanca. Según ella, son los adultos los que traspasamos esos miedos, incluso cuando intentamos evitarlo. “Al utilizar frases como ‘no tengas susto’, ‘no te va a doler’ o ‘¿estás muy nervioso?’, en vez de tranquilizarlos los predisponemos a una mala experiencia. Al contrario, tenemos que hablarles en positivo y confiar en que ellos valoren por sí mismos su vivencia”, agrega.
Por eso, Sebastián Peragallo, docente de Odontología de la Universidad de Valparaíso, cree que “es bueno que vayan al dentista desde chiquititos, sin contarles nada, sin amenazarlos. Evitar decir cosas como ‘si te portas mal, te llevo al dentista’”. También recomienda que la primera visita sea antes de que ocurra un problema: así el acercamiento no será tan intimidante y consiguen familiarizarse con la experiencia.
Para la odontopediatra Margot Araya, los miedos casi siempre se heredan por parte de los padres o adultos que conviven con los niños. “Son ellos quienes llegan con temor y ansiedad por alguna experiencia traumática que pudieron tener. Eso se lo traspasan a sus hijos, que son capaces de percibirlo”, asegura.
“Es algo que se va traspasando de generación a generación”, agrega Teresa Jofré, de Clínica MD Odontología. “Además está la caricatura en los medios, donde normalmente nos retratan con estos sillones grandes y máquinas metálicas que meten ruido y miedo”.
Abra grande, por favor
Quitando el factor herencia, como cualquier experiencia nueva, visitar al dentista genera un miedo natural. Araya lo reconoce: “Hay ruidos, olores extraños; es un lugar ajeno, muy blanco y produce sospecha”.
De todas formas, para las niñas y niños de hoy una visita al odontólogo es muy diferente a la que probablemente tuvo un adulto cuando pequeño. Existen iniciativas como el Club Ratón Pérez, un programa de odontología preventiva y entretenida, formado por profesionales especializados en atención de menores.
“Las técnicas que utilizamos son principalmente a través del juego, con herramientas y modelos que los niños puedan tocar y explorar. Así, son ellos mismos los protagonistas de su primera cita con el dentista”, explica Laura Cruz.
Por otro lado, la aproximación también tiene que ver con el paulatino retiro del adultocentrismo de nuestra sociedad. Así lo explica Margot Araya: “Mi generación entiende que el o la niña es una persona, y que como tal tiene temores, hay que respetarle y explicarle; no es llegar y decir ‘siéntate y abre la boca’. Desde cómo se le saluda y cómo te presentas hasta cómo te despides: todo eso es importante para que sepa que le estás escuchando y que no solo te relacionas con su cuidador adulto”.
Actualmente, además, las y los profesionales tienen más preparación en odontopediatría y hay más cancha para quienes deciden dedicarse o no a este público en particular.
“En general, las herramientas y la tecnología han evolucionado y mejorado”, asegura Teresa Jofré. Eso va desde la aplicación computarizada de anestesia o los tratamientos menos invasivos para las caries, hasta el uso de “sillones amigables, televisión o audífonos para eliminar los ruidos molestos. Son cosas que han ido haciendo más grata la atención”.
Tranquilidad y prevención
En este algoritmo dental, la comunicación entre los personajes adultos es fundamental para que la pequeña persona que está iniciándose en el mundo de la odontología se mantenga relajada y confiada. “Hablar de los temores y permitir que el dentista les explique bien sobre los procedimientos es clave para la tranquilidad”, dice Margot Araya.
También hay niñas y niños que necesitan más tiempo para adaptarse, y para ellos no conviene apurar los procesos. “Es muy recomendable que primero vayan a conocer el lugar, al profesional que los atenderá, que pregunten y toquen cosas. Las sesiones de adaptación son útiles para los niños y para que padres y madres sepan que no va estar sufriendo”.
En ese diálogo, complementa Jofré, es clave educar a los adultos a no incluir en el lenguaje las palabras aguja, anestesia, dolor, etc. “Eso es importante para manejar o disminuir el miedo”, asegura.
Lo más importante, coinciden todos, es la prevención. Esta tiene dos partes: la primera es comenzar tempranamente sus visitas al dentista —ojalá antes del año de vida—, y así prevenir anomalías y caries. “Mientras antes los lleven a consulta, mucho mejor adaptación va tener”, asegura Margot Araya. “La idea es que tenga una buena experiencia, para que luego se haga un hábito hasta la adultez”.
La segunda va por la alimentación y la higiene en casa. “Lo ideal es que antes de los 2 años nunca coman alimentos azucarados artificialmente, ya que el azúcar gatilla la aparición de caries antes del cepillado”. Según Araya, si visitan al dentista desde pequeños más rápido podrán entender cómo funcionan sus dientes, por qué se caen y, en especial, cómo cepillárselos bien”.