Lo barato cuesta caro, dice el refrán, pero estos tiempos no están para hacerle mucho caso: lo caro, para las limitadas cuentas bancarias de la mayoría, es simplemente caro, y cuando se puede no queda otra que optar por lo barato. Los precios de muchos productos han subido, el consumo de los servicios básicos —con la gente encerrada en su casa— aumenta y por alguna parte tiene que aparecer el ahorro.
Nos imaginamos que nadie quiere, por pura voluntad, bajarle la calidad del alimento a su mascota, pero algunos se han visto obligados a buscar alternativas: el presupuesto ya no da para ese saco importado de Alemania que tiene algas, bayas y extracto de aceituna.
La pregunta es: si tengo que comprar algo más barato, ¿cómo me aseguro de que siga siendo nutritivo? ¿O solo los alimentos caros son buenos?
“Primero”, dice Juan Egaña, veterinario y docente de la Universidad de Chile, además de director del Centro de Investigación en Nutrición y Alimentación de Mascotas, “hay que saber que los alimentos para perros se dividen en tres categorías comerciales: estándar, premium y súper premium”.
La estándar es la que se suele vender en supermercados, almacenes y ferias, casi siempre producida en Chile. La premium, de mayor precio, también está en supermercados, aunque principalmente se encuentra en tiendas para mascotas y veterinarias, al igual que la súper premium, mucho más costosas y cuyas marcas son extranjeras.
¿Qué hace más cara y supuestamente mejor a una categoría por sobre la otra? Hay tres principales factores, como explica el profesor Egaña: sus ingredientes —la proporción y calidad de estos—, el valor nutricional del alimento —sobre todo, la concentración de proteína que tenga— y su aceptabilidad —es decir, qué tanto entusiasmo le produce al perro tenerla en su plato.
“Según los estudios que hemos realizado”, dice Egaña, “hay una relación directa entre categoría y aceptación. Es decir: los alimentos más caros, los premium y súper premium, les gustan más a los perros”. Esto, principalmente, por la tecnología y la frescura de los ingredientes utilizados en la fabricación. En buena parte de estos productos se usan paratantes, que son fracciones de ciertos nutrientes obtenidos mediante la hidrólisis —proceso con el que también se hacen los cubos de caldo, por ejemplo— y que intensifican su sabor y olor.
“Aunque deberían haber diferencias en nutrición entre las categorías”, agrega el académico, “estas no están científicamente probadas. Los alimentos de categoría estándar son menos concentrados —o sea, tienen menos porcentaje de proteínas y grasas que los otros— pero en general cumplen con los requerimientos mínimos establecidos por el Instituto Chileno de Normalización: un 18% de proteínas en la variedad ‘adultos’ y no más de un 12% de humedad”.
Aunque una de las principal distinciones entre las categorías, según él, se puede observar en las fecas de los perros. La estándar tiene menos digestibilidad que las premium o las súper premium, provocando que el animal necesite salir más veces a “deponer”, como dicen los veterinarios.
“Poniéndoles nota del 1 al 10”, resume Enrique Heyne, médico de la Clínica Veterinaria Heyne, “el promedio está en 6”.
Katherine Márquez y Rodolfo Alcayaga, veterinarios, docentes y creadores del centro Nutrición Natural Mascotas, no coinciden del todo. “Si bien en la mayoría cumplen con los requerimientos nutricionales mínimos para la especie, de acuerdo a la etapa del desarrollo para la cual son formulados, existe una gran diferencia en cuanto a la calidad y al origen de los insumos que se utilizan para su elaboración, lo que afecta considerablemente su calidad”, dicen. “En general, los de consumo masivo son de calidad bastante baja”.
¿Cómo saber si es mejor o peor?
Todos las marcas y variedades, por supuesto, dirán que su alimento es nutritivo, que es delicioso y que le entregará todo lo necesario a tu perro. “Pero eso no siempre es real”, dicen los miembros de Nutrición Natural Mascotas. “Se genera así un consumo masivo alimentos de baja calidad nutricional, lo cual también está condicionado por las posibilidades económicas y culturales de los tutores”.
Un estudio del Sernac, realizado el 2014, demostró que de veinte marcas de alimentos testeadas, diez tenían menos proteínas que las que declaraban en sus envases. Y de todas ellas, solo seis presentaban coincidencias en toda su información nutricional. Esto fue hace seis años y el panorama pudo haber cambiado, pero hace poco más de un mes informaron de una alerta sobre las marcas Cannes y Charly —una premium y la otra estándar—, elaboradas por Iansagro, ya que su contenido, según el reclamos de varios consumidores, podría estar rancio.
“La mayoría de los alimentos para perros de consumo masivo, como los que podemos conseguir en supermercados, es de baja calidad nutricional”, agrega Rodolfo Alcayaga. “En clínicas veterinarias y pet shops es posible adquirir una gama de alimentos nutricionalmente superiores, pero su elevado precio es la principal limitante”.
Lo mismo dice Enrique Heyne: “en veterinarias o tiendas de mascotas la calidad es mayor”. Pero para saber con mayor precisión, y no solo por el precio, si un alimento es mejor que otro, revisando su lista de ingredientes podemos obtener algunas pistas.
“Los tres ingredientes que aparecen primero en la composición de un alimento son los más importantes en cantidad”, explica Heyne. “Así, por ejemplo, si un alimento tiene harinilla de trigo, harina de maíz o subproductos de pollo entre los tres primeros, podemos considerar que tiene menor calidad que otro que empiece mencionando carne de pollo, arroz y harina de maíz”.
“Idealmente”, dice Katherine Márquez, “los primeros ingredientes deben ser de origen animal. Que diga: ‘carne de’”. Además de eso, recomienda fijarse en el origen de las proteínas, que es el principal nutriente que debe tener un alimento para perros. “Se debe preferir aquellos cuyas fuentes de proteína sean de origen animal y no de origen vegetal”. O sea, que tenga más pollo, vacuno o cerdo que soya, y ojalá no en forma de harina, un subproducto cárnico cuya calidad no siempre es alta.
También sugiere evitar los productos que contengan altos niveles de carbohidratos de difícil digestión —”como el maíz o el trigo”— y aquellos que tengan aditivos y preservantes artificiales, “como el BHA o BHT —a los que se les ha atribuido cierto riesgo cancerígeno— y etoxiquina, y preferir aquellos que tienen antioxidantes naturales como vitamina E o tocoferoles”.
“Es bueno fijarse en la fecha de elaboración”, apunta Juan Egaña, de la Universidad de Chile. “Entre más viejo es un alimento, más se destruyen sus nutrientes”. Y si se puede, como dice Rodolfo Alcayaga, elegir productos que tengan bajos porcentajes de carbohidratos, no tan necesarios en los perros como en los humanos, y que son uno de los principales causantes de la obesidad canina.