Publicado el 30 de septiembre de 2020 y actualizado el 15 de marzo de 2021.

Natalia Martínez lo ha intentado de muchas formas. Primero, explicándole para qué sirve y por qué es importante usarla. Como no fue suficiente, le ofreció un helado de premio si se la ponía —y no se la sacaba— mientras estuvieran en la calle. La recompensa parece que no fue muy atractiva, ya que a los pocos minutos la mascarilla colgaba de una sola oreja. La tercera fase, que vino con un reto y una amenaza, terminó con llantos y aún más resistencia de su hija, creando una repelencia por parte de la niña de tres años hacia la protección de tela, y convirtiendo en un drama cada salida fuera de la casa.

“No hay caso”, dice la madre, estresada por el presente y angustiada por el futuro cercano, que será sí o sí con mascarillas. En los supermercados o tiendas, los guardias suelen ponerle problemas para entrar con su hija sin la protección puesta, y en la calle siente las severas miradas de la gente, que la observan con desprecio, como si fuera la peor mamá del mundo.

El problema no es exclusivo de Natalia: al parecer, muchos padres y madres alrededor del mundo están teniendo grandes dificultades para hacer que sus hijos usen y se dejen puesta la mascarilla. “Considérelo el Reto de 2020”, empieza un artículo publicado en julio en CNN: “es probable que sea más fácil ponerle lápiz labial a un hurón que hacer que algunos niños usen cobertores faciales”.

Pero el asunto puede llegar a ser más que una mala anécdota o un conflicto doméstico: a fines de agosto, la aerolínea norteamericana Southwest Airlines bajó de un vuelo a un niño de tres años, que iba acompañado de su madre, por no llevar mascarilla. Ella llevaba un certificado de su médico, en el que mencionaba que su hijo era autista y que tiene un “trastorno de procesamiento sensorial” que le causa mucho estrés cuando las cosas tocan su cara, pero a pesar de eso tuvieron que salir del avión ya que la empresa obliga a todos los pasajeros mayores de 2 años a usar mascarilla durante el viaje.

Esto causó toda una polémica y también un cruce de evidencia científica y recomendaciones sanitarias: mientras el Centro para el Control y la Prevención de Enfermedades de Estados Unidos sugiere que los niños las usen a partir de los 2 años —en ambientes donde la distancia social no se pueda garantizar—, desde la Organización Mundial de la Salud y la Unicef dijeron hace un mes que no se recomienda el uso en menores de 5 años, y que solo debería ser obligatoria para los mayores de 12.

“El criterio de la edad no es un buen foco”, dice Humberto Soriano, ex presidente de la Sociedad Chilena de Pediatría y profesor asociado en la Universidad Católica. “Debería estar puesto, más bien, en el contexto: si se está en un espacio abierto, donde se puede mantener una distancia social de dos metros sin problemas, no hace falta que los niños usen mascarilla. Pero en un lugar cerrado, con mucha gente, deben usar idealmente un escudo facial y la mascarilla”.

El consenso entre los pediatras asociados, explica Soriano, es que antes de los 2 años la mascarilla puede generar asfixia y problemas para respirar, pero que sobre los 4 es recomendable y sobre los 10 deberían usarla en las mismas condiciones que los adultos. “Toda la evidencia hasta ahora muestra que ocupar mascarilla baja no solo la probabilidad del contagio sino que también la carga infecciosa, haciendo que los efectos del virus en la persona sean mucho menores”, dice el pediatra.

Natalia Martínez lo sabe y por eso sigue buscando la manera en que su hija se la ponga cada vez que deben salir juntas. Pero como muchos padres y madres, todavía no la encuentra. ¿Hay una receta?

Sin miedo

Lo primero que dice Nicole Zagmmut, psicóloga infantil del centro médico Cetep, es que las mascarillas están inevitablemente asociadas a los enfermos, los hospitales y los médicos. Y por lo general, a ningún niño le gusta ir al doctor o enfrentarse a una situación hospitalaria, generándose así una primera resistencia.

“Para los más chicos, además, la mascarilla es algo muy nuevo y que les provoca susto, ya que se ocultan las expresiones faciales de la gente, algo muy importante en su manera de relacionarse con el mundo”, agrega. Un estudio, publicado el 2002, demostró que el uso de elementos en las caras, como sombreros o mascarillas, podía afectar la capacidad de reconocimiento en niños y niñas entre 4 y 7 años.

“La mascarilla, por lo tanto, impide o dificulta que los más pequeños reconozcan los gestos de sus padres, como los de aprobación o desaprobación, de alegría o enojo, que para ellos funcionan como guías”, explica Zagmmut. “Sin ellos, los niños y niñas pueden sentirse perdidos o perturbados”.

Tampoco conviene hacer que las usen a través del miedo al coronavirus y del susto al contagio. Más bien, dice la psicóloga, hay que reforzar lo positivo: que la mascarilla es para protegerse, para mantenerse sano, para estar bien. “Siempre con palabras sencillas, sin excederse en la información ni sobre explicando”.

La Academia de Pediatría de Estados Unidos (AAP) publicó un artículo con algunos consejos para los padres al respecto. En él, sugieren que si un niño menor de 3 años “le pregunta por qué las personas usan cubiertas de tela para la cara, explíquele que a veces es necesario que las usen cuando están enfermas, y a veces la personas las utilizan para evitar enfermarse”. En cuanto a los mayores de 3, recomienda enfocar el discurso en los gérmenes, que hay algunos buenos y otros malos, y como “no siempre podemos determinar cuáles son buenos o malos, las mascarillas pueden ayudarnos a mantener a estos gérmenes fuera de nuestro organismo”.

“Lo primero es dar el ejemplo”, dice el pediatra Humberto Soriano. “No les podemos pedir a los niños que las usen si nosotros no lo hacemos cuando corresponde”. Sus hijas, que son pequeñas, son capaces de llevar puesta la mascarilla sin problemas y durante varias horas. ¿Cómo lo hizo? “Sin ser autoritario ni punitivo, sino que explicando, conversando y tranquilizando, sin dar miedo”.

Rebeldes

Más grandes, los niños y niñas pueden demostrar más resistencia a la protección facial. “Ya no por miedo, sino por la dificultad de adaptarse a otro cambio, a la incomodidad que produce y la oposición normal a una nueva obligación”, explica Nicole Zagmmut.

Esto responde tanto a un asunto propio de la edad como también cultural: cada generación se somete menos a la autoridad, con una menor tolerancia a las imposiciones. “Los niños y niñas son más opositores, y las estrategias para que obedezcan ya no son las mismas que antes”, dice la psicóloga infantil. “La irrupción de la tecnología, que hace todo más inmediato, con menos capacidad de postergar el deseo, hace que les sea más difícil aceptar normas y límites”.


Obligarlos, en ese sentido, es una mala táctica, lo mismo que el castigo o la amenaza. “Eso hará que el uso de la mascarilla quede asociado al reto, a pasarlo mal, a un momento desagradable”. El instructivo de la AAP dice que “los niños y los adolescentes con frecuencia tienen dificultades si se sienten diferentes. Pueden sentir que usar tapabocas los estereotipa como enfermos. Entre más personas utilicen las cubiertas de tela, los niños se acostumbrarán a ellas y no se sentirán señalados o extraños por usarlas”.

Como un juego

El departamento de Salud del estado de Washington también hizo una serie de recomendaciones para que los padres consigan que sus hijos e hijas usen la mascarilla. Y la idea que atraviesa todos los consejos es transformar este cuidado en algo interesante y atractivo.

“Elógielos”, dice. “Deles un choque de manos, abrácelos, regálele golosinas, o leales un libro adicional a la hora de acostarse, como una manera de recompensarlos”.

Zagmmut sugiere que sea como un juego. Si los niños son competitivos, entonces ofrecer un premio a quien se mantenga más tiempo con la mascarilla puesta, o tener varias opciones para que ellos puedan elegirlas al momento de salir, combinándolas con la ropa o según el día de la semana. “Si se los implica en su elección, incluso en la manufactura, será mucho más fácil que las utilicen”.

Para eso hay infinitas opciones, como bordarles su nombre o su inicial, que le dibujen o la pinten a su gusto o incluirles alguno de sus personajes favoritos en ella. Si las hacen ellos mismos, las sentirán como algo propio y desearán ocuparlas. “Si son reutilizables, además, son más sustentables, se contamina menos y eso es otro motivo para que las quieran usar”, agrega Humberto Soriano.

Algo que también puede ser útil, especialmente con las niñas y niños más pequeños, es ponerse la mascarilla dentro de la casa y realizar algunas actividades cotidianas con ella. “Eso les demostrará que es parte de la vida, que no tiene nada de malo llevarla puesta”, dice Nicole Zagmmut. “Para ellos, salir siempre implica algo nuevo, tanto para bien como para mal, y sumarle la mascarilla puede resultar amenazador. Si la ocupamos dentro de la casa, ese factor se reduce”.

Como en cualquier otro aspecto de la crianza, hay que tener paciencia y constancia, y no esperar un cambio de la noche a la mañana. A continuación, algunas opciones de mascarillas reutilizables especialmente diseñadas para niños y niñas.

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*Los precios de los productos publicados en este artículo están actualizados al 15 de marzo de 2021. Los precios y disponibilidad pueden cambiar.