“Todo lo que nos detiene y nos obliga a tener paciencia, lo que nos lleva de vuelta a los lentos círculos de la naturaleza, es de gran ayuda. Jardinear es un instrumento de gracia”, escribió la novelista y poeta May Sarton en Anhelo de raíces, su libro de memorias.
Además de literatura, también existe bastante evidencia respecto a cómo la contemplación directa de árboles, incluso abrazarlos, disminuye los niveles de cortisol —y por ende el estrés— en el cuerpo. De igual forma, se sabe que meditar en lugares al aire libre trae enormes beneficios para el bienestar espiritual, mental y físico.
¿Pero qué hay de las plantas “de interior”? Lo primero que aprenderemos en las próximas líneas es que ese concepto, aunque utilizado a diestra y siniestra (incluso por este redactor al hacer las preguntas), no es del todo correcto.
“Es un término difundido y muy común, a pesar de que en la naturaleza no hay plantas que se ajusten a esa clasificación”, aclara la paisajista Romina Sepúlveda, dueña Jardines del Sur. En general, llamamos así a las especies que provienen de ambientes tropicales y selvas, que llevamos al interior de nuestras casas, departamentos y espacios de trabajo para acercar la naturaleza a nuestras vidas”.
La ciencia académica es bastante contundente al respecto: estar rodeado, o al menos cerca de un par de plantas ayuda a mantener una buena salud mental. Un estudio de la universidad coreana de Konkuk arrojó que los estudiantes en una sala de clases con plantas tenían mejores niveles de concentración.
En la universidad australiana Deakin se concluyó que las plantitas pueden ayudar a construir una autoestima más sólida, y un trabajo de la universidad canadiense de Carleton determinó que el contacto con la naturaleza genera una sensación de bienestar general.
“Cuando vemos verde, hay una respuesta evolutiva, es casi como si hubiésemos visitado un santuario”, aseguró Gary Altman, director asociado en el programa de terapia de horticultura de la Universidad de Rutgers, a la revista Time. “Reduce los sentimientos de miedo y ansiedad; incluso si estás sintiendo enojo, te puede calmar”.
¿Pero solo con tener un macetero y una planta seremos más felices? ¿Sirven las flores artificiales? Para saberlo, le consultamos a personas expertas en botánica y jardinería sobre cómo esta relación no comestible con el mundo vegetal puede plantar una semillita de esa anhelada paz mental.
Regar la salud mental
En primer lugar, explica la psicóloga Maria José Gré Altermatt, terapeuta de Psyalive, cuando se trata de salud mental no existen fórmulas mágicas ni moneditas de oro. Tampoco cuando se trata de aprender un poco de jardinería y dedicarle energía (y también algo de dinero) al cuidado de plantas en la casa.
“Es muy probable que eso ayude a incrementar nuestro bienestar mental”, dice Gré. Pero para eso, aterriza, la persona tiene que creer en que aquello le hará bien. Y querer hacerlo, también.
“Si lo siento como una obligación, o que me estorba para mis otras cosas, lo más probable es que será un impedimento más que una ayuda”, explica.
Sin embargo, y como enumeramos al principio, desde una perspectiva objetiva y biológica efectivamente las plantas favorecen el bienestar humano. “De partida, porque ellas convierten el CO2 en oxígeno. Eso nos permite oxigenar mejor, haciendo que todo nuestro cuerpo esté funcional y en armonía”, dice Gré.
“Algunas plantas tienen la capacidad de absorber ciertos gases nocivos para el organismo”, agrega Sepúlveda, como el formaldehído, presente en aislantes, alfombras o el humo del tabaco; el benceno, elemento cancerígeno presente en el cigarrillo y ciertos limpiadores; o el tricloroetileno, existente en adhesivos en aerosol, entre otros”, enumera.
“Las bacterias que normalmente se encuentran asociadas con las raíces ayudan a romper la estructura química de los contaminantes, que luego serán captados por las raíces como nutrientes”, profundiza.
Pero por supuesto que no se trata solamente de química. El hecho de cuidar una o más plantas, regarlas, podarlas y mantenerlas sanas, puede fomentar una serie de hábitos positivos, dice la paisajista. ¿Cuáles serían esos?
- Establecer una rutina: Las plantas necesitan un cuidado constante —riego cada cierto tiempo, podado, cambio de sustrato, etc.—, y desarrollar ese hábito también puede mejorarnos el ánimo y la autoestima.
- Observación: Mirar en detalle una planta y sus procesos, los cambios y distintos signos que van mostrando, también puede ser una oportunidad para relajarse y conectarse con la naturaleza.
- Aprender: Las especies de plantas son diferentes y requieren de distintos cuidados. Para darles lo que necesitan hace falta estudiarlas y aprender continuamente.
- Mantener un entorno adecuado: Muchas de las plantas que pueden vivir dentro de una casa necesitan de un entorno adecuado para crecer y prosperar. Esto significa, entre otras cosas, que haya suficiente luz, ventilación, limpieza e incluso orden, lo que de paso también ayuda a nuestro bienestar.
- Paciencia: El cuidado de las plantas requiere de tiempo y calma. Algunas pueden tardar muchas semanas, incluso meses, en crecer y florecer, por lo que es importante tener paciencia y continuar proporcionando el cuidado adecuado.
- Responsabilidad: Cuidar una planta, por muy sencillo que sea, no deja de ser una responsabilidad y puede ser una buena oportunidad para practicar el compromiso en otras áreas de la vida.
“Aprender lo que ése ser vivo necesita —cuánta humedad, cuánta atención diaria o semanal— me conecta con la labor de cuidado y la dedicación que ello requiere”, dice Gré. “Es una forma, para alguien que disfruta de la conexión con las plantas, de sentirse útil en el mundo”.
De alguna pequeña manera, hasta puede considerarse como una forma de borrar en algo la huella de carbono que nuestro paso por el mundo ha dejado. “No importa la escala, aportar tu granito de arena siempre se sentirá bien en la medida que eso resuene para ti”, dice.
La medicina de las plantas
No es necesario consumirlas para que ciertas plantas tengan efectos medicinales en nosotros. Así lo asegura María José Gré, que ve en ellas un inmenso potencial meditativo, muy fecundo para aumentar el bienestar.
“Puedes concentrar todas tus energías en observar cómo la naturaleza logra asentarse, cómo consigue su geometría o se sale de la norma. Puedes reparar en el viento que mece la planta, su color, textura y capacidad de sobrevivencia o fragilidad. Es una forma de conectar con la vida, con la labor de cuidado, y cómo cuidar a otro también puede beneficiarme a través del regalo de la oxigenación”.
Explica Sepúlveda que aparte del lado introspectivo hay también un aspecto social. “Es una forma divertida y gratificante de socializar y conectarse con otros amantes de las plantas. Hay una tendencia popular en las redes sociales, donde las personas comparten fotos de sus plantas y consejos sobre cuidados”.
Gré está de acuerdo. “Es muy saludable conectarse a través de los hobbies con otras personas”. Explica que ese tipo de actividades otorgan un sentido de pertenencia a un grupo, lo cual es un factor crucial para la salud mental. “Si yo pertenezco a un colectivo, puedo tener un sentido colectivo además del individual; aprendo a relacionarme, a soltar la egolatría y a compartir la atención que me doy exclusivamente a mí”.
¿Con qué plantas comenzar?
Si estás pensando en iniciarte en el mundo de la jardinería de interior, Sepúlveda recomienda algunas de las plantas más apropiadas para personas sin mucha experiencia:
- Pothos
- Sansevieria
- Cactus
- Suculentas
- Hierbas aromáticas (para la cocina)
“Son plantas resistentes, fáciles de cuidar y pueden agregar un toque de naturaleza a cualquier espacio”, finaliza.