El año pasado nadie tuvo tiempo, no todos tuvieron espacio y pocos tuvieron plata para adaptar algún lugar de la casa a las clases virtuales de sus hijos. El coronavirus arremetió con rapidez y sobre la marcha hubo que improvisar escritorios, turnarse computadores y adaptar habitaciones. Algunos pudieron hacerlo con éxito, pero para la mayoría fue una lucha constante y frustrante, donde ni los adultos podían trabajar tranquilos ni los niños estudiar o asistir a sus clases con comodidad.
Lo bueno es que, para este año escolar que está a punto de comenzar —al parecer, no de forma presencial—, es posible hacer una planificación y, con el espacio y los recursos que se tengan, crear un pequeño espacio para que las niñas, niños o adolescentes puedan tener una experiencia escolar un poco más próspera.
En la medida de lo posible
Por defecto, muchos piensan que lo ideal para cualquier niño o niña sería tener su propio escritorio y ojalá en su pieza. Una mesita, con su silla, en la cual pueda hacer sus tareas, tener sus clases por Zoom y, en su tiempo libre, dedicarse a perfeccionar sus facetas artísticas, siempre limpio y ordenado.
Muy pronto, eso sí, casi todos los padres aprenden que esos deseos no se harán realidad. Al menos no tan fácilmente. Los niños capaces de mantenerse sentados, quietos y concentrados en sus piezas por largo rato son la minoría, sobre todo si tienen menos de diez años. Para ellos, es probable que un escritorio se transforme en otro espacio de juego más, donde aparte de lápices y gomas circularán juguetes, autitos, muñecas, legos y bloques.
Por otro lado, hay niñas y niños que prefieren hacer sus tareas o tener sus clases acompañados, sintiéndose rodeados de otras personas. La mesa del comedor, o incluso compartir el escritorio con sus papás, les resultará más cómodo y eficiente. Además, por la falta de espacio, para muchas familias esta se transforma en la única alternativa.
En este último caso, la opción que me ha funcionado —como padre de niños de 6 y 13 años— es que usen una mochila, la misma que ocuparían para ir al colegio, con todos sus útiles más relevantes dentro: cuadernos, estuche, agenda, libros, carpetas y materiales. La preparan temprano, o antes de dormirse la noche anterior, con las cosas que necesitarán para las clases o actividades de esa jornada, y la van trayendo a los distintos espacios que ocuparán en la casa. Así mantienen todo a mano, el orden es más fácil de sostener y se simula en algo la sensación de “asistir” al colegio.
Mochila Totto Acuarela 207
Si el hijo o hija es solo uno, pero tampoco hay espacio en su pieza para instalar un escritorio aparte, se puede usar un carrito con ruedas para trasladar sus materiales. Así, todos sus lápices, pinturas, papeles, tijeras —o lo que sea que le pidan— puede estar rápidamente disponible, y pasar de la mesa del comedor, donde hizo una tarea, al escritorio donde trabajan los papás, lugar que quizá es más conveniente para tener una clase por Zoom.
Organizador plástico 3 niveles con ruedas Pin Pin Family
Para compartir escritorio con tu hijo o hija, puede ser bueno conseguir un pequeño separador de espacios, que delimite la superficie que cada uno ocupará. Más que una frontera, se trata de definir el área disponible para que los codos y las piernas no terminen chocando cada cinco minutos. Esto se puede lograr con libros apilados —ojalá aburridos, para que no llamen la atención ni distraigan— o incluso una cuerda gruesa.
También serán útiles un par de buenos audífonos, tanto para tu hijo o hija —sobre todo si es más grande y quiere algo de privacidad en su clase— como para ti mismo.
Mi primer escritorio
Ahora bien, si tu hija o hijo es más grande y además su pieza permite instalarle un escritorio, es bueno estar consciente de ciertas cosas que pueden pasar. Por ejemplo —y lo digo por experiencia propia—, que el tiempo que debería dedicar a sus clases virtuales los pase viendo YouTube o conversando en Discord. O que la mesa, en vez de mantenerse ordenada y despejada, sea el epicentro de camiones, legos y play-doh. O que el computador o tablet, si permanece en su pieza, lo haga quedarse despierto o despierta hasta más tarde, o viendo cosas inapropiadas para su edad.
Para evitar estos problemas, conviene establecer reglas claras desde el comienzo, tanto de uso de los aparatos como de productividad. ¿Las que me han servido? Tratar de que todas las tareas las haga primero de forma análoga, con lápiz y papel, como en los viejos tiempos, y luego pasarlas al computador si es necesario.
También que las clases online, si se trata de un niño mayor de 10 o un preadolescente, las haga con su puerta abierta. La idea no es estar vigilándolo, pero así es probable que sienta menos tentaciones de revisar el último video de su youtuber favorito mientras tiene el Zoom de biología.
Si es más pequeño —como mi hijo de 6—, es muy probable que las tareas o clases las realice con éxito solo bajo supervisión o compañía. De lo contrario, con apenas diez minutos solo frente al computador, el chat de la videollamada se transforma en un bombardeo de palabras inconexas y, si se trata de una tarea, esta queda olvidada y cualquier juguete, especialmente los que ignora en su tiempo libre, se transforma en el más preciado foco de atención.
En cuanto al escritorio mismo, su diseño, color, forma o materiales no son lo más importante. Según mi experiencia, hay dos factores esenciales para que una zona de estudio infantil funcione, y esos son el orden y la comodidad.
Para conseguir el primero, hace falta tener algunos muebles extras, ninguno muy caro, que permitan tener los materiales flotantes —lápices, hojas, cuadernos, tijeras— en un lugar fijo y determinado. Así se previene que el escritorio sea un caos y se logra que cumpla su función. No se trata de que esté siempre impoluto ni de promover el minimalismo entre los niños, pero incluso para ser creativos, artísticos y libres hay que saber dónde están las témperas y los pinceles.
Cajonera plástica Casaideas 18,5 x 47,8 x 63,5 cm
Por otro lado, para que un escritorio sea útil tiene que ser cómodo. Principalmente, que las manos les queden a la altura de los codos —o lo más cerca de ellos—, que puedan apoyar su espalda en el respaldo y que los pies no les cuelguen a demasiada altura. Para obtener todo eso no es necesario comprarse una silla muy específica, sino simplemente adaptarla a sus cuerpos.
Hay muchas sillas con regulación de altura, pero si eso no llega a ser suficiente, se puede corregir con cojines comunes o adquirir unos especiales, que además de entregar varios centímetros más, hacen que quedarse sentado durante varias horas no sea una tortura para el trasero.
Cojín ergonómico Just Home Collection
Un soporte lumbar también será muy útil si la silla que hay en casa es muy grande o tu hijo muy pequeño. Así podrá apoyar su espalda y mantener su postura sin quedar alejado del escritorio.
Cojín lumbar Kensington Half Back
Por último, un apoyo para los pies resultará ideal para que sus piernas no queden volando, lo que casi siempre termina en un deslizamiento hasta el fondo de la silla, un hundimiento que no solo hace caer el cuerpo sino también la concentración y el ánimo. Una caja firme, algún baúl o objeto suficientemente sólido y alto puede cumplir esta misión, aunque por supuesto existen algunos especialmente diseñados para poner los pies.
Apoya pies Kensington SoleMate 2.0
Que tus hijos puedan tener un espacio para sus actividades escolares, por muy pequeño o sencillo que sea, ya es un gran privilegio y no hay que dejar de recordarlo. Tampoco hay que perder la cordura ni añadirle más estrés a la vida si ese lugar no se mantiene impecable ni perfectamente organizado. Lo importante es valorar la posibilidad, si es que las circunstancias lo obligan, de poder seguir conectados desde la casa.
*Los precios de los productos de este artículo están actualizados al 3 de marzo de 2020. Los valores y disponibilidad pueden cambiar.