La esperanza de vida va al alza en buena parte del mundo. En Chile, según el Instituto Nacional de Estadísticas (INE), se ha triplicado en el último siglo: en 1900 llegaba apenas a los 23,6 años para las mujeres y los 23,5 años para los hombres, mientras que en 2020 la estimación llegó a los 82,1 y 77,3, respectivamente.
Pero las promesas suelen incluir letra chica. Vivir más no asegura hacerlo con una buena salud. Con el envejecimiento llegan también las enfermedades crónicas, las dolencias y malestares físicos. Y el ejemplo más común de ello es la artrosis —también conocida como osteoartritis—, una enfermedad que crece a la par que la esperanza de vida.
De acuerdo al Instituto para la Métrica y la Evaluación de la Salud (IHME, por sus siglas en inglés), en los últimos 30 años la artrosis más que duplicó el número de casos en el mundo, pasando de los 256 millones en 1990 a los 595 millones en 2020. Y para las próximas tres décadas la tendencia se mantendría: se espera que mil millones de personas la padezcan en 2050.
Las cifras en Chile no son menos dolorosas: el país es el tercero con más casos en América Latina. La Encuesta Nacional de Salud 2016-2017 estimó que más del 50% de la población mayor de 50 años sufre de artrosis en alguna articulación relevante. ¿La más común? La rodilla.
¿Qué es la artrosis?
Es la forma más común de artritis en el mundo, una enfermedad degenerativa que se caracteriza por el desgaste progresivo de los cartílagos, ese tejido flexible que recubre los huesos. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), es una de las diez enfermedades más discapacitantes en los países desarrollados.
Su principal síntoma es la inflamación de las articulaciones, lo que deriva en la rigidez de brazos, manos y piernas, y una sensación de dolor que puede ir de lo moderado a lo severo. Entre más intenso sea, más afectará la funcionalidad del cuerpo y la autonomía de la persona. Por lo tanto, el malestar físico rápidamente pasa a ser psicológico.
“Las principales complicaciones de los pacientes son el dolor de las articulaciones, la impotencia funcional, la alteración del sueño y las complicaciones psicológicas que este malestar trae”, expone Daniel Cáceres, kinesiólogo de la Universidad Católica del Maule.
“Muchas veces, los adultos que sufren de artrosis están solos, lo que puede determinar dificultades para realizar sus actividades normales y deteriorar sus capacidades”, agrega Juanjosé Valderrama, traumatólogo de Clínica INDISA. La falta de autonomía, como se sabe, acelera el envejecimiento de las personas, generando un círculo vicioso del cual no es sencillo escapar.
Pero regresando al aspecto físico, el dolor en las funciones articulares que provoca la artrosis lleva a que el resto del cuerpo deba compensar para desarrollar actividades tan cotidianas como sentarse, ponerse de pie o abrir una puerta. “En la artrosis de rodilla, la cojera se hace muy marcada para evitar el dolor”, explica Cáceres. “Eso provoca un desgaste precoz de la otra rodilla también”.
La artrosis en articulaciones inferiores —como cadera, rodillas o tobillos— aumenta directamente el riesgo de caídas, apunta Valderrama, “generando un daño todavía mayor en las personas”.
En el país, la prevalencia de artrosis de cadera, rodilla o ambas se estima en cerca del 20% de la población; quienes más tienden a padecerla son las mujeres mayores de 65 años. Esto también sucede en el resto del mundo: en 2020, por ejemplo, sólo el 39% de los casos de osteoartritis afectaron a hombres.
¿Por qué la artrosis afecta más a mujeres que a hombres? La ciencia aún no logra responder con certeza. “Por ahora se atribuye a factores hormonales, diferencias biomecánicas y genéticas”, sostiene Cristóbal Díaz, traumatólogo de la Clínica NúcleoSalud. “Algunos estudios sugieren una relación entre los estrógenos —hormonas sexuales femeninas— y las características del líquido sinovial, que es el lubricante propio de las articulaciones”, agrega Daniel Cáceres.
Vida sedentaria
Algunos estudios plantean que la artrosis es una patología propia de la era posindustrial: es decir, ha ido en alza desde mediados del siglo XX.
En 2017, investigadores de universidades estadounidenses compararon más de 1500 cadáveres de la era industrial temprana (siglo XIX) y más de 900 de la era postindustrial (siglo XX), encontrando que estos últimos presentaron significativamente más casos de artrosis de rodilla que los primeros. La mayor longevidad de la población mundial, por lo tanto, no es suficiente para explicar el alza en la prevalencia de esta enfermedad: al parecer, tan importante como eso es el estilo de vida.
Lo que sugieren esos resultados, dice Carla Lazo, reumatóloga de la Clínica Alemana, “es que la vida en centros urbanos —que es como vive la mayoría de las personas en el mundo, al menos desde 2014— es un factor de riesgo de osteoartritis, y explicaría esta tendencia al alza”. Esto claramente está asociado “a una vida más sedentaria y a menos desarrollo muscular, que actúa como factor protector de las articulaciones”.
Esta tesis podría explicar por qué van en aumento los signos de artrosis en personas que aún no se encuentran en la tercera edad o que ni siquiera superan la barrera de los 50 años.
“Desde al menos 10 años antes de los 50 es posible ver en imágenes de personas sanas algunos cambios que demuestran que la osteoartritis se inicia mucho antes de ser clínicamente evidente”. ¿Cómo es posible?
“Hay pacientes jóvenes que desarrollan artrosis de forma idiopática, es decir, sin una causa conocida. En muchas oportunidades se atribuye a un factor genético. En rodillas, las lesiones a temprana edad, como rotura del ligamento cruzado anterior con afectación de los meniscos, puede determinar que 20 o 30 años después de esa lesión se desarrolle una artrosis”, expone Juanjosé Valderrama.
Lazo agrega que malformaciones anatómicas, como displasias de caderas o mal alineamiento de rodillas, también son causa de una osteoartritis significativa en jóvenes. “Sobre todo si a eso se añade sedentarismo u obesidad”.
La obesidad, de hecho, es apuntada desde la ciencia como el principal factor de riesgo asociado a la artrosis. Y no solo de rodillas, sino que también en manos y muñecas. Según el IHME, el 20% de los casos de osteoartritis registrados en 2020 se produjo en personas con obesidad. Otros estudios sostienen que el trastorno alimenticio aumenta entre cinco a siete veces las posibilidades de desarrollar la patología reumática.
El estudio del IHME establece que la concentración de la adipoquinas, una proteína relevante en el desarrollo de inflamaciones y en la resistencia a la insulina, podría ayudar a predecir la artrosis de rodilla, sin necesidad de atender al índice de masa corporal.
De todas maneras, el sobrepeso y el estilo de vida no son los únicos factores de riesgo para el desarrollo de la artrosis. Como hemos señalado, la genética, el género, la edad y las lesiones articulares a lo largo de la vida pueden predisponer a su gestación. También algunas ocupaciones de alta exigencia física: las labores en minería, construcción y agricultura pueden tener incidencia en la artrosis de rodilla, según explica Lazo.
Una enfermedad costosa
La artrosis puede no ser fatal, pero Lazo asegura que ciertos estudios “sugieren fuertemente” que aumenta las probabilidades de morir por causas cardiovasculares. “Como la artrosis limita las actividades y el ejercicio, y hace crónico el uso de antiinflamatorios o analgésicos”, las chances se incrementan. También se asocia la artrosis a la diabetes mellitus y a la depresión.
Se trata, además, de una enfermedad crónica, que no tiene cura. El tratamiento, de acuerdo a Cristóbal Díaz, incluye “manejo del dolor, terapia física, medicamentos y en casos graves, cirugía”. O sea, la artrosis sale bastante cara.
Según un estudio de 2022, el costo anual por dolores musculoesquelético en Chile es de 1.387 millones de dólares; solo la artrosis de rodilla explica el 27,1% de ese gasto. Para hacerse una idea más exacta, las lesiones más graves pueden requerir de una operación llamada artroplastia, donde se implanta una prótesis articular. Una de estas cirugías para una rodilla puede tener costar entre 5 y 10 millones de pesos.
Cuando las lesiones no son tan graves, el tratamiento se basa en el uso de medicamentos —algunos con cobertura GES— y kinesiología de forma regular. “En casos leves, puede ser un costo bajo pero permanente, lo cual significará un impacto en la economía de una familia”, dice Lazo.
Cómo reducir el riesgo de artrosis
Como es una enfermedad sin cura, lo único que podemos hacer para no sufrirla es previniéndola. “La artrosis es un proceso habitualmente lento y progresivo, por lo que la prevención debe apuntar a aquellos factores de riesgo que se pueden camviar”, sostiene Daniel Cáceres. Algunos consejos para ello son:
- Mantén un peso adecuado: El sobrepeso afecta directamente a las articulaciones, principalmente rodillas y caderas.
- Cuida tu postura: Si trabajamos frente a un computador, dice Cáceres, “hay que hacerlo con buen apoyo lumbar y una altura adecuada de la pantalla, que permita la mirada en el horizonte y no hacia abajo”. La altura de la silla, además, debe permitir que las caderas y rodillas estén en una posición natural y con los pies completamente apoyados en el suelo.
- Modera hábitos que dañan la salud: Como el consumo de tabaco y alcohol, ya que promueven la inflamación de todo el cuerpo. Lo mismo el consumo de azúcar y ultraprocesados.
- Realiza actividad física: La práctica deportiva moderada entrega una protección para las articulaciones, al fortalecer y flexionar la musculatura que cubre los cartílagos. Cáceres aconseja el uso de implementos apropiados para cada práctica, como el uso de zapatillas adecuadas para cada deporte, rodilleras, coderas y, en general, “elementos de protección necesarios”.
En tanto, quienes ven los primeros signos de artrosis en su cuerpo, deben consultar a especialistas para un diagnóstico certero. En las primeras etapas de la enfermedad, dice Cáceres, la protección articular es la clave. Esto implica, por un lado, “tener un buen tono muscular” y, por otro, “mantener la movilidad articular”.
“Este aumento del tono muscular se recomienda conseguir evitando la práctica deportiva con alto impacto, a través de ejercicios de bajo impacto, como natación, caminatas, ciclismo, yoga, tai chi, pilates, etcétera. La práctica de actividad física frecuente y controlada asegura una higiene articular y preservará por más tiempo la ‘vida útil’ de la articulación”, cierra el kinesiólogo.