Se podría decir que estamos en medio de una transición. Muchos artículos que usaban las tradicionales pilas alcalinas desechables ahora tienen baterías de ion litio integradas. ¿La razón? La primera se bota y la segunda se recarga. Una pila alcalina tiene sus días más que contados, mientras que la otra, al poder enchufarse y recuperar su energía, permite no solo un ahorro para el usuario sino que ayuda a generar menos basura.

Sin embargo, todavía hay un montón de productos que usan pilas alcalinas. Partiendo por los controles remotos de televisores y equipos de sonido, pero también por juguetes y otros artefactos. Antiguamente uno simplemente las botaba a la basura, pero hoy sabemos que muchos de sus componentes —como el mercurio, el cadmio y otros metales pesados— no se degradan y son muy tóxicos para el medio ambiente.

Sabiendo eso, no son pocos quienes las guardan aparte, esperando una oportunidad para desecharlas correctamente. Un momento que, lamentablemente, casi nunca llega. ¿Por qué dónde se botan o reciclan las pilas y baterías?

Lo mismo pasa con dispositivos electrónicos descompuestos u obsoletos: celulares no inteligentes, audífonos malos, cargadores que ya no cargan, viejos computadores que parecen piezas de museo. Todos ellos ya cumplieron sus valiosas funciones, pero cuando toca despedirlos como corresponde, casi nadie sabe cómo ni dónde hacerlo.

Lo cierto es que todos estos materiales pueden ser fragmentados y reutilizados a través de la minería urbana, que hoy es capaz de darles otro uso y utilidad. Un botón de muestra fue lo que sucedió hace dos años años, en los Juegos Olímpicos de Tokio 2020, cuando las medallas que se les entregaron a las y los atletas ganadores fueron elaborados con teléfonos y dispositivos electrónicos usados, donados a través de 1.300 instituciones educativas y 2.100 tiendas de electrónica de todo Japón.

En total, se lograron recoger 78.985 toneladas de artículos desechados, un lote que incluía más de 6 millones de teléfonos móviles, cámaras digitales, videojuegos portátiles y computadoras. Estos insumos fueron clasificados, desmantelados y fundidos por especialistas. Gracias a este esfuerzo colectivo, se obtuvieron 30,3 kg de oro, 4.100 kg de plata y 2.700 kg de bronce.

Hablemos de residuos electrónicos

Chilenter es una fundación pública —desde 2024 pasará a depender del Ministerio de Educación— con unos 20 años de vida, cuya idea fuerza original era hacer llegar más computadores a más alumnos de colegios vulnerables.

“Una de las formas más eficientes de disminuir la brecha digital resultó agarrar equipos en desuso de distintas empresas y reacondicionar computadores, para llevarlos luego a los colegios que designara el Ministerio de Educación”, explica Matías González, director ejecutivo de Chilenter. Desde su creación, en 2002, han entregado más de 113 mil computadores reacondicionados a escuelas, liceos y organizaciones sociales desde Arica a Punta Arenas.

Sin embargo, al reacondicionar tantos notebooks comenzaron a acumular residuos electrónicos que no tenían otra vida útil. “De lo que recibíamos, había piezas que servían pero muchas otras no”. Para hacerse cargo de estos desechos, en 2011 la fundación empezó un circuito de gestión de residuos, rescatando metales de los diferentes equipos, como aluminio y cobre, y generando unas placas que luego son enviadas a países como Japón, que cuentan con la tecnología para separar metales más valiosos, como el oro, plata, platino o el paladio, muy requeridos para la industria tecnológica.

“Nosotros vendemos esas placas, y con esos fondos podemos hacer más proyectos de alfabetización digital”, explica González. “Así estamos profundizando una línea de economía circular y de educación para la comunidad. Queremos enseñar sobre qué cosas se pueden reparar, reciclar y reutilizar, y cuáles no”, analiza.

Foto: John Cameron.

En un año, Chile genera 185 mil toneladas de residuos electrónicos, según un informe del Ministerio del Medio Ambiente. Esto significa que, en promedo, cada habitante deja casi 10 kilos de residuos anuales de artículos eléctricos y electrónicos (RAEE). Oficialmente, solo se recoge el 4,7%, por lo que el desafío es amplio.

“Por cada mil computadores que reacondicionamos, ahorramos 833 toneladas de CO2″, dice González, “que equivalen al consumo energético de 118 casas con la luz prendida todo el año”.

¿Cómo podemos reciclar residuos electrónicos computacionales?

Si bien se puede ir directamente a Chilenter —ubicado en Compañía 4365, Quinta Normal— y hacer entrega de residuos electrónicos, existen otros puntos limpios o zonas de recolección de la fundación en diferentes puntos de la capital. Para saber cuál es la más cercana a tu casa o trabajo, puedes escribirles por WhatsApp. Y para conocer qué tipos de residuos reciben, acá está el listado completo.

“Cuando nos contactan o nos traen residuos, nosotros abrimos y testeamos todas las piezas, y vemos cuáles sirven para acondicionar y cuáles son para reciclar”, explica Matías González. Si se trata de empresas, cuando estas entregan sus aparatos antiguos se les emite un certificado en el que se asegura que “hay un correcto destino final para sus residuos”.

Cuando llegan celulares con baterías de ion-litio, Chilenter contacta a otro proveedor para hacer su reciclaje. Como mencionamos antes, por ningún motivo se deben desechar en la basura: se calcula que los desechos electrónicos corresponden al 5% de la emisión de gases de efecto invernadero.

Pilas y baterías

Las pilas y baterías contienen metales pesados y compuestos químicos, y por ello son catalogadas como residuos peligrosos. Es importante no tirarlas a la basura común, sino que desecharlas en los recipientes amarillos que están diseñados para ellas. Si se incineran el cadmio, el mercurio y otros de los compuestos que traen las pilas y baterías, estos subirán en forma de tóxicos gases a la atmósfera, dañando gravemente el medioambiente.

Para hacerse cargo de este problema nació Ecominería, una empresa nacional fundada en plena pandemia por Álvaro Cruz. Su misión es recuperar estos metales de los residuos electrónicos y darles una segunda oportunidad. Una de las cosas que más se recuperan son las baterías recargables de ion-litio, las que usan los celulares y la mayoría de actuales artículos electrónicos. “Empresas como Chilenter o Degraf pescan sus residuos y le entregan un valor, pero siempre la batería les quedaba fuera. Eso es lo que yo tomo”, cuenta.

Su planta de Quilicura también tiene la capacidad de reducir pilas alcalinas. El problema es que para eso necesita un volumen alto, de al menos 100 toneladas. Faltan más compromiso de distintas instituciones o incentivos para que la gente no las bote. Por ejemplo, al comprar pilas nuevas, hacerle descuento al que lleve las antiguas”, analiza Cruz.

Resumen: ¿cómo hacer la gestión de reciclaje?

Si tienes en casa residuos electrónicos computaciones, pilas y baterías, el camino que recomendamos seguir es revisar si en el punto limpio de tu barrio o municipalidad reciben este tipo de residuos. Si no es así, conviene acercarse a Chilenter, ya sea a través de sus redes sociales —Facebook o Instagram— o dirigiéndote a sus instalaciones en Quinta Normal.

Si vives en regiones, Matías González, director ejecutivo de Chilenter, comenta que están trabajando en más puntos de recepción de residuos y en nuevas alianzas con colegios y universidades en distintos puntos del paós.

¿Eres una empresa que tiene muchas baterías de ion-litio? Puedes escribirle directamente a Álvaro Cruz para hacer una gestión a acruz@economineria.cl.