Una de las pocas cosas que se escucha en la ciudad durante la cuarentena —además del largo ronquido de las motos repartidoras— son los ladridos. Caen agudos y graves de las ventanas y balcones: a veces largos como aullidos, quizá tristes por el encierro, y otros mucho más intensos, a lo mejor la única forma que encuentran de gastar la energía acumulada.
Los perros también sufren del confinamiento, es posible que más que los humanos. No tienen Netflix para matar la angustia, ni recetas para ocupar las manos, tampoco teletrabajo ni Zoom para ver a sus amigos de la plaza. Solo te tienen a ti, su dueña o dueño, para que busques la manera de entretenerlo, cansarlo, quererlo y estimularlo, cuatro cosas que se podían hacer yendo al parque. Ahora, en los pocos metros del departamento, y en la media hora que establece el permiso para salir a pasear, hay que encontrar otras formas de mantener activo a tu perro y evitar que, como tú viendo las noticias, termine ansioso y estresado por el coronavirus.
Es lo primero que explica Carmen Luz Barrios, veterinaria y máster en etología —la rama de la biología que estudia el comportamiento animal—, directora clínica del Centro Integral de Comportamiento Animal (Cican). “Los perros, al igual que los humanos, se estresan cuando tienen cambios drásticos de rutina”, dice. Se ponen irritables e irascibles. En casos más extremos de encierro, pierden el apetito, se les pone feo el pelo y descuidan su higiene.
En estas circunstancias de aislamiento, entonces, una tenencia responsable también exige entregarle otro tipo de tiempo y cuidados a la mascota.
Antes que todo, advierte Barrios, no porque los perros no se enfermen —ni tampoco mueran— de Covid-19 significa que no hay que preocuparse por ellos. “Algunas partículas virales podrían quedar en su pelaje o sus patas y, como sabemos que el virus sobrevive bastante tiempo, eventualmente contagiar a un humano”.
Por eso, en cada salida, hay que mantener los dos metros de distancia tanto con las personas como con otros perros que estén siendo paseados. No ir a los caniles de las plazas y, al llegar a casa, limpiarle con agua y jabón el hocico y las patas. “Ojo con arrastrar las correas en el suelo”, dice Carmen. “Estas también hay que lavarlas después del paseo”.
Tiempo de calidad
Si estás leyendo esto es muy probable que seas un muy buen dueño o dueña, que sacas a pasear a tu perro más de una vez al día, que lo alimentas con la mejor —o quizá la segunda mejor— comida del mercado, que lo llevas al veterinario todas las veces que sea necesario, o incluso más. Pero el encierro te pondrá a prueba porque requiere dedicarle tiempo de otra manera: ya no se trata simplemente de dejarlo correr en el parque mientras revisas historias de Instagram o envías interminables audios de Whatsapp. Esta vez, como diría una psicóloga infantil, hay que dedicarle tiempo de calidad.
“Lo ideal es tener sesiones de juego de al menos 30 minutos diarios”, dice la etóloga Carmen Luz Barrios. “Pueden ser fraccionadas, con mini sesiones de 10 o 15 minutos, pero que ojalá sean en el mismo horario todos los días”.
Estas pueden consistir tanto en jugar con una pelota por el pasillo como también en sesiones de entrenamiento —de las que hay miles en YouTube. “Enseñarle a sentarse o dar la pata no los va a dejar con la lengua afuera”, cuenta Barrios, “pero sí los va a cansar mentalmente. Hacer pensar a un perro, que aprenda a vincularse socialmente, también es un ejercicio”.
Muy útil, para eso, es aplicar lo que los etólogos llaman “enriquecimiento ambiental”. No se trata de rodearlos de cosas caras y lujosas, sino de elementos que ayuden a los animales a incentivar su comportamiento natural. Existen en las tiendas de mascotas muchos juguetes que cumplen esa función, como esos a los que se les inserta comida y los perros deben encontrar la forma de sacarla.
“Ante la dificultad de salir a comprar, también se pueden hacer en casa”, dice. “Con una botella retornable, por ejemplo: con un encendedor le haces hoyos un poco más grandes que los pellets, que no queden puntudos, y así el perro tiene que descubrir cómo moverla para que la comida pueda salir”.
Productos antiestrés
Pero si el perro ya se estresó, hay soluciones para desestresarlo. Están las feromonas apaciguadoras, una copia sintética de la sustancia que secretan las madres durante el periodo de lactancia, que ayudan a disminuir la ansiedad. Las venden en formato de difusor —que se enchufa y la propaga en el entorno— y también como collar.
“No son la panacea”, dice Carmen Luz Barrios, “pero como un elemento más sí funcionan”. Sus resultados se ven rápidamente y los productos suelen durar hasta un mes. Las flores de Bach también son recomendables, aunque es una terapia que Barrios no conoce en detalle.
Lo importante, explica, es ver esto integralmente, darle al perro la atención que merece, y tomar las medidas necesarias si el estrés ya está manifestado. “Hay perros que necesitan correr, otros a los que les gusta más el juego y a algunos el cariño y la compañía. En estas condiciones se ponen más demandantes, como los niños, y al igual que a ellos tenemos que saber dedicarles el tiempo y el espacio que ellos necesitan de nosotros”.