De cerca o no tan cerca, es muy probable que en estos 13 meses a muchos les haya tocado enfrentar o presenciar un proceso de duelo. Hasta la fecha de esta publicación, son más de 24 mil las muertes atribuidas al coronavirus, siendo el 2020 el año con más fallecimientos totales en 44 años, o lo que es lo mismo, desde que existe ese registro en Chile.
Pero haya sido o no el covid-19 la causa de muerte de ese familiar, conocido, colega o amigo, la cuarentena y las medidas de distanciamiento social les han impedido a los deudos vivir un rito de duelo convencional: muchos no han podido despedirse ni asistir al funeral de quienes murieron ni tampoco recibir el cariño y la compañía de sus seres queridos.
Un abrazo, en esos momentos donde las palabras siempre parecen sobrar, es irremplazable. Pero como hoy no lo podemos dar a quienes están viviendo una pérdida, ¿de qué manera, en esta distancia forzada, podemos acompañar a alguien que está en duelo y hacerle sentir nuestra cercanía y afecto?
“Ahí uno puede preguntarse: ¿qué es un abrazo? ¿Qué simboliza ese gesto?”, dice Diego Acuña, psicólogo del centro Cetep, con experiencia en duelos. “Bueno, en estos casos representa contención y presencia, una manera de decir: ‘estoy aquí, te voy a apoyar y sostener’. Es cierto que nada lo reemplaza, pero hay otras formas de demostrar esas mismas intenciones”.
Acuña reconoce que en esta época se hace difícil acompañar como uno quisiera, con cercanía y presencia física, ahorrándonos las palabras que, cuando se trata de una muerte, a veces suenan vacías o a frases hechas. “Pero podemos hacerlo de otra forma: mandando un mensaje, escribiendo un correo, preguntándole cómo está, ofreciéndote para una conversación o incluso haciéndole un dibujo o una carta, un gesto que demuestre un genuino interés”.
“Lo importante es estar presente, aunque solo se pueda de forma digital”, dice Gabby Guzmán, psicóloga clínica y socia de Legalmente, una clínica especializada en duelo. “Ofrecer apoyo y espacios de conversación es lo mejor que uno puede hacer por alguien que está pasando por una pérdida”.
Aquí, los dos especialistas entregan sus consejos y recomendaciones para acompañar y entregar condolencias, desde la separación que impone la pandemia, a quienes han sufrido la muerte de un ser querido.
La pérdida del ritual
Un rito funerario, como explica Guzmán, nos permite representar la pérdida y simbolizar lo que pasó. “Es tanto un momento para despedirse de quien se va como para recibir el cariño de quienes se quedan”, dice. “Ese ritual es necesario para compartir la tristeza”, explica Diego Acuña, “para comprobar y sentir que no estás solo en tu pena. Cuando no puedes reflejar tus emociones en otros, es difícil saber qué caminos deben tomar tus sentimientos, y eso puede tener efectos psicológicos en el corto y mediano plazo”.
El peligro de no vivir este proceso, de no poder expresar ni compartir las emociones, es el de “guardarse el duelo”, como dice Gabby Guzmán. “Eso hace que el dolor quede incrustado, no permite que el sentimiento se trabaje, se movilice ni se elabore”, arriesgándose a que le impida a la persona retomar luego su vida.
Pero aunque no podamos asistir a un velorio, a un funeral o a otro rito mortuorio —o solo podamos hacerlo de manera virtual—, sí podemos hacernos presentes, como decíamos antes, de otras formas.
Cuidar la propia ansiedad
“En momentos como estos dan ganas de estar y de cuidar”, dice Acuña, “pero hay que trabajar con esa ansiedad, porque puede ser contraproducente”. No es fácil, dice el psicólogo, porque significa darle espacio a quien está sufriendo. “Aunque hay que mostrarse disponible para la contención, no es bueno ser demasiado insistente, llamar muchas veces al día ni mandar excesivos mensajes. Debemos ser siempre conscientes de que esto lo hacemos por la otra persona y no por nosotros”.
Esa ansiedad también es la que lleva a dar consejos de cómo enfrentar el duelo o decir lo que hay que hacer. “Eso no es lo que necesita esa persona”, dice la psicóloga Guzmán. “Hay que hacerse presente, sí, pero con disposición a escuchar, no a dar sermones”.
“Hay que acercare sin expectativas”, agrega la socia de Legalmente. “No tenemos que esperar que, con ese llamado o ese mensaje que hagamos, la persona que está viviendo el duelo se se desahogue y se largue a llorar, o tenga una catarsis y libere sus emociones. Una persona en duelo no quiere ni necesita exigencias, y por más que uno quiera alivianar o quitar esa pena, eso no siempre va a pasar”.
Fijar encuentros
Una buena idea, si quien está pasando por un duelo no es una persona tan cercana como para llamarla por teléfono, es escribirle un correo o una carta. No es algo fácil, eso hay que tenerlo claro. Incluso para la directora de funerales de un cementerio de Brooklyn, como explicaba ella misma en The New Yorker, que trabaja en el tema y ha estudiado las cartas de condolencias, se le hace difícil sentarse y escribir una. “Para muchos de nosotros”, dijo ahí, “el principal problema es la ambición”.
Según ella, queremos ser muy buenas personas y abarcarlo todo, y como resultado no terminamos escribiendo nada. Ella, en todo caso, recomienda algunas cosas: no decir “falleció” y sí el más directo “murió”.
Tampoco escribir “sé cómo te sientes” y muchos menos “este era el plan de Dios”. Tampoco convertir la carta o correo en algo sobre uno mismo, como lo hizo la Reina Victoria al mandarle sus condolencias a la esposa de Abraham Lincoln: “nadie puede comprender mejor que yo, que estoy totalmente devastada por la pérdida de mi amado esposo, quien fue la luz de vida, mi refugio, mi todo, cuáles deben ser tus sufrimientos”.
“Simplemente hay que mostrarse disponibles”, dice Gabby Guzmán. Usar un lenguaje sencillo, no alargarse demasiado y expresar emociones directamente es lo que sugieren en este artículo de Wirecutter.
Si la persona es más cercana, lo que Diego Acuña recomienda es fijar encuentros —por Zoom, Google Meet u otra forma de videollamada— con anticipación, con una hora y día establecidos, y así permitir que quien está pasándolo mal pueda prepararse para conversar.
“Eso evita que uno ande preguntando permanentemente ‘¿cómo estás?’ y además permite generar ese espacio de expresión que todos necesitamos en momentos así”, dice el psicólogo. “No siempre tiene que haber un desahogo emocional. De hecho, una conversación banal o ligera puede ser muy útil y sanadora”.
Acuña explica que el inconsciente siempre está procesando la pena o el dolor, y cuando logramos pensar en otra cosa, incluso al dormir o descansar, éste trabaja por detrás asimilando y ordenando estos sentimientos. “Con encuentros así, no necesariamente catárticos, le das espacio al inconsciente para que procese”.
“Normalmente”, dice Gabby Guzmán, “nos cuesta escuchar que alguien está mal. Es algo que se suele silenciar. Así que generar estas reuniones, aunque sean virtuales, sirven para prestar el oído y que la otra persona pueda decir, sin sentirse cuestionada ni que alguien le diga ‘levanta el ánimo’, cómo se siente realmente”. En esas instancias, también, podemos chequear cómo se está viviendo el duelo: si se está alimentando bien, si está descansando y no perdiendo el autocuidado.
“Estos momentos no son grandes panoramas, hay mucha pena y tristeza, pero de eso se trata”, termina la psicóloga: “que quien está viviendo la pérdida pueda sentir el dolor, expresarlo y así trabajarlo”.