Tras su estreno el 1 de julio de 1991, más de 520 millones de dólares recaudó en todo el mundo Terminator 2, lo que la convirtió en la película más taquillera de ese año. Su gran impacto se debió, entre otras cosas, a un guión sólido, plagado de escenas impactantes, frases pegajosas —¿quién no dijo “Hasta la vista, baby”?— y efectos especiales que marcaron pauta en la industria cinematográfica.

Como por ejemplo cuando el personaje principal, Sarah Connor, se ve a sí misma cuidando a su hijo pequeño en medio de una plaza donde juegan también otros niños y niñas. Todo parece apacible, hasta que una bomba atómica explota arrasando con todo a su paso. La imagen se vuelve naranja y, en un plano medio, se observa a Sarah aferrada a las rejas, siendo consumida por el fuego, hasta quedar nada más que su esqueleto en pie.

Creo no exagerar al decir que la sensación térmica que nos deja cada día de este verano nos acerca más y más a esa imagen. Y si bien el fantasma del holocausto nuclear ha quedado relegado en el ranking de temores culturales a nivel mundial, lo que ha tomado su posición es el calentamiento global que, de no ser controlado, nos depara una escena de consecuencias similares a la descrita. El año pasado fue uno de los más cálidos de los que se tiene registro, según la Sociedad Meteorológica de Estados Unidos. Y las temperaturas durante los últimos años estuvieron entre 0,54°C y 0,62°C por encima del promedio obtenido entre 1981 a 2010. Incluso, algunos informes señalan que el planeta alcanzó un alza de 1,2ºC, bien lejos de los 0,16ºC que, según la NASA, se promediaban para 1880.

No es de extrañar, entonces, que a las 9 de la mañana estemos muertos de calor en la zona central del país. Cosa que no ocurría hace no tanto tiempo atrás. O que en el día estemos como perros, cambiando de lugar cada 20 minutos para encontrar el rincón más fresco o menos caluroso de la casa, o que las noches las pasemos dándonos vueltas de un lado a otro en la cama. Y al otro día, no hay excusa que valga para no responder como corresponde a las responsabilidades laborales. “Es un tema de calidad de vida”, dice Gabriela Sabadini, coordinadora de proyectos técnicos en la Corporación Chilena de la Construcción y Desarrollo Sustentable Chile Green Building Council.

La pregunta es: ¿cómo hacer para que el hogar sea un espacio agradable y no el horno con el que Hansel y Gretel se deshicieron de la bruja?

Los factores que influyen

Uno de los aspectos a los que se pone atención cuando se busca un nuevo lugar para vivir, en especial si es un departamento, es su orientación. ¿Influye en cuánto calor se sentirá en la temporada veraniega? “Claro que sí”, sostiene María Luisa del Campo, directora del centro tecnológico Kipus de la Universidad de Talca. “Pero lo que más influye es la orientación de las ventanas”. Si la mayoría de ellas está orientadas al norte o al poniente, la vivienda será muy calurosa en verano. Muy distinto será si las ventanas dan al sur y al oriente.

La orientación del domicilio, sin embargo, no es el único factor incidente. Otros son el diseño y la materialidad de la edificación. “Las construcciones que tienen menor regulación de temperatura son aquellas que poseen un alto intercambio de calor por su materialidad. Por ejemplo, el uso de ventanas grandes con vidrios simples, construcciones sin la envolvente térmica adecuada y que no posean algún sistema de aislación”, explica Víctor Muñoz, ingeniero civil industrial y constructor Civil, quien además es docente en el Duoc UC.

El problema con la materialidad es su inercia térmica, es decir, la capacidad que tiene para conservar el calor y la velocidad con que luego lo exuda o lo absorbe. En ese sentido, los hogares que tienden a concentrar mayor energía térmica son aquellos de hormigón, ladrillo y adobe, “materiales con los que están hechas la mayoría de las construcciones en Chile”, dice Sabadini.

“Las casas con estos materiales, con ventanas poniente y norte, tenderán a acumular este calor durante el día y, cuando baje la temperatura, los materiales empezarán a liberarlo”, aporta del Campo. Eso explica por qué en las noches sentimos como si todavía fueran las cinco de la tarde, aún cuando las ventanas están abiertas de par en par.

Otros factores que aumentan la energía y la sensación térmica, según Muñoz, son la utilización de fuentes de iluminación artificiales en exceso o fuentes de calor como hornos y cocinas. La cantidad de personas que conviven en el lugar también afecta, ya que cada individuo genera calor por sí mismo.

Viejas soluciones que ya no lo son tanto

En la desesperación se puede recurrir a todo tipo de artimañas con tal de disminuir la sensación de estar en un apocalipsis nuclear. Eso lleva a que, en muchas ocasiones, se cometan errores o, en otras, no se vislumbren los hechos que han llevado a que uno mismo magnifique el problema. Uno común es utilizar cortinas interiores en las ventanas por las que ingresa el sol durante el día.

“Si bien al cerrar cortinas notaremos una disminución del calor directo, este ya logró ingresar a nuestra vivienda y se está distribuyendo de todas maneras, aumentando lentamente la temperatura interior”, asegura María Luisa del Campo.

Para Víctor Múñoz, en todo caso, el principal error que cometen las personas al enfrentar la temperatura interior del hogar es “suponer que sólo basta con controlar la fuente calorífica, desconociendo otros factores”, como el aire y la humedad.

“La climatización o control de la temperatura posee tres componentes: el primero corresponde a generar calor o enfriamiento de las distintas estancias de la construcción, el segundo corresponde a las renovaciones de aire y el tercero al contenido de humedad que existe en el ambiente, lo que contribuye a aumentar o disminuir la sensación térmica”, sostiene el docente del Duoc UC.

De todas maneras, Gabriela Sabadini considera que se cometen más errores cuando se intenta controlar el frío. Pasa que viejas soluciones, como mantener las ventanas abiertas, ya no lo son tanto, producto del aumento de la temperatura que se mencionó anteriormente. ¿Qué pasa cuando dejamos las ventanas abiertas todo el día? “Al hacerlo, estamos intercambiando el aire exterior con el interior de nuestras casas, por lo que si esto se realiza cuando hay más calor en el exterior, estamos aumentando más rápidamente la temperatura interior de nuestra vivienda”. Por lo tanto, abrir las ventanas sólo es una buena opción cuando afuera está más fresco que adentro.

¿Qué se puede hacer?

El aire acondicionado parece la solución más obvia y eficaz, pero su valor suele ser prohibitivo y tampoco es la única alternativa. Así lo cree María Luisa del Campo, quien recomienda “partir por invertir en medidas que no significarán un costo mensual para lograr disminuir el sobrecalentamiento”.

Lo primero es revisar la aislación térmica del hogar. En específico, dice Víctor Muñoz, chequear que “los lugares donde se produce el intercambio de temperatura, como los muros y techos, tengan la aislación adecuada, mediante aislapol o lana de vidrio, así como también evaluar la ventilación del techo y aleros para que tenga renovaciones de aire adecuadas”.

Del Campo sugiere instalar elementos de control solar por el exterior, como celosías o persianas. “Lo que debemos hacer es impedir que el sol llegue a nuestras ventanas”, dice. Según la directora del Kipu, invertir en esto cuesta, aproximadamente, 20 mil pesos por metro cuadrado. Este tipo de medidas permite prescindir de aparatos electrónicos, como el aire acondicionado, y dar mayor eficiencia energética en el hogar, ahorrando entre 70 mil y 125 mil pesos de consumo, en un hogar promedio de la zona central del país. Lo ideal, aclara del Campo, es “que estos elementos puedan eventualmente ser retirados en invierno, para que el sol ayude a calentar los recintos”.

“Cualquier elemento que ayude a evitar que llegue la radiación directa a algún muro o suelo, va a servir para evitar el sobrecalentamiento de la estructura”, apunta Sabadini. “Una malla, a pesar de ser negra, puede ser súper eficiente, porque permite que se mueva el aire”, ejemplifica. Aleros, quitasoles, también ayudan.

Por otro lado, reemplazar las ventanas simples por termopanel, también podría ser de gran ayuda para quienes puedan costearlo. O en su defecto, asegurarse de que no hayan filtraciones que generen pérdida térmica. En ese sentido, las ventanas correderas presentan un problema en su funcionamiento, al dejar pasar aire para poder deslizarse. “Ese aire es una pérdida térmica”, expone del Campo.

La ventilación cruzada sirve, además de ser necesaria en medio de la pandemia para disminuir las posibilidades de contagio. Pero dejar abiertas las ventanas todo el día sólo puede empeorar las cosas, por lo mismo, la recomendación es abrirlas en la noche y cerrarlas en la mañana.

Por otro lado, Víctor Muñoz aconseja revisar el estado de las puertas, sobre todo si éstas están orientadas al norte o poniente. Lo aconsejable, dice el especialista, es que las puertas sean herméticas. De igual manera, la pintura de la fachada puede ser, también, un problema: “Los colores oscuros tienden a concentrar los rayos UV”, avisa el ingeniero civil industrial.

Si todas estas medidas no fueron suficientes para aliviar la carga de calor que existe al interior de tu hogar, lo que queda es recurrir a la tecnología. Y no precisamente al ventilador que, como dicen los entrevistados unánimemente, sólo ayuda a reducir la sensación térmica, mas no soluciona el problema de fondo.

“Se puede pensar, entonces, en un aire acondicionado, el cual debería ser mucho más pequeño en esta casa que ya incorporó control del calor que en una que no lo tiene. Así se ahorrará mensualmente mucho, ya que el equipo funcionará por menos tiempo y a una menor potencia”, asegura del Campo. “Se pueden utilizar equipos de aire acondicionado tipo split, que cuentan con motores con tecnología inverter que son capaces de generar tanto frío para el verano como calor en invierno”, agrega Muñoz.

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