Desde el cambio de siglo, la forma en la que nos relacionamos con el entertainment ha variado profundamente. El consumo de música, películas, televisión, videojuegos. e incluso libros y revistas, se ha visto irremediablemente trastocado ante el avance de la tecnología. Podríamos decir que es una queja positiva, porque en los últimos 20 años, gracias al acceso a internet y las posibilidades que ofrece la tecnología, las opciones de llegar a cualquier tipo de contenido, en cualquier parte y desde cualquier pantalla, es hoy una realidad que literalmente está a dos clicks de distancia. Y listo: ahí están, en la palma de nuestra mano, el último libro, disco, canción, serie o lo que sea. Las nuevas generaciones vienen con ese chip preinstalado, entonces para ellos, a diferencia de los más veteranos, el acceso a información o entretenimiento lo asumen como algo inmediato. Mientras se tenga una conexión a internet, claro está.
La industria de la música fue de las primeras que tuvo que enfrentar el imparable avance tecnológico que permitió internet. A comienzos del 2000, comenzaron a aparecer las hoy viejas plataformas de intercambio remoto de archivos. Especialmente de música, comprimidos en formato mp3. Fue así como Audiogalaxy, Napster, Kazaa y muchos otros programas comenzaron a aparecer en computadores de todo el mundo y, de repente, la posibilidad de compartir toda la música del planeta era algo posible y demasiado atractivo. Aunque a la industria no le gustara, no hubo mucho que hacer. El cambio era imparable.
Lo anterior no solo significó un cambio de paradigma en el consumo musical de las nuevas generaciones. Las radios dejaron de ser relevantes a la hora de descubrir y amplificar nueva música y los formatos físicos comenzaron a decaer hasta casi desaparecer. Aunque no del todo. El compact disc (CD) vio caer sus ventas de manera progresiva —con el consecuente cierre de cadenas de ventas emblemáticas, como Tower Records (2008), Virgin Megastore (2013) o nuestra propia Feria del Disco (2014)—, mientras que nuevas formas de acceder y escuchar música comenzaron a nacer y a ser tremendamente populares.
Sin embargo, el consumo de formatos físicos aún persiste. Se ha desplomado estrepitosamente, sin duda, pero sigue vivo. Lo curioso es que viejos formatos, acaso más clásicos, irónicamente han tenido una vuelta, o si se quiere un revival. Es el caso del vinilo, que sostenidamente ha ido viendo sus ventas en aumento, año tras año. Tanto así, que según proyecciones hechas por la revista Rolling Stone y la misma Recording Industry Association of America (RIAA), a fines del año pasado mostraban como inminente la victoria del vinilo por sobre el CD, cosa que no sucedía en la industria desde 1986, época en que sonaban fuerte Bon Jovi, Madonna o Peter Gabriel, cuando MTV era el tótem televisivo para conocer nueva música y el caset, con todas sus incomodidades técnicas, todavía seguía siendo rey.
Durante el primer semestre del año 2019, la venta de vinilos alcanzó 224 millones de dólares en ventas, con 8.6 millones de unidades vendidas, mientras que los CD cerraron en 248 millones de dólares en venta y 18.6 millones de copias vendidas. En términos porcentuales, los vinilos aumentaron sus ventas en un 12.9% durante el 2019, mientras que los CD no se movieron. “Si la tendencia se mantiene”, dice la Rolling Stone, los vinilos pronto generarán más dinero que los CDs”.
Es que algo pasa con el vinilo, especialmente en bandas de rock más clásicas. Ya sea por sus carátulas, su contenido o sencillamente por el rito de poner el disco y la aguja sobre sus surcos, el vinilo seduce. The Beatles, por ejemplo, vendieron 300 mil discos de vinilo en el 2018. Casos similares sucedieron con bandas como Pink Floyd, David Bowie, Fleetwood Mac, Led Zeppelin, Jimi Hendrix y Queen, entre otros.
Ahora bien, en los últimos años el streaming sigue siendo la opción favorita para escuchar música. Se entiende: son decenas de millones de canciones de todos los tiempos en el bolsillo, donde el 62 por ciento de los ingresos que hoy tiene la industria provienen de plataformas como Spotify.
Según la consultora Counterpoint Research, la plataforma de streaming sueca acapara la mayoría del mercado con un 36 por ciento de las preferencias. Mucho más abajo, lo sigue Apple Music, con un 18 por ciento y en tercer lugar, se encuentra Amazon, con un 13 por ciento. Lo interesante es que luego, en cuarto lugar, parece la empresa china, Tencent, con un 10 por ciento y con el mayor porcentaje anual de crecimiento. Finalmente, se encuentran plataformas como Deezer y Pandora. YouTube, curiosamente, ni siquiera aparece mencionado, aunque eso debiera cambiar en el futuro, con el inminente fin de Google Music este año.
Lo que sí está claro, es que las audiencias no están ni cerca de abandonar sus cómodas mecánicas de reproducción musical y consumo atomizado de sencillos. Pero sí es cierto que hay un renovado interés por volver a la reproducción de formatos físicos, ya sea por un tema de nostalgia o de redescubrimiento para las nuevas generaciones. Ahora, ¿qué formato es mejor? Buena pregunta que, de hecho, no tiene una respuesta definitiva. Pero esa es una discusión de largo aliento que mejor vamos a dejar para un próximo artículo.