

Las y los seguidores del deporte nacional tuvieron la oportunidad de celebrar cuando, durante el sábado pasado, el tenista Alejandro Tabilo obtuvo el primer título ATP de su carrera tras proclamarse campeón en Auckland, en Australia.
No duraría mucho la alegría, eso sí: dos días después, Tabilo se fue eliminado del Abierto de Australia en primera ronda. Sin embargo, dio tiempo suficiente para alzar una copa también en casa, brindar por el éxito del deportista y, de paso, por los recuerdos de una cada vez más lejana era dorada del tenis chileno.
Entre la magia del Chino Ríos, los bombazos de Fernando González y el esfuerzo de Nicolás Massú, llevando su capacidad física al límite para dar vuelta largos y tortuosos partidos. ¿Cómo olvidar su “nada es imposible”?
Un vaso a la boca para celebrar lo que otra persona hace con una raqueta. Más allá de las diferencias entre el esfuerzo físico de devolver pelotazos a casi 200 kilómetros por hora y la refrescante recompensa de sostener una copa lleno de la bebida favorita, hay un punto en común crucial entre ambas acciones: la fuerza de agarre.
En el tenis, la acción de empuñar una raqueta se conoce como grip y, para comodidad de cada tenista, existen tres estilos específicos para llevarlo a cabo. Todos se basan en la fuerza de agarre, también conocida como “de presión”, para sostener su herramienta.
El hand grip o la fuerza de agarre no solo es fundamental en el tenis. También lo es en la vida cotidiana de cualquier persona que cuenta con manos: permite llevar adelante acciones propias de la alimentación, la higiene y el cuidado personal, también aquellas relacionadas a la movilización, así como el cumplimiento de tareas domésticas o laborales, entre tantas otras cosas.
Si bien sostener los cubiertos, tomar un vaso, vestirnos, escribir o sujetarnos de una baranda mientras subimos o bajamos escaleras parecen acciones tan sencillas, a medida que envejecemos se pueden tornar más y más complejas, tanto como devolver un pelotazo a un tenista profesional.
Esto se debe a la pérdida de la fuerza de agarre, un deterioro que puede afectar la calidad de vida, la capacidad de autonomía y que, además, puede estar relacionado al desarrollo de diversas enfermedades.
“La fuerza de agarre involucra, principalmente, a los músculos de la mano y del antebrazo. Para ello, tenemos en la mano la musculatura intrínseca (llamados lumbricales e interóseos) y la musculatura global (flexores y extensores de muñeca)”, expone Nicolás Yáñez, kinesiólogo de Alemana Sport.
A los 30 años, mujeres y hombres suelen evidenciar el peak de fortaleza de su sistema músculo esquelético. Sin embargo, a los 40 la musculatura comienza a decaer y deteriorarse. Un fenómeno que, de acuerdo a Yáñez, se acentúa con los hábitos de una vida sedentaria. Este deterioro puede dar paso a la sarcopenia, una afección propia de la vejez que implica la pérdida de masa, fuerza y funcionamiento a nivel múscular.
“En general, los pacientes mayores comienzan con una leve disminución de la función muscular: se ve al disminuir la velocidad de la marcha, o en la dificultad para subir escaleras o levantarse desde la posición sentada”, describe Javier Baquedano, geriatra de Red Salud. “Eso luego puede ir progresando hasta hacerse más generalizado, afectando incluso actividades cotidianas más simples, como tomar una bolsa de compra, una botella, una taza o cocinar”.
La sarcopenia puede evolucionar hasta convertirse en una condición severa, llevando a la persona a depender de la asistencia para actividades diarias básicas, como levantarse, y permanecer mayormente en cama. “En este estado, incluso tareas rutinarias como lavarse los dientes, alimentarse y tomar medicamentos pueden requerir ayuda externa”, agrega Baquedano.
Florencia Buguña, kinesióloga en la residencia de adultos mayores Acalis, explica que la sarcopenia y la pérdida en la fuerza de agarre se asocian a mayores riesgos de caídas y hospitalizaciones, pero también al desarrollo de demencia y muchas otras enfermedades que afectan la calidad de vida y de envejecimiento de la persona.
“Una persona que pierde fuerza tiende a aislarse más, moverse menos”, explica. “Se genera un círculo vicioso entre la disminución del movimiento, de la masa muscular y del apetito, lo que implica mayor riesgo a caídas y desarrollo de enfermedades”.
No es de extrañar, entonces, que la fuerza de agarre se considere un indicador del estado de salud de las personas.
A partir de los 60 y 65 años, la evaluación de la fuerza de agarre en consultas geriátricas se vuelve algo rutinario, dice Francisco Baquedano. Si bien se realiza en función de medir el posible desarrollo de sarcopenia, también puede llegar a ser indicador del desarrollo de otro tipo de patologías.
Un estudio publicado en 2018 por la British Journal of Management asocia la pérdida de la fuerza de agarre con el desarrollo de enfermedades respiratorias y cardiovasculares, y también a algunas cancerígenas, en las cuales es habitual la pérdida de masa muscular, así como un déficit de fuerza.
“Si consideramos que el corazón es un órgano muscular, con presencia de musculatura lisa en todos los vasos sanguíneos, y que el diafragma es el principal músculo respiratorio, podemos establecer la relación de que un individuo con una menor salud muscular tiende a ser menos activo, generando un círculo vicioso. Esta conexión tiene un impacto directo e indirecto en la salud cardiovascular, aumentando la probabilidad de desarrollar enfermedades respiratorias”, explica Baquedano.
Un ejemplo es lo que ocurre con los pacientes de enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC). Esta condición, dice Nicolás Yáñez, influye en la función muscular general, por lo tanto se genera una pérdida de fuerza que, entre otras funciones, afecta la capacidad de presión o agarre.
“La fuerza de agarre puede ser un marcador útil para evaluar la salud general debido a su conexión con varios aspectos fisiológicos y de estilo de vida”, profundiza el kinesiólogo de Alemana Sport.
Por eso, como dice Florencia Bugueño, la evaluación de la fuerza de agarre es un procedimiento relevante para generar planes de intervención adecuados a la condición de salud y la capacidad funcional de cada adulto mayor. “Es un monitoreo importante para entender cómo se mueve, cómo tolera el esfuerzo físico y cómo se desenvuelve en ciertas actividades, como caminar y salir de compras, en las que se involucra la fuerza y la fragilidad”.
Dada la relación entre la fuerza de agarre, el estado de salud de las personas y la calidad de vida de adultos mayores, la recomendación es preocuparse del ejercitamiento y mantención de sus funciones.
Algunas claves para conseguir este objetivo son:
Baquedano insiste en que no se debe esperar a estar afectados por la sarcopenia. “El objetivo es prevenir que la curva de declive de la musculatura sea abrupta”. Después lo vas a agradecer. Sea que tengas una raqueta, un bastón o una copa de vino en la mano.
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