“Errar es de humanos, perdonar es divino, rectificar es de sabios”. La frase es del poeta clasicista inglés Alexander Pope, que se puede interpretar con la siguiente nomenclatura: equivocarse, malinterpretar, tropezar, pasar a llevar o dañar, incluso, es una característica que viene por default biológico. Arrepentirse, pedir perdón, ofrecer disculpas y perdonar, por otro lado, es una virtud social.
Hay tantas canciones al respecto que podríamos llenar este artículo solamente haciendo esa lista, pero reduciremos esa playlist solamente a una:
“Es triste, tan triste. ¿Por qué no podemos hablarlo? ¡Oh! Me parece que perdón resulta ser la palabra más difícil”, cantaba sentidamente Elton John en “Sorry Seems To Be the Hardest Word”, de 1976.
Hoy es muy común verlo en política, ya que parece ser parte de la narrativa de las relaciones públicas de esta época, en la que existe incluso la llamada “cultura de las disculpas”.
Sin ir más lejos, el Presidente Gabriel Boric, hace unas semanas, pidió disculpas a los iquiqueños por las restricciones de asistencia al desfile que conmemoraba el 21 de mayo. De ahí para abajo, casi todos andamos pidiendo perdón, incluso a veces por adelantado.
Pero en una escala personal, dar y recibir disculpas es algo que ocurre en innumerables ocasiones durante la vida. Tanto, que casi se ha vuelto un acto reflejo, como decir “salud” cuando alguien estornuda o “aló” cuando se contesta el teléfono. En este país, por ejemplo, solemos decir “disculpa” antes de hacerle una pregunta a un desconocido.
Pero otra cosa es solicitar el perdón cuando realmente se ha hecho o dicho algo que resultó perjudicial para alguien más. Ahí ya deja de ser un simple trámite o un gesto de cortesía, para volverse uno de los actos de humildad más grandes que existen: dejar el orgullo de lado, reconocer el error y pedir disculpas.
Sabemos que no es fácil. Pero también que es muy importante aprender a hacerlo de manera honesta y certera. ¿Cuáles son los errores más comunes a la hora de pedir perdón? ¿Cómo hacerlo de manera correcta?
¿Perdón o disculpas?
Aunque partimos este artículo usándolas como sinónimo, lo cierto es que desde un punto de vista filosófico el perdón y la disculpa no son lo mismo. Así lo apunta Valeria Campos, académica del Instituto de Filosofía de la Pontificia Universidad Católica.
“Jacques Derrida señala que el perdón es único, mas no así las disculpas, que son mucho más cotidianas”, explica. “El perdón es una experiencia de lo imposible: solo puedes perdonar lo imperdonable. En cambio las disculpas, como lo dice su nombre, reclaman que el otro ‘te quite la culpa’, que expire ese carácter de culpable que te ha sido asignado por la trasgresión de alguna norma o una ley”.
Un error muy común, cree Campos, es pensar que porque un acto cometido fue muy grave, “o se riñó con la justicia en un sentido divino”, no vale la pena pedir ni dar el perdón. Pero justamente solo ahí, en las consecuencias de un comportamiento que parece imperdonable, es cuando tiene sentido solicitar el perdón. Y también perdonar, que junto con prometer son, para Hannah Arendt, dos condiciones elementales para una vida en sociedad que permita avanzar del pasado y comprometerse con el futuro.
El valor de las disculpas
Pero ahora vamos a lo práctico. ¿Pedir perdón y disculpas nos sirve para convivir con el resto? ¿O solo quedamos como unos pusilánimes que no nos hacemos cargo de lo que hacemos y decimos?
“Según diversos estudios, pedir disculpas de manera sincera tiene un impacto positivo en las relaciones interpersonales y la resolución de conflictos”, dice Diego Salazar, director de comunicaciones en la agencia Prenseable. Está demostrado, agrega, que las personas capaces de pedir disculpas tienden a tener relaciones más saludables y duraderas.
Eso sí, no es llegar y andar disculpándose por todo. “Es importante hacerlo cuando corresponde y no como acto reflejo: eso puede socavar la sinceridad y la efectividad de la disculpa”, advierte Salazar. “Si alguien se disculpa sin realmente sentir que hizo algo mal ni comprender el impacto de sus acciones, es probable que la otra persona no sienta que la disculpa es sincera”.
Paulina Soto, psicóloga del centro UpFeel, sugiere que el gesto de disculparse se haga en coherencia con la situación vivida y “con la relación que tengo con la persona a la que pido disculpas”. Antes de hacerlo, es fundamental comprender qué consecuencias causaron las acciones propias “y para qué estoy disculpándome”.
Sin ese proceso, cree Salazar, será difícil entender completamente la situación y menos probable que se tomen medidas para no volver a cometer el mismo error en el futuro.
“Esto contribuye a tomar un rol saludable para una próxima ocasión y responder de forma adecuada cuando nos toque nuevamente una situaciones como esa”, añade Soto.
Un tutorial
Una de las gracias del perdón es que tiene efectos tanto en la persona que lo pide como en quien lo da. Y por supuesto afecta, para bien o mal, la relación entre ambas.
Simón Vieco, psicólogo de Psyalive, desglosa estos efectos:
- Para la persona que perdona, esta es una forma de reparación y, en parte, de sanación del daño o perjuicio que le han hecho.
- Para la persona que lo pide, el perdón, fundamentalmente, es la oportunidad de reconocer fallas, errores y aspectos a superar. Es una invitación al cambio y al crecimiento personal.
- Para la relación o el vínculo entre las dos personas, el efecto del perdón es justamente aprender de los errores cometidos y seguir construyendo una relación fortalecida, que se puede seguir construyendo desde el reconocimiento de esas diferencias.
La forma de pedir una disculpa, aporta Soto, dependerá siempre del tipo de relación, de la confianza y cercanía que exista, y del contexto en que se presenta: claramente no es lo mismo pedir disculpas en el trabajo que hacerlo a un vecino del condominio, a un hermano o la pareja.
“Lo importante es hacerlo de manera consciente y asertiva; expresando lo que realmente queremos transmitir de forma respetuosa con la otra persona y con nosotros”, apunta.
¿Cómo saber si mi pedida de perdón es consciente, asertiva y respetuosa? Antes de disculparse, es importante preguntarse qué se quiere expresar —arrepentimiento, empatía, humildad— y saber que no es necesario decir todo lo que se nos venga a la mente: lo mejor es ser conciso y sobre todo dar espacio a escuchar lo que la contraparte tiene que decir.
“Las disculpas ocurren en momentos que no necesariamente son agradables para las partes”, dice Salazar. “Por lo mismo, es bueno hacerlo en un espacio que no convoque una sensación negativa, ojalá al aire libre o en un lugar más íntimo”.
“Cuando pidamos perdón, es bueno partir diciendo cuáles fueron los errores que uno cree que cometió, reconocer el dolor o molestia en la otra persona, y luego decir cuál va ser su plan de acción para no volver a repetirlo”, agrega.
Así como existen lenguajes del afecto, Simón Vieco asegura que también existen lenguajes de la reparación. “Por ejemplo, asumir responsabilidades, expresar arrepentimiento, promesas de cambio, o directamente tratar de resarcir los daños y pedir perdón”, dice.
¿Qué significa cada una? Vieco lo explica:
- Asumir responsabilidad: implica hacer un reconocimiento explícito de lo que se hizo mal. Es decir: hice una cosa que te lastimó, no te gustó y te hizo daño; no estuvo bien y lo siento. La responsabilidad es reconocer esas consecuencias.
- Expresar arrepentimiento: se trata de expresar que uno desearía no haber hecho lo que hizo de haber sabido las consecuencias. Que se siente mal por haberlo hecho. Para eso hay que comunicar abiertamente el dolor que a ti también te causa esa conciencia de equivocarte.
- Ofrecer opciones de cambio: ¿qué harás para que no se repita la ofensa que hiciste? Si lastimaste de una forma específica, entonces promete formas de trabajar en ti mismo para que no vuelva a ocurrir.
- Ofrecer reparación: es mirar qué podemos hacer en el presente para contrarrestar o compensar en algo las consecuencias negativas de esa acción. Si es posible puede ser deshacer lo hecho; corregir lo que se pueda arreglar; o ver de qué otra forma esa persona podría sentir que estamos reparando el daño que le hicimos.
“Pedir perdón pasa por preguntarle a la otra persona con cuál de estos lenguajes se siente más reparada”, declara.
Disculpa por la mala disculpa
Algo que nos puede jugar una mala pasada a la hora de pedir perdón, dice Paulina Soto, es hacerlo sin tomarse el tiempo de asimilar lo que ha ocurrido,”sin comprender por qué realmente lo estamos haciendo. No podemos controlar las consecuencias de algo que ya se ha hecho, pero sí podemos poner de nuestra parte para que esta situación se desarrolle lo más saludablemente posible”.
Según Salazar, estos son los errores más frecuentes al momento de pedir disculpas:
- No asumir la responsabilidad total: a veces las personas pueden intentar minimizar su culpa o culpar a otros por lo que sucedió.
- No ser específico al describir lo que se hizo mal: las disculpas vagas pueden parecer insinceras o incompletas.
- No expresar empatía o comprensión hacia la persona afectada: las disculpas deben centrarse en la persona afectada y cómo se sintió, no en uno mismo.
- No ofrecer una solución para reparar el daño causado: a veces es importante ofrecer una solución para ayudar a reparar el daño causado.
- Repetir el mismo error: si alguien se disculpa pero sigue cometiendo los mismos errores, es posible que la otra persona no crea que la disculpa es sincera.
Simón Vieco suma otros tres:
- El primer error común es que todo se trate sobre uno mismo. Después de que hice un daño, no conviene llegar y pedir perdón como si fuera algo magnánimo de mi parte.
- De ahí se deriva el segundo error: al pedir perdón, muchas personas asumen que tienen que ser perdonados por defecto. Si la ofensa fue demasiado grave, si cruzó unos límites que la otra persona no puede tolerar, hay una posibilidad —y muy válida— de que ese perdón no llegue.
- El tercer error es tratar de justificarse o excusarse al pedir perdón, como tratando de no asumir completa responsabilidad o de minimizar las emociones ajenas.
La importancia de perdonar
Investigaciones de la universidad de Harvard concluyen que perdonar puede reducir los estados depresivos, la ansiedad y la hostilidad, como también a aumentar la autoestima e incluso reducir el riesgo de abuso de drogas
“No podemos controlar o cambiar la forma de ser o el comportamiento de las personas, pero sí podemos disculpar y disculparnos, para dejar ir esta situación cuando nos sintamos preparados”, dice al respecto Paulina Soto.
Vieco añade que en ningún caso estamos obligados a perdonar a todas las personas que nos piden perdón, pero advierte que “si no permitimos que la otra persona haga las reparaciones pertinentes, corremos el riesgo de quedar estancados en esa herida”.
Y en la medida en que vamos acumulando heridas, cuenta, nuestra confianza en las personas disminuye y nos vamos volviendo cada vez más escépticos e indiferentes, lo cual puede derivar en un aislamiento. No saber perdonar acaba siendo muy nocivo para la construcción de redes de apoyo y una buena salud social”.