“Dicen que la crianza es un trabajo a tiempo completo... me parece una comparación más acertada decir que es una horrible y no pagada práctica laboral”.
La frase probablemente da un poco de risa y quizá un poco de culpa. La idea pertenece al comediante Michael Palascak y la lanzó en el show de Stephen Colbert. Luego dice: “A diferencia de recibir un sueldo, tú eres quien paga. Los primeros cinco años llegas con el almuerzo para tu jefe y la mitad de las veces lo tira al suelo”.
Hay mucho material de stand up sobre crianza en YouTube, con títulos como “El infierno de tener hijos” o compilados de “Comediantes aconsejan no tener hijos”. Se sabe: el humor revela verdades que en otros contextos serían enjuiciadas. Michelle Buteau, otra comediante, lo define así: “Cuando me preguntan cómo es la maternidad, digo que me siento como un zapato dentro de una secadora de ropa. ¡Estoy tan cansada!”
Una pandemia y la consiguiente implosión que significó mudar la oficina y la educación hacia las casas no lo hizo más fácil. De hecho, es probable que estés usando tus valiosos y escasos minutos libres, el capital más valioso y escaso que tienes, para leer esto. Así que avanzaremos hacia lo que buscas: consejos.
Como los de Unicef, que confeccionó un manual con recomendaciones respecto a la crianza durante tiempos de Covid-19. En su versión en inglés del sitio, la psicóloga clínica Lisa Damour, autora best seller, podcaster y columnista del New York Times, diagnostica que “la crianza puede volverse solitaria y trabajar para satisfacer las necesidades de una hija o hijo hace difícil satisfacer las propias. Es buena idea relacionarse con padres y madres de tu misma edad, gente que está pasando por lo mismo”.
Con ese objetivo, por ejemplo, existe WorkParent, un sitio en inglés que, al modo de los grupos de apoyo, sigue la narrativa de “la mejor ayuda para padres y madres trabajadoras viene de padres y madres trabajadoras”. “Una persona: dos roles. ¡Sin contradicciones ni disculpas!”, reza su manifesto tipo Club de la Pelea.
Súper mamás súper cansadas
“Reconozco que cumplo 100% con el perfil de familia pandémica”, dice Amparo, al teléfono desde Valdivia. “Me fui de Santiago con mi pareja y mi hijo de 5 años cuando empezó el coronavirus. Luego tuve a mi hija en plena cuarentena”.
De fondo se escucha a la guagua. Amparo tiene un trabajo presencial de media jornada y otros dos que hace freelance de forma remota. Su pareja trabaja 100% remoto.
“Al principio era perfecto. Hacíamos actividades didácticas todo el día. Nos turnábamos entre las clases online, bañarlos y cocinar, todo trabajando desde casa”, cuenta. “¡Funcionaba todo tan bien que incluso se nos ocurrió adoptar un gato! Después de un año a ese ritmo, sin dormir una noche de corrido, terminé en la psicóloga. Me sentía culpable de querer dejarlos un día entero delante de la tele para poder descansar”.
Susana Romero, psicóloga clínica de la red de centros médicos Cetep, es especialista en terapia de parejas y, para ella, “esta generación de padres y madres se exige bastante. En parte porque hay mucho acceso a material educativo respecto a crianza, lo que puede ser bueno, ya que hay más conciencia. Pero a veces ser autodidacta puede llevar a mal-entendimiento y sobre-exigencia”.
Amparo cuenta que lo ha conversado con sus amigas madres. La conclusión, dice, es que viven una silenciosa “maternidad culpable”.
Explica que es parte de una generación que planeó y pensó mucho la decisión de serlo: “Esa consciencia implica cuestionarse mucho todo. Sentir que una debe hacerse el tiempo para entregar una educación de calidad, hacer juegos, darles una alimentación sana, usar pañales ecológicos, etc.”
“En el intento de ser súper mamás, terminamos súper raja”, dice riendo nerviosa. “A veces dan ganas de no ver a los hijos en una semana, pero nadie lo externaliza. Ahora con mis amigas lo hago”, agrega.
Romero recomienda “ajustar las expectativas, tanto en la crianza como en el trabajo. Aceptar que, por ejemplo, tu hija o hijo no pesca tanto las clases online como quisieras. Es más importante prestar atención a cómo están reaccionando y establecer rutinas con metas realistas”.
La publicidad y los medios por supuesto que no ayudan en eso. “La tele te muestra comerciales de familias sonrientes andando en bicicleta y eso forja tus expectativas, e inconscientemente te resiente pensar que tu familia no es así”, dice.
Amparo experimenta eso también. “Veo en Instagram a las influencer que se levantan muertas de la risa, cocinan, hacen deporte, son regias, sus hijes son genios, y me empiezo a preocupar de que si no estimulo a mi hijo lo suficiente, no va aprender matemáticas o no va tener consciencia ecológica”, reflexiona. “Una sabe que es una tontera, pero igual se compara y se siente vulnerable pensando: ‘¿cómo ella puede y yo no?’”.
Elefante en la pieza
Mercedes Samudio es “parental coach”, y respecto de este nuevo escenario y cómo enfrentarlo como padres y madres que trabajan, dice que lo primero es ser flexibles. “Las cosas van a ir cambiando semana a semana entonces es indispensable desarrollar esa habilidad”.
Se sabe: pero si no lo sabes, flexibilidad no es laxitud. Para ser flexibles, es importante tener hábitos y disciplina. Samudio recomienda, por ejemplo, “establecer reuniones con otros padres y madres, para intercambiar información de cómo se han estado sintiendo y ver cómo ayudarse”.
Sobre este “nuevo nuevo escenario”, Susana Romero dice que hay un clima de incertidumbre que conduce a la ansiedad. “Estamos pseudo-volviendo a la normalidad, pero no sabemos cuánto va a durar. Y además están las diferentes opiniones respecto de si retornar a clases presenciales o no”.
“En términos profesionales, yo sé que podría dar más de lo que estoy dando”, reconoce Amparo. “Ahora mi hijo tiene dos días a la semana clases presenciales. Con la escolaridad ‘normal’ y las salas cuna operando ‘normalmente’, sería distinto. Pero con este sistema, todo gira en torno a los niños”.
Ella resume la sensación así: “el tema de la comparación no pasa solo en términos de crianza, sino también en lo profesional. Hay mucha conciencia y mucho miedo de no cagarla”.
Para la coach Samudio, en ese aspecto es muy importante “llevar una relación proactiva con las o los jefes respecto de los objetivos a cumplir y mantener expectativas realistas”.
El teletrabajo o el trabajo híbrido ha rediseñado el cómo se arma una familia, cómo se ensamblan las piezas, esta vez todas en un mismo sitio: el hogar. Explica Romero que muchos padres sienten culpa respecto de que sus hijos los vean trabajando en la casa, todo el día en el computador o el celular, siendo que al mismo tiempo intentan regular el tiempo que quieren que ellos estén frente a las pantallas.
“La forma en cómo las niñas y niños ven el mundo del trabajo cambió”, dice la psicóloga. “La recomendación es abrirse con el tema y que no sea un elefante en la pieza. Eso es peor, porque esconder cosas genera culpa y ansiedad. Es importante bajar la información y explicarles que es un período nuevo y que todo el mundo se está adaptando”.
Aliviar emociones irritadas
Amparo cuenta que, a veces, en la noche, cuando su hija e hijo duermen, se sientan con su pareja en el living. “Está todo en silencio y nos miramos, pero ni siquiera queremos hablar”.
Reconoce que la maternidad la puso monotemática. “¡Entonces me pongo a mostrarle las fotos que les saqué en el día!”, dice y se ríe.
“Verse todo el día todos los días afecta el deseo”, advierte Romero. “El sexo se ve afectado, y si la intimidad anda mal, probablemente la pareja también ande mal. Es importante darse espacios individuales y también de compartir entre los dos”.
Y aquí hace una comparación: al igual que las mascarillas nos irritan la cara, las emociones también se han irritado con el encierro. “Comunicarse es clave, tanto en pareja, como con los hijos. Es importante escuchar en silencio, permitir que el otro se exprese. Cuando una persona quiere llorar, a veces necesita que la acompañen nomás, y no que le digan ‘no llores está todo bien’”.
Cuando escucha la recomendación de Romero, Amparo reflexiona unos segundo al teléfono. Luego dice: “Efectivamente, yo he llorado por esto. Nos sentamos y nos decimos ‘¡estamos raja!’. Pero siempre pensamos que, a futuro, el esfuerzo valdrá la pena. Sobrevivimos en una ciudad distinta, solos, y a eso nos aferramos. Tenemos una conexión increíble con nuestros hijos y hemos visto absolutamente todo el proceso. Eso es gratificante, aunque en extremo cansador”.
Cómo dormir (más o menos) bien
Isabella Vilaza y Valentina Carvallo son madres y asesoras en sueño infantil. Juntas crearon la plataforma Niños a Dormir, la cual promete a padres y madres que “volver a dormir de noche es posible”.
Explican que hay un concepto clave en este escenario de “padres y madres exhaustas”: la corregulación. “Es la relación recíproca que existe entre hijas o hijos con madres o padres. Actualmente, la inestabilidad emocional y el cansancio de los adultos provoca que a los niños les cueste relajarse y se les haga más difícil el proceso de dormir. Al transmitir nuestro estrés y ansiedad, se eleva en ellos su impaciencia e incomodidad”, dicen. “Es importante poder lograr la calma, tratar de relajarnos y autorregularnos, para desde ahí brindar contención y tranquilidad”.
Todo suena maravilloso, pero: ¿cómo lograrlo?
“Lo primero”, aconsejan, “es alinear las expectativas que tenemos sobre el sueño de nuestros hijos con la realidad. Muchas veces exigimos un mejor dormir, o ponemos una presión desmedida sobre niños que aún deben desarrollarse y pasar por procesos madurativos”.
Acá, como en lo anterior, también hay que evitar guiarse por las comparaciones, más bien “que cada familia haga lo que les hace sentido”. Por ejemplo, “algunas familias deciden hacer turnos en el caso de que sus hijos necesiten mayor apoyo de noche o tengan más despertares. Otras, cuando es posible, piden ayuda a su red de apoyo. Lo importante es hacer espacios de descanso y de recargar energías”.