“Sería una sala de estar, de unos siete metros de largo y unos tres de ancho. A la izquierda, en una especie de alcoba, un gran diván de cuero negro desgastado estaría flanqueado por dos librerías de madera clara de cerezo en las que se amontonarían libros en desorden. Sobre el diván, un portulano ocuparía toda la longitud del panel. Más allá de una mesita baja, debajo de un tapiz de oración de seda sujeto a la pared por tres clavos de cobre de cabeza gruesa, y que harían juego con el cortinaje de piel, otro diván, perpendicular al primero, tapizado de terciopelo marrón claro”.

Es parte del comienzo de Las cosas, libro del francés Georges Perec. Durante las primeras siete páginas del libro, publicado en 1965, Perec describe al detalle los objetos de un hogar ideal, el lugar en el que una pareja de jóvenes “pequeñoburgueses”, Jerôme y Sylvie, soñaba vivir. Si tan sólo hubieran sido ricos.

¿Qué es de un hogar sin muebles?, se podría decir. Dormir, cocinar, comer, ir al baño, estudiar, trabajar y tantas otras actividades cotidianas no parecen posibles sin que haya un mueble de por medio que lo facilite. No, al menos, para quien supone “vivir bien”, cómoda y confortablemente.

Pero la práctica es sólo una de las “necesidades” que cubre la mueblería. La estética es otra tanto o más relevante, dependiendo de quién lo diga.

Modernos, antiguos, rústicos, design, minimalista, nórdico, clásico, aesthetic, japonés, étnico, provenzal, mediterráneo: estilos de muebles hay para todos los gustos. O mejor dicho, para todas las personalidades. Al fin y al cabo, en la sociedad de consumo, mesas, libreros, racks, sillas, arrimos, incluso la cama, se leen como una extensión de las personalidades que los poseen y habitan. Aún cuando estos crean no tener segundas intenciones detrás de su pertenencia. Para quienes la admiten, es más bien, una declaración de principios.

Historia y materiales nobles

Quizá de ahí el valor de los muebles usados, sobre todo de los calificados como antiguos. “En Estados Unidos, por un tema de impuestos, definen como antigüedades a aquellos muebles y objetos con más de 100 años”, apunta Jaime Navarrete, periodista y socio, junto al arquitecto Jorge Arón, de Las Siete Vidas del Mueble, un proyecto en el que durante 14 años se han dedicado al rescate y restauración de muebles y objetos decorativos de antaño.

“Así como los gatos, creemos que los muebles antiguos, por su nobleza, materiales, estructura, y la forma en que fueron hechos, duran muchas vidas. Nuestra misión, por lo tanto, es rescatarlos”, detalla Navarrete.

De acuerdo al periodista, los muebles antiguos atraen a las personas, “fundamentalmente por su origen, historia, sus materiales, diseños y, sobre todo, por su durabilidad”. A diferencia de la mueblería industrial contemporánea, la que se solía fabricar hace 50 años o más garantiza una vida útil de larga duración.

“Hoy estamos en la cultura de lo efímero, lo pasajero, donde nada trasciende. Lo mismo pasa con los muebles. Hoy te compras un comedor, una mesa, sillas, y tienen una vida determinada”, asegura Navarrete.


Las marcas de uso, hendiduras de cuchillos o martillos en una mesa, o el desgaste de la pintura, son incluso deseables en un mueble antiguo. Son un sello de su autenticidad, según explica Francisco Moro, publicista y dueño de Lost & Found, una tienda digital de compra y venta de antigüedades y otros objetos decorativos, que opera hace cuatro años.

“Si te compras una mesa del 1900 que se ocupaba para cocinar, lo más probable es que esté llena de cuchillazos. También puede tener marcas de una plancha que se quedó prendida encima, le pudo haber caído algo, o la pudieron haber pintado y con los años se desgastó y quedó una mezcla entre ese color y el original”, detalla Moro.

Son las “huellas de la vida del mueble”, como dice Jaime Navarrete. “En las imperfecciones vemos el paso del tiempo. Eso les da un valor, un carácter que para nosotros es mucho más importante y que sólo tienen los muebles antiguos”.

¿En qué fijarse al comprar un mueble antiguo?

De acuerdo a Navarrete, hay dos tipos de compradores de este tipo de mueblería. “El primero es alguien que busca un mueble barato y lo restaura. El otro es el que compra un mueble antiguo listo para usar; en este caso, por supuesto, el mueble es más caro”.

En cualquiera de las dos circunstancias, hay algunos detalles a considerar al momento de comprar un mueble antiguo —que, además, bien pueden demarcar qué tipo de comprador eres:

  • Que el mueble tenga todas sus partes originales. Por ejemplo, dice Jaime Navarrete, que una mesa tenga la base y las cuatro patas originales, y “no tenga clavos, tornillos o algún tipo de material ajeno”. Esto, explica Francisco Moro, se le conoce en el rubro como un mueble “sano”.
  • ¿Cuál es su estado? ¿Es óptimo? ¿Es necesario restaurarlo? ¿Vale la pena restaurarlo? Lo ideal es que el mueble mantenga una estructura firme. Sin embargo, como está dicho, al ser objetos antiguos lo más probable es que cuenten con marcas de uso, detalles o imperfecciones. Algunas de estas son sencillas de restaurar. Por ejemplo, si una silla o mesa está suelta o si tiene desgaste en el barnizado. Otro tipo de restauraciones pueden implicar grandes inversiones.
  • “El estado del mueble muchas veces no define si comprarlo o no”. Pese al punto anterior, Navarrete asegura que “muchas veces uno puede encontrar piezas u objetos que están a muy mal traer, pero se pueden ver muy bien en determinado espacio”.
  • Que no esté apolillado ni con termitas: algo básico, pero fundamental.
  • Que el mueble esté “sobado”. Es una característica deseable entre los rescatistas de antigüedades. Por ejemplo, que una mesa está sobada, dice Moro, significa que “de tanto uso que le han dado, de tantas manos que le han puesto encima”, su superficie está suave, “envejecida, pero rica”.

Segunda mano contemporánea

La “vida del mueble”, a la que hace referencia Jaime Navarrete, no es más que el registro invisible de la vida de quienes alguna vez lo poseyeron: personas. Una idea de trascendencia que graficó muy bien Gaspar Noé en su última película, Vortex (2021). Tras la muerte de quienes habitan un hogar, lo que les sobrevive son sus pertenencias, sus cosas, sus muebles. Hasta que estos se dispersan: se heredan o se venden de segunda, tercera, o cuarta mano.

La razón por la que muchos valorizan las antigüedades es el argumento por el cual otros los rechazan. Ana Muñoz, por ejemplo, dice ser amante de la decoración de interiores. Sin embargo, le da “escalofríos” tener en su casa algo que “quizá de quién fue”. “Soy una persona supersticiosa, prefiero tener muebles nuevos o que, por lo menos, se vean como nuevos”, explica.

Una alternativa para este tipo de público son los muebles contemporáneos de segunda mano. Las gracia más obvia en este tipo de productos es que se pueden encontrar algunos casi nuevos a precios mucho más convenientes. “Gastas mucho menos que al comprar un mueble nuevo y ayudas al medio ambiente dándole nueva vida a algo que si no se vende, se irá a la basura”, asegura Daniela Awad, psicóloga y dueña de Matuttera, una tienda en línea que creó hace tres años con la que busca facilitar la comercialización de mueblería y otros artículos de segunda mano.

En su opinión, uno de los principales errores entre consumidores de muebles de segunda mano es que no hacen el ejercicio de comparar el precio del producto de segunda mano en venta con su homólogo nuevo para determinar la conveniencia de la compra. “El comprador siempre dice que el producto está caro, pero no revisa realmente el precio del producto nuevo o de uno parecido para decir si es justo o no”.

Según explica Awad, en Matuttera se preocupan de que los productos comercializados tengan un valor al menos un 30% menor que el original.

Otros errores comunes que se replican al comprar muebles, ya sean contemporáneos de segunda mano o antigüedades, los traducimos a modo de consejos:

  • Mide o considera el espacio a utilizar en el hogar. Cuando se compra un mueble antiguo, estos suelen ser de mayores dimensiones. “Hay que tener espacio suficiente para que el mueble se vea bien y se pueda apreciar”, dice Jaime Navarrete.
  • Antigüedad y modernidad pueden convivir. “Nadie quiere vivir en un museo”, dice Navarrete. Pero no cualquier antigüedad combinará de buena manera con mueblería moderna. “Hay que tener un patrón en la decoración para que se vea armónico a la vista y se sienta bien”, agrega. En Las Siete Vidas del Mueble ofrecen asesoría al respecto.
  • Revisar a consciencia el producto. Daniela Awad dice que uno de los grandes errores de los compradores de segunda mano es que se llevan los muebles a casa sin haberlos revisado en detalle. Este es un problema mayor, no importa si es un producto contemporáneo o una antigüedad, ya que este tipo de productos no están sujetos a la ley del consumidor para cambios o devoluciones —siempre que esto haya sido advertido antes de la compra.

En otras palabras, más vale comprar bien, porque no hay devoluciones.