Las ciudades cambian, las ciudades cambian rápido. La gente se mueve, los barrios desaparecen, el paisaje es otro, un edificio en medio del camino, el cielo se quiebra, se instala un café, probablemente un Starbucks, más allá una tienda, otra tienda, el lugar de siempre ya no es habitado por los de siempre. Todo parece natural. Pero las ciudades, los territorios, nunca son una casualidad.
Si uno recorre la primera sala que acoge la retrospectiva de Martha Rosler (1943) en el Museo de Arte Contemporáneo (MAC) del Forestal —titulada Si tú vivieras aquí—, se encontrará con algunas fotografías de un Santiago noventero que parece a ratos otra ciudad, otro lugar. Hay algunas imágenes del centro de la capital que tomó Rosler cuando vino por primera vez al país, el registro de un tiempo que era otro tiempo, otro espacio.
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Martha Rosler.[/caption]
La ciudad, ese tema del que Martha Rosler viene escribiendo desde hace tantos años, la mirada de una mujer, de una artista, que ve cómo cambian los lugares, cómo la política —y la cultura y el mercado— intervienen el paisaje. Cómo muchos proyectos artísticos buscan que ciertos barrios sean un mejor lugar para vivir, pero que terminan beneficiándose sólo ellos, los artistas —su imagen, su carrera, sus bolsillos—. Algunos de estos textos aparecen reunidos en Clase cultural. Arte y gentrificación (Caja Negra), un conjunto de ensayos en el que Rosler ahonda en los vínculos entre arte, mercado, política y urbanismo.
Las ciudades cambian, las ciudades —se suponen— mejoran, pero lo cierto es que nada es lo que parece, dice Rosler.
¿Qué es la gentrificación?
Hace unos meses, el investigador Marco Antonio Valencia publicaba un paper titulado "¿Gentrificación en zonas patrimoniales? Estudio de cinco casos en Santiago de Chile" y ahí entregaba una definición bastante clara de lo que podemos entender por gentrificación. Valencia escribe: "El término gentrification fue acuñado por la socióloga Ruth Glass al observar cómo en áreas centrales de ciudades inglesas se estaba generando un proceso de desplazamiento de residentes de clases bajas por la llegada de la gentry, es decir, de la clase alta; estas áreas con buena localización y construcciones deterioradas son retomados por una clase burguesa joven que aprovecha los precios bajos. Es así como en adelante cierta literatura ha vinculado el concepto de gentrificación con el proceso de desplazamiento de un tipo de población de bajos ingresos por una de ingresos altos".
Martha Rosler escribe sobre el proceso de gentrificación desde —y acerca de— Nueva York principalmente, una ciudad que ha visto cómo muchos de sus barrios vivieron estos desplazamientos. En algunos, la figura de los artistas, hipsters o de las "clases creativas" —como las define Richard Florida, a quien rebate constantemente Rosler en sus textos— fueron claves para que aquella gentrificación se hiciera efectiva. Por ejemplo, la creación del SoHo. Rosler se apoya en la socióloga de lo urbano Sharon Zukin para reflexionar acerca del rol que tuvieron los artistas en todo este proceso urbano y en la idea de una "vida de loft".
Escribe Rosler: "Zukin expone una teoría del cambio urbano según la cual los artistas y todo el sector de las artes visuales —especialmente las galerías comerciales, los espacios regentados por artistas y los museos— son un motor principal para la reconversión de la ciudad postindustrial y para la renegociación de los inmuebles en beneficio de las élites".
Cuando se iba a aprobar el SoHo como un distrito de artistas, en los años setenta, cuentan que había muchos otros grupos de persona expresando una serie de problemáticas que existían en el barrio y en la ciudad, en el sur del Bronx, por ejemplo, donde se quejaban por las ratas o por los altos precios de los alquileres. Pero eso a nadie le importó. Lo que importaba era que los artistas se instalaran ahí, y las autoridades se aprovecharon de ese discurso para "revitalizar" la ciudad. Y los artistas, dice Rosler, no fueron capaces de cuestionar todo este proceso.
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Imagen: Exposición "La Conquista" de Laura Galaz en MAVI.[/caption]
Escribe Rosler: "En su libro Neobohemia: arte y comercio en la ciudad postindustrial, Richard Loyd no sólo plantea que los artistas y los hipsters son cómplices del capital en el terreno del consumo, sino que también están al servicio de ese mismo capital en su rol de fuerza de trabajo eventual: ya sea como trabajadores de servicios o como diseñadores freelance".
Rosler analiza detalladamente lo que ocurre en Nueva York, mientras que otros escritores y ensayistas han abordado estos procesos de cambios urbanos en otras ciudades, como es el caso de Iain Sinclair, ese extraordinario cronista inglés que ha escrito y descrito como nadie aquella ciudad llamada Londres. Sinclair lleva más de 30 años escribiendo sobre la capital de Inglaterra y registrando los cambios de la urbe: desde la construcción de autopistas y edificios hasta todo el proceso de cambios violentos que vivió la ciudad cuando fueron los Juegos Olímpicos de 2012.
"Yo creo que hay una memoria en Londres, igual que en otras ciudades, que simplemente no se puede olvidar. No se puede ignorar", dijo alguna vez Sinclair en una entrevista.
Sobre esa memoria escribe Sinclair.
Sobre esa memoria reflexiona Rosler.
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Ilustración: Milo Hachim.[/caption]
Santiago gentrificado
¿Dónde habría que rastrear el proceso de gentrificación en una ciudad como Santiago?
Los lugares no son muchos, por ahora, sin embargo hay un par de nombres que se repiten constantemente al hablar de este proceso urbanístico: Barrio Yungay, Matta sur, Barrio Italia y Lastarria. Eso sí, varios expertos coinciden en que el proceso de gentrificación que ha ocurrido en Santiago no es absolutamente equiparable al de ciudades como Nueva York, Londres o Barcelona. En el sitio web Plataforma Urbana, hace unos años, le dedicaban un artículo al tema, escrito por Felipe Álvarez, quien explicaba que este proceso está más cercano a la recuperación de barrios que a la colonización de nuevos límites. Y agrega: "La revitalización (de estos barrios) ha pasado más por la cimentación de infraestructura totalmente nueva que por el reacondicionamiento del patrimonio físico existente en el sector".
Es cierto —pensando en los textos de Rosler y su mirada en los desplazamientos de los artistas— que en lugares como Barrio Yungay o Barrio Italia —y de forma incipiente en Matta sur— se pueden rastrear, en sus inicios, los movimientos de jóvenes artistas chilenos o de galerías que buscaron instalarse lejos, aunque nunca tanto, de las comunas más acomodadas, y así terminaron creando un nuevo foco de atención urbano. Sin embargo es difícil cuantificar la importancia que tuvieron, en estos procesos de gentrificación, los movimientos de esta "clase creativa" o "clase cultural", como la definiría mejor Rosler.
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Nave en Barrio Yungay.[/caption]
Ahora bien, más allá de esos detalles, no deja de ser fundamental leer las críticas y cuestionamientos de la artista norteamericana a todo este proceso, pues ayudan a entenderlo en toda su complejidad: "Cuando el cartel de entrada dice 'intervención social', no sé si inquietarme o alegrarme de que los artistas del mundo del arte se involucren en ello. Por cierto, estas incursiones en un mundo que está más allá del mundo del arte, y que pueden incluir a cualquiera de los proyectos pedagógicos que se desarrollan en comunidades comunes y corrientes, alimentan aquellos instintos de hacer algo 'real' que siente un sector de artistas y que renace en forma constante".
Pueden ser valorables esas intenciones, pero, escribe Rosler, "[muchos de estos proyectos] vuelven invisible la paciente discusión y organización de los miembros de las comunidades locales, a menudo sostenida por décadas".
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Clase cultural. Arte y gentrificación, de Rosler.[/caption]
Lo que exige la autora de Clase cultural a los artistas es un mínimo de autoconciencia: "Los liberales son creativos —ese grupo amorfo de cerveceros, panaderos, granjeros urbanos y baristas— en tanto sus festivales y sus celebraciones pueden ser patrocinados por bancos, corporaciones y fundaciones; y sus esfuerzos capitalizados cívicamente. Los institutos de arquitectura albergan encuentros y publican gacetillas promocionando ciudades 'vivibles'. Las instituciones de arte obtienen beneficios al suscitar la atención de las fundaciones y de las agencias gubernamentales, pero los costos también son considerables".
Los costos son que los artistas y la "clase cultural" se vuelven cómplices de la renegociación del espacio urbano para las élites, explica Rosler. Intervenir el espacio, las ciudades, los barrios, para convertirlos en un mejor lugar, pero sin la conciencia de que a la larga los beneficiados serán otros —las inmobiliarias, los especuladores—, pues el barrio se revalorizará y los residentes originales ya no podrán vivir ahí.
"La esfera cultural, a pesar de su cooptación por parte del marketing, es un lugar perpetuo de crítica y resistencia", escribe en un momento Rosler, como si fuera un recordatorio. Porque es cierto: no se trata de estar en contra los cambios urbanos, pues son inevitables. De lo que se trata, probablemente, es de no olvidar la memoria de las ciudades y la memoria —y el presente, también— de quienes la habitaron antes que nosotros.
Sobre el autor:
Periodista y escritor. Autor de Camanchaca (2019, La Calabaza del Diablo), Racimo (2014, Literatura Random House) y Niños héroes (2016, Literatura Random House). En 2017 fue escogido por el Hay Festival como parte del grupo Bogotá 39, que reúne a los mejores escritores de América Latina menores de cuarenta años.