El escritor francés Pascal Quignard cuenta que, en la época helenística del siglo II a.C, el nombre de Soso de Pérgamo se hizo famoso en toda Grecia, debido a los particulares mosaicos decorativos que diseñaba. Fragmentados en teselas para una superficies de un centímetro cuadrado, era común ver representadas cabezas de pescado decapitados, colas de langosta, huesos de pollo, mejillones en estado de descomposición, pieles, uñas, patas, garras, espolones de gallo, entre otros “restos” repartidos en el suelo de un hogar. Naturaleza muerta, calificarían los críticos de arte.

El asàrotos òiko, o “suelo sin barrer”, ideado por Soso de Pérgamo elevó la basura del “lujo de la vida feliz” – como describe Quignard– a una nueva forma de arte que se opuso al concepto clásico de belleza de los griegos, asociado a la mitología olímpica y sus dioses esculturales. “Desechos convertidos en obra”, describe sintéticamente el autor de “El niño de Ingolstadt”, respecto al trabajo del maestro mosaiquista.

Quignard, entonces, reflexiona acerca del lenguaje como sistema de símbolos que separan lo verdadero de lo falso, lo que no es lo mismo que hablar de lo real y lo irreal. Verdadero y falso: lo limpio versus lo sucio; lo impecable ante el residuo; lo ordenado ante el desorden; lo atrayente y lo repulsivo.

Y sin embargo, utilizamos una naturaleza muerta, un desecho, como la escoba – compuesta de madera y un manojo de paja– para barrer el suelo. Limpiarlo de los desechos que le dan una apariencia sucia al hogar.

Podemos apelar al aspecto biológico para apretar a Quignard en su reflexión: una superficie sucia, es una potencialmente contaminada y puede poner en riesgo nuestra salud. Por lo que necesita limpieza. Sin embargo, la frontera entre lo impecable y el residuo sigue siendo bastante exigua: los utensilios que utilizamos en esta tarea doméstica tarde o temprano se transforman en aquello que buscan eliminar: un desecho. ¿Cuándo? ¿Cómo saberlo? ¿Cómo dilatar ese momento?

Detalle de un mosaico de Soso de Pérgamo.

Cepillo para WC

Poco tendría de sorprendente decir que el inodoro es el lugar del hogar que más gérmenes acumula en el hogar. Basta pensar en lo que hacemos en éste para entender por qué. Lo sorprendente es enterarse que, realmente, el lugar donde más proliferan microorganismos es la cocina y no el baño. Pese a este dato, sobre el cual volveremos más adelante, la limpieza e higiene del inodoro es fundamental. Y para ella, es también crucial el uso de una escobilla dedicada exclusivamente a esta tarea. Y aunque puede no ser un trabajo muy agradable, su uso es bastante sencillo. Claro que después de cada ocasión en que se utilice, es necesario lavar y desinfectar. ¿Cómo? “Con agua caliente, jabón desinfectante y, luego, dejar secar”, dice Juan Ignacio Maiza, gerente comercial de PuntoLimpieza. Esta es la única manera de que éste utensilio no se transforme en aquello que busca eliminar: una fuente de microorganismos, como bacterias de tipo E. coli.

De todas maneras, y como está dicho, nada es para siempre: es importante renovar la escobilla cada ciertos meses, dependiendo de la frecuencia e intensidad de uso. ¿Un signo de que ya es hora de hacer el recambio? “Cuando pierda su forma y las cerdas”, dice Maiza. No tomar esta medida a tiempo implica el riesgo de que, incluso, de provocar un efecto contraproducente durante la limpieza, ya que el mango del cepillo comenzará a raspar la porcelana del inodoro, generando pequeños surcos en los cuales pueden crecer nuevos microorganismos que, luego, serán aún más complejos de eliminar.

Sopapo baño

Otro elemento esencial en el baño. El superhéroe al que nadie gusta reconocer. Silente, oculto en algún rincón del cuarto, casi desterrado, espera a que se le necesite, generalmente, con urgencia. Para luego volver al anonimato, al cajón de los recuerdos reprimidos. Pero antes de ocultarlo, es necesario lavar y desinfectarlo. A menos que no te importe diseminar en el lugar de almacenaje las bacterias y microorganismos que acumula en cada uso. Para ello, dice Maiza, se debe utilizar agua caliente, jabón desinfectante o cloro y, luego, dejar que se seque. Recién entonces, puedes deshacerte de él – hasta una nueva urgencia.

De acuerdo a la frecuencia e intensidad con la que se utilice, cambiar el sopapo puede hacerse necesario luego de unos meses, cada medio año o, en cada cambio de folio. Más determinante, dice Maiza, es su forma. Si éste pierde su forma, ya es hora de comprar uno nuevo.

Trapero de piso

Utilizar un trapero húmedo para limpiar los pisos del hogar es una recomendación básica en lo que refiere a tareas domésticas. Así el polvo, los ácaros y micropartículas quedan adheridas a la tela y no recirculan en el aire – algo particularmente perjudicial para quienes sufren de asma o alergias respiratorias, por ejemplo. Pero si piensas que la tarea termina ahí, erras por mucho. Esto implicaría que esas partículas se mantienen en el tejido y, además, la humedad terminará por fomentar la reproducción de hongos y microorganismos. Y cuando lo utilices una próxima vez, estarás esparciendo todos estos agentes y la suciedad sobre tu preciado piso, en vez de limpiarlo. Por ello es tan importante lavar y desinfectar el trapero después de cada uso. Maiza dice que basta con agua caliente y jabón desinfectante. Tras ello, lo ideal es secarlo al aire libre: “ojalá al sol”, dice el gerente de PuntoLimpieza. ¿Cuándo cambiarlo? De acuerdo a la frecuencia, podría ser necesario hacerlo todos los meses. Basta que éste muestre desgaste o, peor aún, comience a emanar mal olor: será señal de la presencia de hongos y microorganismos.

Esponja de cocina

Y retomamos: Sí, la cocina es el lugar del hogar que más microorganismos acumula en el hogar. Incluso más que el baño. Y la causa detrás de esto está plenamente identificada por la ciencia: se trata de la esponja. Esa misma con la que lavas la loza. Así lo estableció un estudio publicado en la revista Scientific Reports, en el que un equipo de microbiólogos alemanes realizó un análisis de ADN a esponjas de distintos hogares. En ellas detectaron 362 diferentes tipos de bacterias, más de las que se suelen alojar en los inodoros.

Esto se debe a la materialidad porosa con la que están elaboradas las esponjas y a la humedad que suele quedar alojada en estas, lo que genera una verdadera incubadora de microorganismos – entre los que se incluyen estafilococos, salmonela y E. coli. El tema es que, al utilizar una esponja en mal estado se corre el riesgo de contaminar la loza que se pretende lavar y, también, otra superficies sobre las cuales se utilice.

El cocinero y divulgador científico Heinz Wuth dice que, por lo anterior, no se puede utilizar la misma esponja para lavar platos y para limpiar otras superficies de la cocina.

De todas maneras, una esponja se puede mantener en buen estado unos tres meses – dependiendo la frecuencia de uso. Y una manera de prevenir la incubación de microorganismos es hacer un “tratamiento” de desinfección. “Una opción es colocarla seca en el microondas durante unos tres minutos. La otra manera es dejarla en una solución de agua con vinagre, que no desinfecta, pero reduce el crecimiento de microorganismos”, explica Wuth, creador del canal Soy Ciencia y Vida en Youtube e Instagram.

Cuando la esponja se vea deteriorada, carcomida y pierda materia, o bien, comience a emanar mal olor, sabrás que es hora de cambiarla.

Virutilla

Con este utensilio ocurre prácticamente lo mismo que con la esponja. La humedad y su porosidad le hacen una incubadora de microorganismos que amenaza con contaminar tu loza y otras superficies de la cocina. Por eso, es fundamental no utilizar la misma para ambas tareas de limpieza. Pero a lo anterior, se agrega el factor oxidación. Sobre todo si éstas están fabricadas de metal.

“Las virutillas deben mantenerse secas, sino se corre el riesgo de que se oxiden y pueden contaminar los alimentos”, dice Wuth. Por eso es importante cambiarlas antes de que éstas comiencen a desintegrarse, dejando material en cada superficie por la que pasa, y a evidenciar signos de oxidación.

Una solución de agua y vinagre, puede ayudar a dilatar la aparición de los contaminantes.

Guantes multiusos

Mantener el hogar limpio tiene sus riesgos: involucra enfrentarse a superficies potencialmente contaminadas y, para ello, es necesario en muchas ocasiones manipular químicos que al entrar en contacto con la piel, pueden generar daños importantes en ésta. Y también en el organismo de manera general, si por error – como llevarse las manos a la boca– se ingiriera algo de estos. De ahí que los guantes multiusos sean un utensilio esencial para las labores de limpieza doméstica. Estos ayudan a proteger las manos en la manipulación de sustancias químicas, previenen la propagación de gérmenes y bacterias y, además, suelen proporcionar un mejor agarre – lo que puede ser muy útil al limpiar o lavar objetos delicados.

Los guantes multiusos requieren de los mismos cuidados de otros implementos que entran en contacto con superficies potencialmente contaminadas: se deben lavar, desinfectar y secar. Agua caliente y cloro, basta para ello. Es importante almacenarlos secos, de otra manera, comenzarán a formar hongos y microorganismos. Sin embargo, hay que considerar que estos son desechables y su vida útil no es mucho mayor a la de un mes. Juan Ignacio Maiza dice que es necesario cambiarlos cada vez que estos presenten un pinchazo o rotura, ya que perderán toda capacidad de proteger tu piel.