Lluvias, tormentas eléctricas e incluso nevazones se registraron en los últimos días en la zona central del país. Nada raro en invierno, pero acaba de empezar mayo, plena estación otoñal. La amenaza se sintió fuerte como el frío matinal: la Niña Costera está en camino.

Seguramente nadie se tomará a la ligera el mensaje. Más vale preparar el hogar para el frío y las lluvias que se avecinan: limpiar las canaletas y zonas de evacuación de agua, o sellar las filtraciones en puertas y ventanas, son algunas de las medidas básicas que se aconsejan. En último lugar, aferrarse a alguna fuente de calor —una estufa, la pareja, tu mascota— que ofrezca una sensación térmica agradable en el interior de la vivienda.

Este año calefaccionar el hogar será particularmente desafiante y, sobre todo, caro, considerando las constantes alzas en el precio del petróleo —a fines de marzo subieron otros 30 pesos— a las que se sumarán las de la energía eléctrica.

A comienzos de año, las proyecciones apuntaron a que las cuentas de luz subirían desde julio entre un 8 y 88%, dependiendo del rango de consumo, producto del descongelamiento de las tarifas que se mantenían sin alteración desde 2019.

Si bien el Gobierno, por medio de la Ley de Estabilización de Tarifas Eléctricas, ofrecerá un subsidio que beneficiará a cerca de un millón de viviendas clasificadas como “vulnerables” —a las que se añade un beneficio para seis comunas ubicadas en la “zona de transición energética”—, aún está pendiente el reglamento, por lo que existe incertidumbre respecto a cuándo estarán disponibles estos beneficios.

Así que más vale ajustar el presupuesto para cuando llegue el momento de calefaccionarnos. Para eso es relevante hacerse cargo de las posibles filtraciones térmicas: ventanas, puertas e, incluso, muros pueden ser un pasadizo para el indeseable frío invernal, que no se detendrá ni ante el mejor aparato del mercado.

Las soluciones

Hace un tiempo entrevistamos a María Luisa del Campo, académica de la Escuela de Ingeniería Civil en Obras Civiles de la Universidad de Talca y experta en eficiencia energética, quien nos entregó una serie de consejos para temperar el hogar con el menor gasto energético.

“Una casa mantiene su temperatura según la capacidad que tengan los elementos que la conforman de conservarla”, nos decía entonces. Las paredes, el piso, los muebles, las alfombras, las cortinas: todo va acumulando calor durante el día, contribuyendo a la sensación térmica. En ese sentido, comprender la trayectoria del sol y aprovechar la luz UV que éste provee, permitiendo su ingreso cuando se direccionen hacia las habitaciones, es fundamental.

Luego, el desafío estará en mantener el calor acumulado en el interior del hogar. Algunas personas optan por instalar ventanas termopaneles, cuyas características las hacen súper efectivas en las aislación térmica y acústica, pero implican una gran inversión. Aunque con los años se hará rentable, pues reduce el consumo energético, su alto costo —solo la ventana, sin marcos ni instalación, cuesta unos 50 mil pesos el metro cuadrado— se escapa de la mayoría de los presupuestos.

El famoso burlete: económico, sencillo y muy eficaz.

Las cortinas de doble forro, postigos y persianas exteriores son otros elementos recomendables para conservar el calor, y así extender una sensación térmica más acogedora. La clave está en cerrarlas una vez que el sol haya cambiado de orientación.

Y para aislar puertas y ventanales que dan hacia el exterior, el uso de burletes —un tiro de tela o goma— aparece como una alternativa sencilla, económica, y que suele estar disponible en cualquier ferretería o tienda de artículos para el hogar.

Esta última fue la medida que apliqué recientemente en casa.

Aislar puertas y ventanas

Tras un verano largo y extenuante, había olvidado lo helado que podía ser mi departamento en esta época, en el que llevo viviendo cerca de un año y medio. Pero el recuerdo regresó como un trauma durante las últimas semanas, cuando las temperaturas bajaron drásticamente. Eso sí, no fue el frío el que me impulsó a actuar.

Mi departamento está al pie de una gran avenida, por la que pasan varios recorridos de micros. El ruido exterior se ha vuelto mi enemigo más íntimo. Me acecha cada noche, y no me ha quedado más que compartir las rabias y lamentos con mi viejo amigo, el insomnio, que me ha acompañado fielmente, sin pedir nada a cambio más que el desvelo.

En mi caso, el problema radica en la vieja estructura de fierro que separa, por medio de un ventanal y una puerta de acceso, mi habitación de un pequeño balcón. A la calidad de estos materiales, poco dados para retener el calor, se suma su antigüedad —de los años sesentas— y al desgaste de sus gomas, destinadas a funcionar como aislantes, lo que deja varias rendijas por las cuales se infiltra el aire frío y el ruido.

Hace unos días me encontré con un vecino en el supermercado. Como si no nos viéramos casi a diario, decidimos tener una conversación de pasillo, pero no en uno del edificio sino en el de los yogures. Le conté de mi problema acústico y de lo que me temía podía ser, también, uno térmico durante el invierno. Como vive en el piso de arriba, y sus condiciones ambientales son similares a las mías, esperaba que pudiera ayudarme con alguna solución. Y lo hizo.

“Yo compré unos burletes en una ferretería, que son súper fáciles de instalar y se acabó el problema”, me dijo. ¿No me había recomendado ya eso María Luisa del Campo cuando la entrevisté? Esta vez no se me iba a pasar.

Sin tener una marca recomendada ni preferida en la cabeza, terminé comprando un burlete Tesamoll, marca alemana que se encuentra en casi todas las tiendas. Este producto se trata de una tira adhesiva de caucho, pensada para instalar en ventanas y puertas, y según se señala en el empaque, permite hasta un 40 por ciento de ahorro energético.

Aislante para puertas y ventanas Tesamoll D 3-7mm / 6 metros


Tesamoll viene en distintos formatos para cubrir variadas necesidades. En mi caso, compré el burlete de mayor tamaño, para filtraciones “extra grandes”, como indica el producto. Mide seis metros de largo en total y vienen tres tiras a lo ancho, con un perfil en forma de letra D, hueco por dentro. También hay perfiles con forma de “P” y “V” que, por separado, pueden resolver desajustes que van desde los 3 a los 7 milímetros.

Sus características las hacen resistentes a la intemperie, los rayos UV y al ozono, ofreciendo protección hasta por ocho años, según Tesa. Habrá que ver…

Por lo pronto, instalé el burlete, utilizando las tres tiras al ancho, en la parte lateral y superior del marco de fierro, y agregué un burlete más en la “pestaña” inferior de la puerta, de manera que al juntar ésta con el desnivel que existe entre el piso del balcón y el de la pieza, se produjera un cierre hermético.

La instalación fue sumamente sencilla, dado el adhesivo que posee el burlete en su parte posterior. Sólo hay que preocuparse de limpiar bien las zonas en las que se instalará: en mi caso, tuve que retirar la vieja goma aislante cuyo deterioro era la principal causa de las filtraciones, utilizando una lija para quitar los restos y un paño húmedo y otro seco para terminar de limpiar.

Sin esperar demasiado, y gastando menos de lo pensado, resultó ser la mejor medida. El cambio resultó notorio desde el primer instante en que lo puse a prueba: instalé el burlete a eso de las siete de la tarde, con el tráfico de la avenida en su mayor expresión. Demoré unos 20 minutos en completar la tarea. Luego cerré la puerta y pude escuchar algo parecido al silencio.

Este martes de lluvia y nieve en Santiago fue la prueba de fuego. Mucho frío no pasé. Y lo mejor: dormí bien, al igual que todas las noches desde que instalé el aislante. Todo gracias a una medida tan simple como económica.


*Los precios de los productos en este artículo están actualizados al 9 de mayo de 2024. Los valores y su disponibilidad pueden cambiar.