Los números son del informe del Global E-waste Monitor 2020, que muestran a Chile como el mayor generador de basura eléctrica y electrónica de América Latina: 168 mil toneladas de estos desechos acumuló el país en 2019, lo que en otras palabras es como si cada chileno, en esos doce meses, hubiese botado 10 kilos de aparatos o accesorios tecnológicos. Para empeorar las cifras, solo un 3% de ellos se lograron reciclar.
El objeto que resiste el paso del tiempo, y la tradición de repararlo cuando falla, de a poco se transforma en el recuerdo de una época pasada, especialmente porque los circuitos y funcionamientos de los productos tecnológicos actuales son más pequeños y complejos, imposibles de enfrentar para una caja de herramientas casera. Algo que se combina fatalmente con el desgaste por mal uso y con la llamada obsolescencia programada.
Esta última nace a partir de un pacto de empresarios industriales, que en 1924 se juntaron en Ginebra y acordaron disminuir la vida útil de las ampolletas, que parecían durar eternamente. En California, por ejemplo, aún funciona una que desde 1901 ilumina un cuartel de bomberos. Si los focos nunca se gastaban, el negocio no era rentable, por lo tanto convenía ponerles fecha de vencimiento y así forzar a los consumidores a volver a comprarlas cada cierto tiempo.
Desde entonces, la obsolescencia programada afecta a productos tecnológicos de todo tipo, desde electrodomésticos hasta celulares y computadores. Se ve en los repuestos que dejan de fabricarse, en los sistemas operativos que no pueden actualizarse y en las baterías que dejan de funcionar con el tiempo. Eso ha sido reconocido por empresas como Apple, que hace poco enfrentó una demanda colectiva levantada desde Chile, adscrita por cerca de 150 mil personas, que la obligó a pagar aproximadamente 3,5 millones de dólares, algo así como 50 dólares para cada uno.
“Promover la reparación no es obviamente algo deseable en una época donde los cambios tecnológicos se producen tan rápido.Un teléfono de hace 8 años puede estar bueno hoy, pero no significa que alguien quiera utilizarlo”, explica Gregorio González, físico del Instituto Milenio de Investigación en Óptica (MIRO), agregando que el diseño evoluciona pero los materiales no.
Hay ejemplos de resistencia, como Reparadores x Córdoba, un grupo de técnicos argentinos que se reúne para arreglar toda clase de objetos, electrónicos o no. El 2018, por ejemplo, citaron a un “Tinder de tuppers”, un evento para juntar parejas de recipientes sin tapa y viceversa. En Estados Unidos tiene su lugar en el movimiento Right to Repair, que avanza contra la fabricación de productos prácticamente imposibles de reparar.
En Bélgica y Francia hay medidas en relación al etiquetado, donde se explicita la vida útil de distintos aparatos y sus posibilidades de reparación. En el caso francés tienen un “índice de reparabilidad”, que va del 10 al 1, y deben ir ubicados cerca del precio.
“Una manera de enfrentar la obsolescencia programada sería la asociatividad de las personas, algo que se ha perdido mucho. Revalorizar el rol del taller de reparación o del servicio técnico, que son oficios que permiten combatirla”, propone Karen Vergara, directora de Incidencia de ONG Amaranta. “Las nuevas tecnologías tienen que venir de la mano con transformaciones sustanciales, que van desde quienes las fabrican hasta quienes las consumen”. Eso significa cambios materiales y de fabricación, compatibles con el cuidado del medioambiente.
Tenderini: décadas de repuestos y reparaciones
Cortito, con adoquines y de exclusivo uso peatonal: así es el Paseo Tenderini, que se extiende por apenas una cuadra en el centro de Santiago, ramificándose en galerías, casi todas llenas de servicios técnicos. Hace 18 años que Juan Valdés trabaja en el local 34, donde cada vez se topa con más productos “desechables”, pues las empresas no fabrican repuestos y, en caso de encontrarlos o lograr que alguna otra pieza funcione, sale más cara la reparación que ir al retail y reemplazarlo. Sandra Stoicheff, dueña del local, agrega que las batidoras o las miniprimers son claros ejemplos: de las últimas, el único repuesto que ofrecen es el brazo.
Los siguientes son algunos consejos para alargar la vida de los aparatos y evitar desecharlos en el corto plazo. Fueron compilados con la ayuda de Víctor Calderón y Sara Moreno, del local Cero Grado, que lleva en Tenderini casi 50 años. El consenso es que ya ningún producto está hecho para durar décadas y la recomendación general es hacer mantenciones, leer los manuales y conocer la capacidad de cada electrodoméstico.
Aspiradoras
Para hacerlas durar más tiempo, y que sus partes interiores plásticas no se deformen con el sobrecalentamiento, conviene seguir la proporción de 5 minutos de uso por 5 de descanso. La limpieza de los filtros también es clave para evitar que el exceso de temperatura, al igual que respetar los materiales que pueden aspirar. Nunca succionar agua con una que está fabricada exclusivamente para polvo.
Juguera
Recomiendan desoír la promesa de que pueden picar hielo y evitar las aventuras como la mantequilla de maní, pues suelen terminar fundiendo motores.
Estufa
Son el arreglo más solicitado en estos meses. Las que usan parafina llegan con fallas en la mecha, y para evitarlas hay que cambiar esta parte una vez al año. En el caso de las estufas a gas, lo ideal es guardarlas tapadas con una bolsa de basura en las temporadas donde no se usan, para protegerlas del daño ocasionado por el polvo.
Celulares: los primeros en caer
María Calderón se dedica a arreglar celulares en el barrio República de Santiago (solicitudes al +56 9 6812 3791). Parte aclarando que ella siempre prefiere decir cuando el arreglo no vale la pena, por su costo en relación al precio del dispositivo. Critica que marcas populares, como Samsung o Huawei, fabrican pantallas que sobresalen al marco y se rompen a la mínima caída. Para protegerlas, recomienda las carcasas de silicona dura y las láminas de vidrio.
Para cuidar la batería, recomienda no llevar el teléfono al baño para acompañar la ducha, pues el vapor penetra y la daña. Este problema es especialmente grave en los iPhone, pues esta no suele durar más de dos años. Recomienda cargar el celular sin movimiento, idealmente mientras no se está usando. Si es la fuente de trabajo, aconseja comprar cargadores largos, para no dañar la entrada del cable.
Al auxilio de los computadores
En Fackmac intentan combatir la obsolescencia programada a través de la reparación de cargadores, un objeto fácil de arruinar y caro de volver a comprar. Gracias a la impresión 3D, generan repuestos que le devuelven la vida al cable más pelado. También tienen protectores, para que el daño no vuelva a ocurrir.
“Nos focalizamos en los productos Apple, debido a que estos mantienen un diseño estándar en sus versiones y se mantienen por más tiempo”, explica Tomás Santa Cruz, fundador de la tienda. Para el cuidado de los productos, recomiendan ver tutoriales en YouTube, que explican puntos como la forma correcta de guardar un cargador.
Felipe Amaro Rodríguez lleva CallCtrl, un emprendimiento donde arregla todo tipo de computadores, los que pasa a buscar y a dejar. Además de reconocer la obsolescencia programada, explica que antes los PC eran modulares, sus partes estaban claramente separadas y era sencillo comprarlas y reemplazarlas.
Los principales problemas con los que llegan sus clientes —que se contactan con el por el WhatsApp +56931361855— son la lentitud, las imágenes congeladas o el “pantallazo azul de la muerte”, tan típico de Windows. “Se soluciona cambiando el disco duro o poniendo uno en estado sólido (SSD)”, explica. Es una opción más cara, pero puede alargar la vida útil por cerca de 5 años, además de mejorar el rendimiento y la velocidad.
Otro problema son los apagones por sobrecalentamiento. “Son solucionables, pero muchas personas desechan aparatos sin saber que es fácil arreglarlos”, afirma. La mantención anual también es clave, pues muchos computadores se encuentran llenos de pelos de gatos, perros o migas de galletas.