Frío y artrosis: por qué duelen las articulaciones en invierno (y cómo prevenirlo)
Sentir molestias en las rodillas, la espalda o los tobillos cuando baja la temperatura no es exclusivo de los adultos mayores. Acá explicamos por qué sucede, cuánto puede afectar en nuestra calidad de vida y cómo cuidarse de estas dolencias.
Hay personas que, sin mirar el pronóstico del clima, creen tener cierto dote para predecir un frente de mal tiempo. ¿Cómo lo saben? Les duelen las articulaciones. Pero ese don, que ya lo quisieran muchos meteorólogos, tiene más cariz de maldición que de bendición para quienes lo sufren, porque vaya que puede ser molesto. Y en realidad no tiene nada que ver con el si va a llover o hará más frío.
“Es un mito”, dice Agustín León, traumatólogo de la Clínica Indisa, ya que no está comprobada científicamente la relación que existe entre el clima y las dolencias articulares. Sin embargo, ahí están: en cada invierno, en cada día helado, las rodillas, las caderas, la columna y los tobillos se hacen notar en la consciencia con un dolor agudo, lo suficientemente molesto como para echar a perder el día.
“No hay una causa específica para determinar por qué una persona pudiera tener mayor dolor en el invierno, pero se ha visto que está relacionado con pacientes que tienen algún grado de inflamación, desgaste o artrosis en alguna de las articulaciones”, comenta León. Según el especialista en rodillas, existen algunas teorías que vinculan estas dolencias con cambios en la presión atmosférica, variaciones que a su vez generan cambios en tendones, musculatura y otras partes blandas que recubren las articulaciones. “Eso puede producir una mayor tensión de estas estructuras, aumentando la presión dentro de la articulación”.
“Algunos autores piensan que al bajar la presión atmosférica se expande el líquido sinovial, lo que aumentaría la presión en las articulaciones, generando dolor”, complementa Claudio Villagrán, director de la Escuela de Kinesiología de la Universidad Finis Terrae.
¿Por qué se produce la artrosis?
Avanza la edad y más probable es que aparezca también la artrosis, un conjunto de problemas articulares que se caracterizan por el deterioro y la pérdida de cartílago en las articulaciones, alteraciones del tejido subcondral —la zona blanda de los huesos y que se ubica debajo de los cartílagos— y distintos compromisos de otras zonas, como la membrana sinovial, fundamental para la lubricación, elasticidad, soporte y funcionamiento de zonas como las rodillas, los tobillos, codos, caderas y muñecas.
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), la prevalencia global de artrosis es del 47%, siendo la población femenina la más afectada (63%). De hecho, se ha demostrado que las mujeres tienen un riesgo 2,6 veces más alto que los hombres de desarrollar lo que también se conoce como osteoartritis. En tanto, las articulaciones que suelen concentrar estas afecciones son la columna (39%), las rodillas (37%), las manos (15%) y caderas (9%).
Se trata de una enfermedad que comúnmente se presenta durante la tercera edad y es la principal causa de discapacidad en este segmento etario. Se le solía denominar Enfermedad Degenerativa Articular (EAD), sin embargo la evidencia ha demostrado que su aparición no se debe únicamente a un desgaste propio del envejecimiento.
De hecho, como establece el Ministerio de Salud (Minsal), las causas detrás de la artrosis están tan vinculadas al paso de los años como a la exposición a diversos factores de riesgo. Por un lado, la herencia genética, la obesidad, variables reproductivas o la osteoporosis; y por otro, el tipo de trabajo que se ha realizado con el cuerpo, la presencia de traumas articulares o el desarrollo prolongado de deportes de impacto.
No es de extrañar, entonces, que en cuanto una persona joven presenta algún tipo de dolencia articular se le cargue con la sentencia popular de “te llegó el viejazo”. Pero, ¿es tan así? ¿Es tan extraño que a alguien que va por los cuarenta, los treinta, los veinte o incluso menos, le duelan las articulaciones?
Agustín León cuenta que hay pacientes jóvenes que han sufrido alguna fractura articular en brazos o piernas que también pueden presentar una sensación de dolor en dichas zonas cuando la temperatura ambiental es baja. “Tiene que ver con la diferencia de tejido que hay entre un hueso sano y uno consolidado (como se denomina a uno cicatrizado). Esa parte puede tener características mecánicas diferentes al resto y, por ende, reaccionar diferente a la presión atmosférica, generando un disconfort”.
Haber sufrido lesiones graves no es la única causa posible detrás del malestar articular. El frío de por sí provoca que los músculos y tendones se tensen, perdiendo flexibilidad y ralentizando los movimientos. Esa rigidez puede llegar a manifestarse en una sensación de dolor o malestar en las articulaciones, especialmente aquellas que reciben constantemente carga, como las rodillas o la zona lumbar.
Frío y dolor
El dolor articular no es necesariamente síntoma de una lesión pero sí de un desgaste de la zona o quizá una herencia indeseable que dejó algún daño previo. Aunque si se trata de algo frecuente, sobre todo si son adultos mayores, lo aconsejable es visitar a un especialista.
“Son dolores que no tienen ningún otro riesgo más que la incomodidad y el malestar que provocan”, dice Claudio Villagrán. El problema es que el rendimiento físico puede verse disminuido y “estos dolores podrían llevar a compensaciones mecánicas negativas y generar desbalances o asimetrías musculares, lo que eventualmente desencadenaría algún tipo de lesión del sistema musculoesquelético”.
Quienes los sufren saben que estos dolores impactan y afectan las actividades cotidianas. Abrir o cerrar una puerta, subir escaleras, sentarse y levantarse se transforman en angustiosos momentos. Incluso puede deteriorar la calidad del sueño, impidiendo que las personas tengan un descanso reparador y, por lo tanto, como explica Villagrán, bajando la calidad de vida.
“Es frecuente que en invierno ocurra esto que en inglés llaman blues: una melancolía de invierno que disminuye el ánimo. Y cuando uno está bajoneado se vuelve más sensible a los dolores”, comenta Agustín León. Esta situación se da, sobre todo, cuando existe una disminución de las actividades comunes, en especial aquellas que se suelen desarrollar al aire libre.
Si dejaste de hacer tu caminata diaria o los paseos de fin de semana, o incluso ya no vas al supermercado a causa del frío o el miedo a las lluvias, podrías ver tu ánimo disminuido. Mal que mal, somos animales de costumbres.
Para peor, ese vacío que deja la actividad en nuestros itinerarios lo solemos llenar con comida. Los comunes kilos que se suben en invierno. El problema es que mientras más peso se gane, más tendrán que cargar nuestras articulaciones, más desgaste habrá en ellas y más posibilidades hay de que, llegados los días fríos, aparezcan las dolencias.
Cómo prevenir la artrosis
Ya está dicho: mientras menos te muevas, más probabilidades hay de que sientas molestias en tus articulaciones. Por lo tanto, ponerse en modo hibernación durante el invierno es un error y una invitación al malestar; al contrario, es fundamental mantenerse activos.
“Si eres un paciente que está acostumbrado a una caminata prolongada a diario, o alguien al que le gusta hacer deporte y ejercicio semanalmente, lo ideal es intentar seguir en movimiento. Si te mantienes flexible, con la musculatura sana, disminuye la posibilidad de que tengas dolor”, aconseja León.
Según Claudio Villagrán, se pueden prevenir las dolencias articulares con actividad física controlada y progresiva. Para ello, recomienda “activar el cuerpo lentamente”. ¿Cómo? Vamos por pasos:
- Caminar 10 minutos a intensidades leves a moderadas, con una sensación de que la actividad es “fácil y no cansa”.
- Realizar elongaciones de grupos musculares grandes. ¿Cuáles son estos? Los músculos isquiotibiales (los que están detrás del muslo), los cuádriceps (sobre las rodillas), de las piernas, de los brazos y también el movimiento de columna en todos los sentidos, pero sin provocar dolor.
¿Esperabas más pasos? Bueno, eso te habla de lo sencillo que puede ser esto. Lo importante, dice el kinesiólogo, es hacer 30 minutos de actividad física controlada. Con eso ya puedes prevenir estos dolores articulares.
Eso sí, hay ciertos aspectos que se deben cuidar durante la actividad, en especial quienes superan la barrera de los 50 años. Por ejemplo, trotar con las zapatillas adecuadas para la superficie. Agustín León dice que lo ideal es evitar el impacto repetitivo, como el rebote que se genera durante un descenso en el trekking o al bajar escaleras.
Mantenerse hidratados, a pesar de que en invierno no den ganas de tomar agua o líquidos frescos, es también parte de nuestras responsabilidades. León dice que las bebidas calientes como el té o las hierbas sirven tanto como las heladas. Esto es relevante, porque de esa manera permitimos que el cartílago se encargue de “mantener la hidratación en la articulación y así evitar la inflamación y el dolor”.
Por otro lado, los especialistas recomiendan mantenerse abrigados, pero hacerlo por capas y no simplemente por un gran chaquetón que queramos lucir. Hacerlo de esta manera permite ir jugando con las variaciones de temperatura corporal que se producen a lo largo del día, según explica el traumatólogo. Por su parte, Claudio Villagrán aconseja el uso de guantes para quienes sufren de dolor articular en sus manos y muñecas.
Villagrán remarca que, de sentir algún dolor en las articulaciones, sería un error automedicarse. “Si fuese necesario, se debe consultar a un médico”. Tampoco es fundamental hacer reposo, a menos que se le haya indicado por “su condición inicial o basal, de alguna patología osteoarticular”.
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