No es un trance fácil volver al mercado. Es tan así, que el mundo está lleno de personas que no terminan nunca sus relaciones solo por la inconmensurable lata que les da regresar a las canchas. En parte por eso, las estadísticas de divorcios no son totalmente desastrosas, asumo. Porque a muchos el prospecto de la soledad, de estar sentado frente a una tibia comida para uno, aterra.

Pero también están los otros, los que reingresan al mercado de solteros, los que se vuelven a meter a una disco después de años o los que abren tinder por primera vez por la simple razón de que, la última vez en que estuvieron solteros, no existía. Para todos ellos acá va una pequeña guía para transitar por las sinuosas rutas del comienzo de la soltería.

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Tiffany y Pat Jr. en Silver Linings Playbook.[/caption]

Las mujeres y el duelo

Haciendo Volver al mercado me encontré con varios tipos de mujeres. Y si hay algo que tienen en común cuando terminan una relación—a diferencia de los hombres—es la espera, el duelo, el darse el tiempo de estar solas antes de reinsertarse a la soltería plena. No digo que todas, porque siempre hay excepciones, pero es más o menos la norma. Especialmente cuando ellas están del lado sufriente o cuando la relación ha durado muchos, demasiados años. Esta espera puede durar un mes o dos, pero en ocasiones es mucho más. Todo depende del grado de daño a de amor por el susodicho anterior.

¿Qué es lo que marca el manual antes de volver al ruedo? Sin afán de mansplainear, acá, una pequeña lista.

-Amigas, mucha distracción con amigas, reactivando también viejas amistades que estaban dormidas.

-Intentar hacer cosas que nada tengan que ver con sexo o estar en una relación.

-Volver a apreciar los tiempos a solas, con mando absoluto del control remoto.

-Meterse a un gimnasio para distraerse, para quemar energías y, por qué no, para estar a punto cuando cuerpo y alma estén listos para reingresar al mundo de las citas.

-Hacer treking, subir cerros y sacarse fotos ahí. Nunca se sabe. Puede que esas fotos sirvan cuando sea el momento de abrir tinder.

Es loco, pero todas estas actividades transcurren mientras el duelo continúa. Y es aquí donde las amigas vuelven a ser clave. Porque, por un tiempo, son el paño de lágrimas, son la voz de la contención, de la empatía. Pero después de un cierto periodo de gracia, son esas mismas amigas las que dicen, 'basta, suficiente'. Y empiezan a presionar para que dejen atrás al pelotudo con el que rompieron y le agarran el celular para hacerle un tinder sin que se dé cuenta y arman una comitiva para el primer after office o salida a bailar.

El duelo, la espera para volver al mercado, tiene que llegar a su fin, señoritas.

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Hank y Karen, en Californication.[/caption]

Los hombres y la amnesia

Es sabido que nuestro estilo a la hora de terminar y reinsertarse en sociedad dista bastante del duelo femenino. He conocido tipos que han salido de noche el mismo día en que terminaron. Esto suele ser a lo neanderthal, a los ponchazos. Y no es que esos muchachos sean malas personas. No necesariamente. Puede haber pena, pero hay que adormecerla lo antes posible. En nuestra cabeza escuchamos la voz en portuñol del tipo de 'pare de sufrir' y eso es todo lo que importa. Puedes estar en un carrete lleno de gente con una piscola en la mano, muerto por dentro y pensando en la ex, pero al menos estás afuera y no en tu casa sintiendo lástima por ti mismo.

Además, hay otro factor a considerar. Cuando los hombres creemos que es tiempo de terminar, después de largos meses sin poder animarnos por miedo, por comodidad, o ambas razones juntas, tendemos a hacer el duelo por anticipado, lo que hace el reingreso a la soltería un poco más fácil. Son meses los que podemos transitar por los caminos de la indefinición. Pero cuando finalmente nos animamos a cortar, el duelo en parte ya está hecho, simplemente porque la pérdida se empezó a hacer antes. Y porque, en ese mismo proceso, las ganas de salir a disfrutar de las bondades del planeta soltería se fueron acumulando. Capa sobre capa.

El trance puede ser tragicómico. Como Virgilio alguna vez guió a Dante por los anillos del infierno, a mí me ha tocado agarrar la mano de algún amigo que viene de muchos años de relación. Una vez me tocó sacar a pasear a uno que llevaba muchos años casado. Probablemente, la última vez que estuvo soltero fue en 2003. Por ahí. Y una de las primeras cosas que hizo en el piso de la disco fue prender un cigarro, sin entender aún que la ley había cambiado, que estaba prohibido. Después se pidió un ron, un trago que prácticamente ya no es de estos tiempos. Probablemente, tuvieron que ir a buscarle una botella a la bodega. Transcurrió la noche y, tras uno que otro ron encima, se animó en ir a sacar a bailar a alguien, algo que no veía, probablemente, desde 2007.

Así de placé, así de anacrónico, estaba este muchacho en su regreso a las canchas. Pero para nosotros los amigos, lo importante es que despejó la cabeza, que se dio una vuelta por la noche, y que no pasó ese rato acostado llorando sobre la almohada.

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Joel, en Eternal Sunshine of the Spotless Mind.[/caption]

Dopódromo

Existe una tercera vía y acá no creo exista una tendencia, una preponderancia de uno u otro género: los que terminan destrozados. Es fácil detectarlos. Todos tenemos un cercano que terminó una relación y que quedó en los huesos porque, simplemente no existe dieta mejor en este mundo que terminar estando enamorado.

Por haber entrado en los cuarenta, estoy en un momento de mi vida en que me toca ver muchas separaciones. Dentro de estos casos, quizás el peor, es cuando no ves venir que te van a terminar. Te agarra por sorpresa, se te derrumba todo lo que tenías planeado. Es acá donde hay que conocer cuerpo y mente y pedir una ayuda extra cuando es necesario.

Fueron dos casos en que me comentaron que no iban a poder salir del foso por cuenta propia. Recuerdo que un cercano, apenas se acabó su matrimonio, se fue a meter a un psiquiatra para que le recetaran pastillas. Encontré que fue lo mejor que pudo haber hecho. Sintió que se le venía la ola encima y que lo iba a dar vuelta. Las pastillas lo ayudaron a hacerse amigo de la ola y a surfearla de a poquito. Ojalá yo hubiese hecho los mismo cuando me comí dos meses de insomnio después de terminar hace algunos años. La pasé mal, pero no se equivoquen: no me demoré demasiado tiempo en salir allá afuera a probar mi suerte.

Porque se pueden decir muchas otras cosas, desarrollar diversas tesis, pero al final del día, cada uno tiene el deber de hacer lo que le sirva. Todo vale cuando se trata de encarar nuevamente la soltería.

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Volver al mercado, de Ignacio Bazán.

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Sobre el autor:

Periodista. Editor del Laboratorio de Contenidos de Marca de La Tercera y autor de Volver al mercado: el desamor después de los 30 (2017, Planeta).