Ya ni recuerda hace cuánto que viene dándole vueltas a la idea. Pero ahí está, en la cabeza de Camila Fuenzalida (30), girando como un disco, cuyo único tema resuena como un coro: “voy a aprender a tocar teclado y algún día grabaré un disco”.
El tema es que Camila, emprendedora en el mundo textil, nunca ha tomado siquiera un instrumento. Y su idea, en ese naufragio del desconocimiento, ha ido transitando distintos mares. “Partí con ganas de aprender bajo, porque pensaba que es más fácil, pero ahora me imagino más tocando teclado y cantando. Eso también me gustaría aprender”, dice.
La música ha sido siempre parte de su vida. Hoy le sirve de inspiración en su trabajo y, de vez en cuando, se vuela en la fantasía de estar sobre un escenario tocando, cual Victoria Legrand (vocalista de Beach House) o Beth Gibbons (de Portishead). Sin embargo, algo la ha detenido en su deseo. Y no sabe qué. “Me falta un último empujón”, dice.
El año pasado, a causa del confinamiento, en Chile y el mundo se dio una explosión en el comercio online. Algo de lo que se vieron beneficiadas las tiendas de instrumentos musicales, como Audiomusica y Promusic. En agosto, por ejemplo, esta última aumentó sus ventas en un 60%, mientras la primera cuadriplicó las transacciones realizadas desde su sitio web.
“Fue bien impresionante la cantidad de personas que se pusieron a hacer música”, explica Marcelo Aravena, gerente de negocios de Audiomusica. “Eso sí, cambió la categoría de interés, porque bajaron mucho las ventas de equipos para hacer en vivos, como parlantes, que era el 40% de nuestro inventario; pero subió muchísimo todo lo que tiene que ver con el proceso creativo, algo que se mantiene hasta hoy”, .
Pianos, guitarras, bajos, baterías electrónicas, teclados, sintetizadores, controladores Midi, como también interfases y otros dispositivos pensados para grabar material en casa son de lo más demandado actualmente en el mercado, el que además se prepara para un nuevo Cyberday a fines de mes. “Tenemos altas expectativas”, dice Aravena.
Música para tiempos de pandemia
El tenso clima que se vive a diario desde que la pandemia llegó al país ha tenido efectos negativos en la salud mental de las personas, al punto de que hoy se está en alerta por una eventual falta de stock en antidepresivos y ansiolíticos.
Un estudio realizado por Ipsos en 30 países, a un año de la aparición del covid-19 a nivel mundial, pone a Chile entre los que más han visto afectada la salud mental de sus habitantes: el 56% de los chilenos asegura que la suya ha empeorado en los últimos 12 meses, muy por encima del 45% del promedio global.
Los especialistas en la materia recomiendan, entre otras cosas, darle tiempo a hobbies y a actividades que permitan distraerse para bajar los niveles de ansiedad y angustia que se pueden generar, también, a partir del fantasma del desempleo y la crisis económica. “Recurrir a actividades de interés, quizás volver a practicar algo que se dejó botado en algún punto de la vida, como tocar un instrumento, son de utilidad y mucho menos riesgosas que, por ejemplo, refugiarse en el alcohol”, dice el psicólogo Christian Ovalle.
Marcelo Barra, profesor de guitarra desde hace 16 años en la Academia Audiomusica —que hoy ofrece clases presenciales y online—, asegura que muchos de los estudiantes que llegan a ella lo hacen a modo de “terapia”. “Pero es algo que he visto desde siempre, aunque ha aumentado en estos dos años. Muchos dicen que prefieren venir a tocar antes de ir al sicólogo”, cuenta riendo.
Estación Rock es una escuela de música que, desde agosto de 2019, opera con gran éxito en Puerto Varas. Además cuenta con una plataforma digital, llamada E-Rock, que permite extender sus servicios en formato de clases online —para niños/niñas, y adultos—, a cualquier parte del mundo. De hecho, en su planilla de profesores hay algunos de Argentina, México y España, además de un staff plagado de nombres prominentes en la escena musical del país, como Fernando Milagros, Paz Court, Constanza Lewin (Supernova), Cuti Aste y Alan Reale (Los Jaivas), entre otros.
Waldo Jeria, coordinador general y profesor de Estación Rock, cuenta que en muchas ocasiones “llegan niños con mucha energía, por decirlo de algún modo, que de a poquito se van metiendo en las clases y después uno los ve muy concentrados con sus instrumentos, empeñados en aprender”.
El caso de la batería es bastante ejemplar cuando se habla de ejercicio terapéutico. Su ejecución requiere de la función de brazos y piernas —y otros músculos del cuerpo que se mantienen activos de forma colateral—, y se basa en golpear rítmicamente los diversos elementos que la componen. Algo que para muchos representa una oportunidad para botar el estrés, la rabia, la angustia y el malestar psíquico.
Pero aunque parezca una especie de “crash therapy”, en el que las personas rompen televisores, muebles y cuanto haya en la sala a punta de batazos, machetazos y martillazos, a las pocas clases se puede entender que las percusiones son algo más que “solo golpear”. Ahora, siempre está la opción de transformarse en un Buddy Rich y ser capaz de golpear durísimo y tener una técnica endiablada. Pero esas son palabras mayores.
“Tengo una alumna de batería que va después de la pega”, comenta Jeria. “Ella se va para la casa feliz, bota todo el estrés y hasta termina cansada después de todo el ejercicio. Por lo general, quienes llegan a clases por primera vez vienen con esas ganas de descargarse, pero más que nada de expresarse”, agrega.
“Cualquier hobby que implique la posibilidad de progresar, como es tocar un instrumento, es bueno para lo emocional, cultural y la salud mental”, afirma Barra.
Demoliendo mitos
Beethoven, Charly García o Stevie Wonder son algunos de los miembros del selecto grupo de artistas cuyo talento fue descubierto o comenzó a desarrollarse a temprana edad. Quizá por ahí va el que alcancen el grado popular de “genios”.
Sentirse intimidados por las leyendas pasadas y vivientes de la música es un error frecuente entre quienes reprimen esas ganas por verse con un instrumento entre las manos. Los profesores aseguran que “todos pueden aprender a tocar”. Niños, niñas, jóvenes y adultos. “Nunca es tarde”, dice Marcelo Barra.
Waldo Jeria cuenta que ha visto de todo en los dos años de Estación Rock: desde niños tímidos que terminan las clases con los ojos brillosos de la emoción que les provoca tocar, a adultos mayores que se reencuentran con viejas historias. “Tuve de alumno a un señor de unos ochenta y tantos, que alguna vez fue baterista de una banda de jazz. Estuvo más de 20 años sin tocar y, ahora se pudo reencontrar con la batería. Estaba feliz, pero por esto de las cuarentenas, dejó de venir”.
“Todos pueden empezar de cero y el aprendizaje puede ser bastante rápido: en un mes ya van a poder tocar algo y al año se pueden estar tocando o cantando canciones”, agrega Jeria.
Según el profesor con pasado en la educación escolar, “los mitos que tienen niños y adultos sobre los instrumentos tienen que ver con el recuerdo que se tiene de las clases de música del colegio. De la flauta, el metalófono y la canción que se repite todos los años, como “Mira niñita”, de Los Jaivas, o “La Jardinera”, de Violeta Parra. Hay una mala experiencia”.
El miedo a la frustración es otro de los obstáculos comunes que se interponen entre quien está aprendiendo y su objetivo de aprender. Lo importante, como dicen los profesores, es entender que equivocarse es algo natural y hasta deseable. “Eso genera un aprendizaje”, apunta Jeria.
“Aprender un instrumento no es como aprenderse una receta, sino que se desarrolla. Por lo mismo, no tiene límites. Siempre se puede mejorar y es un aprendizaje que te puede acompañar por el resto de la vida”, sostiene Marcelo Barra.
¿Qué se recomienda? ¿Qué se necesita?
La imagen de Keith Richards, legendario guitarrista de los Rolling Stones, lanzando un televisor desde uno de los últimos pisos de un hotel, solo por diversión, es una de las tantas anécdotas del viejo “sexo, drogas y rock and roll” —o en palabra de los Stones, ‘It’s only rock and roll but I like it”—, que alimentó esa imagen displicente, arrogante y semidivina del músico.
Muy lejana, por cierto, de lo que implica el trabajo inicial de aprendizaje. La disciplina, remarcan los profesores, es fundamental para progresar en el conocimiento del instrumento. “Si no se practica de manera constante es difícil lograr resultados”, dice el pianista, compositor y director de teatro Angelo Solari, quien se apura en aclarar que existen muchas variables que inciden en el proceso, por lo que no existe un sólo camino para llegar al ansiado aprendizaje.
La exigencia, explica el también profesor de piano —quien ofrece clases particulares—, depende del enfoque que se le quiera dar al instrumento. “Es muy distinto en una persona que le interese la música popular a otra que le interese la clásica. O alguien que quiera aprender a leer música a otro que solo quiera situarse con el instrumento para sacar canciones, por ejemplo. Son lugares distintos y cada vez que alguien me pide clases, yo tengo que hacerles ver eso”. Pero sea cual sea, va a requerir disciplina.
Waldo Jeria complementa que lo primero que se requiere de un estudiante son las “ganas de querer ser parte de una experiencia musical, de querer desarrollar una veta artística. También es importante entender que el desarrollo de las habilidades va de la mano con hacer las tareas que le da el profesor y querer buscar más allá del espectro musical que se conoce”.
El aprender a tocar y hacer música implica ejercitarse, ser constante, enfrentarse a obstáculos, perseverar ante la falla, así como también respetar al instrumento como una extensión de uno mismo. Según Jeria, todo esto “puede entregar muchas herramientas” para el ámbito personal, laboral y cotidiano.
¿Cómo elijo mi instrumento?
Tal como le ocurre a Camila Fuenzalida, muchas y muchos que tienen todas las ganas de comenzar una excursión musical se ven frenados ante una decisión tan elemental como elegir el instrumento musical a aprender.
En el caso de las academias, como Audiomusica o Estación Rock, el dilema se soluciona explorando: en ambas se ofrecen clases gratuitas de prueba, por ejemplo. “Ver cómo reacciona la persona al sonido en vivo de la batería, de la guitarra, o el piano, ayuda mucho”, dice Waldo Jeria.
Si no se está en condiciones de asistir a un lugar con instrumentos, el camino a la luz puede estar en algo más práctico, según Jeria: “Pensar en canciones que te gusten mucho e identificar los elementos que más te atraigan de ellas. Si son las frecuencias bajas, podría ser el bajo o la batería. Si es la parte más armónica, podría ser la guitarra, o incluso, la voz”.
“Es importante entusiasmarse y preguntar a alguien que sepa y pueda guiar. A veces la gente cree que los instrumentos son más complicados de lo que son realmente”, dice Marcelo Barra.
Atreverse a explorar es también recomendable, según el profesor de Audiomusica. “No quedarse con lo que parezca más fácil, sino con el instrumento que te haga sentir mejor. Tienen que dar ganas de tocarlo”.
Otros factores, como el espacio —un piano de cola, por ejemplo, no es llegar y ponerlo al lado de una cama—, el entorno —una batería acústica siempre va a traer problemas en un edificio—, y el presupuesto que se posee, son determinantes a la hora de hacer una buena elección.
¿Hay instrumentos más sencillos de aprender que otros?
Depende. Los profesores concuerdan en que cada instrumento tiene sus complejidades. A ello, asegura Barra, hay que agregar que cada persona es diferente y la dificultad tendrá también que ver con el nivel de profundidad al que se quiera llegar estudiando.
Sin embargo, algunos instrumentos ofrecen algunos atajos, como es el caso del teclado, “que tiene toda la gama sonora de los instrumentos”. Otro, es el ukelele, el instrumento hawaiiano popularizado por figuras como Eddie Vedder —que en 2011 lanzó el disco solista Ukelele Songs—, y que ha despertado un creciente y sorprendente interés en el país.
Solo tiene cuatro o cinco cuerdas —dependiendo de si es soprano o no—, por lo que sus profesores consideran que puede servir también como un primer acercamiento a la guitarra. Su tamaño, pequeño y liviano, lo hacen recomendable, además, para niños y niñas.
Las recomendaciones
Consultamos a los expertos respecto a modelos que sean una buena alternativa de entrada, pero que no por ello signifique que sean desechables y al año y medio haya que cambiarlos por uno mejor.
En muchos casos, comprar un instrumento usado aparece como una gran alternativa, aunque de todas maneras se recomienda contar con la asesoría de alguien que tenga buen conocimiento sobre la materia, que pueda revisar el producto y chequear que esté en condiciones óptimas para ser comprado y utilizado.
De todas maneras, estas sugerencias se centran, principalmente, en el uso cotidiano y sin mayores aspiraciones hacia el campo profesional de la música. Asimismo, se piensan desde la vertiente más popular de la música y no tanto hacia la docta.
Guitarra acústica
En el mundo de las cuerdas, se dice que un buen comienzo está en la guitarra clásica o española. Esto, según Marcelo Aravena de Audiomusica, porque estas tienen mástiles “más anchos, con más espacio entre cada cuerda, haciendo más fácil para la mano izquierda colocar los dedos en el lugar correcto al hacer acordes”.
Otro punto a favor de ellas es que las cuerdas de nylon son suaves, “más fáciles de presionar y blandas de tocar, algo muy importante para los nuevos guitarristas que suelen tener problemas con esto. En una guitarra clásica se puede rasguear con la mano derecha más fácil que en una acústica de metal o una guitarra eléctrica”, dice Aravena.
El tamaño también es relevante: la recomendación es que tenga relación con la altura de la persona. “Por lo tanto, un niño debe tener una guitarra de menor tamaño que la estándar adulta —que es la 4/4— y un adolescente necesita una más grande”.
En esa línea, se recomienda esta guitarra de la marca japonesa Ibanez, vinculada principalmente al mundo del rock gracias a figuras como Sting, Steve Vai o Joe Satriani.
Guitarra acústica Ibanez GA3
Yamaha, también japonesa, es una marca que transmite confiabilidad en sus productos, dado los materiales que utiliza, de gran resistencia y durabilidad, además de ofrecer, por supuesto, un buen sonido. Una buena opción para comenzar es su modelo C40.
Guitarra acústica Yamaha C40
Guitarra eléctrica
En teoría, conviene comenzar por la guitarra acústica antes de aventurarse en una eléctrica. Pero la imagen de Jimi Hendrix en la pared seguro es suficiente incentivo para la rebeldía y saltarse un par de pasos. Total, cuántos lo han hecho ya antes.
En ese caso, hay que entender que la guitarra eléctrica necesita, para darle volumen a su sonido, de un amplificador. Eso significa que al momento de pensar el presupuesto se debe considerar este segundo ítem.
Una opción es este pack de Audiomusica, pensado en alivianar la carga al bolsillo.
Guitarra eléctrica Ibanez IJRX20U + amplificador 10 watts + funda
Waldo Jeria, por su lado, recomienda todo lo que sea Fender. “Con un modelo Squier puedes hasta grabar discos y te va a durar toda la vida”. Aquí un pack, que incluye amplificador.
Guitarra eléctrica Squier Stratocaster + amplificador Fender Frontman 15W
Y si se cuenta con aún más presupuesto, una buena alternativa es este modelo setentero de la clásica Telecaster, popularizada por Keith Richards, Muddy Waters y Prince, entre otros.
Guitarra eléctrica Squier Telecaster Deluxe 70s Classic Vibe
Bajo eléctrico
Si lo que te interesan son las frecuencias bajas, marcar el ritmo y el groove de la música, como hizo McCartney, John Paul Jones o Jaco Pastorius —quizás estoy poniendo la vara alta—, entonces lo tuyo es el bajo.
A pesar de que existen modelos con cinco o seis cuerdas, lo ideal es comenzar sobre las bases —y más de alguno dirá, sobre lo que realmente importa—, es decir, con cuatro cuerdas.
“Fender es irse a la segura siempre”, dice Waldo Jeria. Y el modelo Jazz Bass es un clásico en el camino de inicio y avanzada. Este modelo 60′s cuenta, según su descripción, con cápsulas de diseño Fender y un mástil delgado “de arce en forma de C, con un acabado brillante estilo vintage”. Es universalmente reconocido como un bajo versátil.
Bajo eléctrico Squier Jazz Bass 60′s Classic Vibe
Algo más económico es este modelo Precision Squier, con la cápsula del puente de bobina simple del Jazz Bass, “además de la tradicional cápsula de bobina dividida del Precision Bass y controles de volumen independientes para cada cápsula”.
Bajo eléctrico Squier Precision Bass PJ Affinity
Si el presupuesto es aún más ajustado y no queda otra que apuntar a gamas bajas, la opción de un Ibanez GSR no deja de ser interesante. Está hecho de madera de maple, lo que lo hace algo más ligero, y tiene buen tono, como suele ofrecer la marca japonesa con sede en Estados Unidos.
Bajo eléctrico Ibanez GSR200
Pianos y teclados
El para qué se quiere un piano o un teclado puede marcar la elección entre uno y otro, y de paso, hacer una gran diferencia para el bolsillo.
Si el objetivo es encauzarse en la corriente de la música popular, o más recomendable sea optar por un teclado. Si se tiene claro eso, habrá que pensar también en si si solo se usará en casa o, más bien, uno para trasladarlo donde se dé la gana. En el último caso, habría que optar por uno portátil.
En el mercado se pueden encontrar teclados con diversos números de teclas, lo que varía la posibilidad de octavas a las que se pueden llegar: 49 teclas (4 octavas), 61 (5 octavas) o incluso 73-76 (6 octavas). Para hacerse una idea, el piano acústico cuenta con 88 teclas.
Lo usual es que durante la etapa principiante el trabajo se sostenga sobre las cinco octavas centrales del teclado. Sin embargo, es bueno considerar que llegado un punto de progreso, un teclado de 61 teclas puede quedarse corto. Ojo, que eso también marca una diferencia en el precio.
Si te parece bien comenzar con 61 teclas, puedes encontrar teclados que van desde los $150.000 a los $500.000 —o incluso más, dependiendo de sus funciones y sofisticación. Acá va una buena recomendación inicial, una vez más, con Yamaha como marca.
Teclado portátil Yamaha PSR-E463
Casio es una clásica marca entre iniciados en el mundo del teclado, y recomendada también por expertos como Waldo Jeria —“la usamos mucho en Estación Rock”—, de modo que si tu presupuesto es menor, el CTK-2550 seguramente estará entre tus mejores opciones. Incluye lecciones para iniciados dentro de sus funciones, así como otras más lúdicas para divertirse mientras se aprende.
Teclado personal Casio CTK-2550
Pero si la idea es ir directo al grano con las 88 teclas de un piano, este teclado Casio —una buena marca de inicio, según los expertos—, te podría interesar:
Piano digital Casio CDP-S350C2
Si el objetivo, por otro lado, es irse por la vertiente clásica y así tocar las composiciones de Bach, Mozart o Chopin, entonces, quizás lo mejor es optar por un piano, ya sea vertical o digitales. Tal es el caso de este Korg, digital, de 88 teclas contrapesadas, lo que simula el peso de un piano tradicional: mayor en los graves, ligeramente menor en las altas. Cuenta además con tres pedales y más de siete sonidos que van desde el piano acústico y eléctrico al vibráfono.
Piano digital Korg LP-180
Otra alternativa está en el modelo P-45 de Yamaha, pensado para emular la sensación sonora de un piano real. La sensibilidad de las teclas cambia según el registro: se hacen más pesadas al tocar partes graves, más ligeras en las agudas. Cuenta además con un pedal para controlar el sustain.
Piano digital Yamaha P-45
Batería acústica y electrónica
“La batería tiene la particularidad de que no necesita ser de gama alta para sonar bien, sólo basta afinarla de buena forma”, dice Matías Peralta, baterista de Inmontauk y ANMLS —ex We Are The Grand y Death Christine—, quien además es profesor particular desde hace diez años.
Su recomendación es comenzar comprando una que ronde los $300.000 y los $500.000. Incluso, advierte que no es recomendable comprar una batería de gama alta al comienzo, aun cuando se tenga suficiente dinero para hacerlo.
“El oído no distingue bien entre una buena o una mala batería. No se distingue el sustain, el rango dinámico de afinación, aspectos que recién, tras años de experiencia, se empiezan a comprender”, asegura.
Una buena opción para comenzar es el modelo Rydeen, de Yamaha, marca que “tiene baterías de buena calidad y no se les gasta el cobertor plástico ni la madera”, dice Peralta.
Batería Yamaha Rydeen 5 piezas
Otra opción, similar a la anterior, es el clásico modelo Accent de Ludwig, una marca de tradición en el mundo de las baterías. En este caso, el pack incluye atriles, un crash, hi hat, y sillín, algo poco usual.
Batería Ludwig Accent
Una alternativa un poco más elevada en cuanto a precio es la Gretch Catalina. “Tiene muchas variedades de colores, dimensiones y submodelos, que permiten encontrar diversos sonidos”, explica Peralta. Su modelo Jazz, por ejemplo, ronda los $590.000, mientras la Classic sube a cerca de $680.000. Otras ediciones de Catalina fluctúan entre los $900.000 y el $1.200.000.
La tienda especializada Drumdealer es la que tiene mayor variedad de alternativas tanto Gretch como de su línea Catalina.
Al momento de comprar una batería acústica, hay que tener en cuenta que lo que se suele vender es el shellpack, es decir, las piezas centrales de ésta: bombo, toms (suelen ser dos) y timbal. En algunos casos, y sobre todo en los modelos para principiantes, se incluye la caja, el pedal de bombo, atril de hi hat, y puede que uno o dos atriles de platillo. Sin embargo, es frecuente que todo lo que se conoce popularmente como “fierros” (atriles), se compren aparte. Al igual que los platillos.
En cuanto a baterías electrónicas, Peralta dice que “tendría cuidado de recomendar modelos baratos, porque por lo general, después de 6 meses o al año, los pads pierden la sensibilidad y dejan de sonar”.
“Pensaría en comprar una que ronde entre los 500 mil y el millón”, propone Peralta. “La Roland TD-11 es la más versátil en relación precio-calidad, la mejor dinámica y durabilidad”, agrega. El modelo, sin embargo, se encuentra agotado en las tiendas. Por lo que dejamos alternativas a ella.
Una es la TD-1DMK-230, de Roland, gama más baja que la TD-11, pero que mantiene los pads de malla —que le dan una sensación más cercana a la de tocar una batería acústica—, y un módulo que cuenta con 15 kits de percusión, e igual número de canciones integradas para practicar.
Batería electrónica Roland TD-1DMK-230
Ukelele
El ukelele es un buen instrumento de inicio en el mundo de las cuerdas. En especial el soprano, de sólo cuatro cuerdas. Marcelo Aravena recomienda el modelo UKS10 de Ibanez, “de sonido agudo y brillante característico del ukelele tradicional”.
Ukelele acústico Ibanez UKS10 (con funda)
Si ya tocas guitarra y vas adelantado en la materia, quizás te puede interesar un ukelele concierto, más grande, con 18 trastes, a diferencia de los 12 que tiene el soprano.
Ukelele acústico Ibanez UKC10 (con funda)
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